Un nuevo libro y unos personajes antiguos

Por Emilio Abad Ripoll  (Publicado en el Diario de Avisos el 28 de mayo de 2012).

 

          Hace apenas un año que conozco personalmente a don Antonio Luque Hernández, por lo que no voy a empezar exponiendo, si ese hubiera sido el caso, las cualidades que pudiera haber descubierto en él cuando éramos muy jóvenes. Pero sí quiero decir que estos meses de conocimiento -motivado por nuestra común pertenencia a la Junta de Gobierno de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife- me han bastado para comprender que es un hombre metódico y trabajador, muy trabajador; que se desvive por ayudar a quien lo necesite, y sin que ni siquiera haya que pedirle el apoyo, pues se ofrece de inmediato; un gran enamorado de su Patria, concepto que para él engloba la grande y la chica, y perfecto conocedor de su Historia.

          Tuve la fortuna de visitar una tarde su hermosa casa orotavense (precisamente para recoger unos libros y varios documentos que me había ofrecido para un trabajo que estaba yo realizando) y en prueba de incipiente amistad me regaló y dedicó su último libro: Perfiles humanos de los primeros asentamientos realejeros tras la conquista (Nota 1) .

          Aquella misma noche empecé su lectura, y pronto pensé que debía, si la proverbial amabilidad del Diario de Avisos me concedía un espacio en sus páginas, comentar algo sobre la obra. Y como así ha sido, me apresuro a decir, de entrada, que no estamos hablando de una obra “de evasión”, sino que la podemos incluir en la que se llama “literatura de testimonio”, con el valor añadido, no muy común en esta clase de libros, de una magnífica exposición literaria de los conceptos que en sus páginas se vierten.

          En este caso, lo testimonial se enfoca en presentarnos un cuadro exacto de lo que sucedió en la Villa de Los Realejos -social, económica y culturalmente- en los primeras décadas de su existencia.

          Inicia Luque su trabajo en el marco global de la isla de Tenerife, relatándonos, sucinta pero fielmente, su conquista y posterior colonización, para pronto mover el “zoom” y acercarnos el proceso fundacional de Los Realejos que, lógicamente, expone con más extensión y detalle, pues no en vano esa población es el argumento del trabajo. Se afana el autor en que los lectores conozcan lo fundamental, no sólo del pasado, sino del presente de la Villa -que él ve esplendoroso- y su proyección dentro y fuera del Archipiélago.

         Y una vez situados, comienza la exposición del trabajo en sí, de un durísimo trabajo investigador, que habrá costado a don Antonio muchas horas, días, semanas y meses de su vida, y que confirma la justeza de algunos de los adjetivos que le dediqué casi al principio.

          Toda la documentación que presenta es estudiada, desmenuzada, comentada y ampliada por el autor, rastreando nombres, historias, familias, linajes,… hasta llegar a nuestros días cuando le ha sido posible. A mí me ha llamado poderosamente la atención la primera parte, la que se refiere y estudia un documento titulado “Noticias de los primeros vecinos de Los Realejos de Tenerife”, unos viejos papeles que se redactaron cuando apenas se habían cumplido 30 años de la pacificación de la Isla, por lo que, en los nombres que recoge, con casi absoluta seguridad, están los de los hijos de los conquistadores y de los fundadores del lugar. Quiero destacar que ese capítulo es de enorme ayuda para solucionar uno de los principales quebraderos de cabeza de los historiadores: la filiación de los conquistadores y los primeros pobladores.

          Y me gustaría saber que los realejeros se sienten orgullosos de conservar este documento, pues no hay constancia de que exista otro similar en ninguno de los demás núcleos poblacionales del Archipiélago. Como nos explica Luque, también en ese legajo aparece un hecho consustancial con la colonización española, y por extensión peninsular: la rápida integración y mezcla de los que vinieron de allá con el grupo aborigen.

          El volumen que nos ocupa incluye también la transcripción de otros cuatro Catálogos de Carácter Cronológico, que llegan hasta el 1700, y están depositados en la Escribanía de Los Realejos. Les puedo asegurar que constituyen un enorme almacén de datos, fechas y anotaciones que van a ser, si no lo son ya, una inestimable guía para quienes se interesan por nuestro pasado.

          El propósito fundamental de la obra era, según el propio don Antonio Luque, “salvar del olvido de los archivos, incluso del descuido y la trivialidad, los nombres y hechos de estos pobladores realejeros, y mostrarlos como primeros intérpretes de su historia, eslabones iniciales de una cadena biológica que alcanza el presente y se pretende sin fin, porque ningún freno detiene los días”.

          Y a fe, don Antonio, que lo ha conseguido.

 

Nota 1: Prólogo de José Luis Sampedro Escolar y Presentación titulada “Con buen estilo” de Fernando Delgado. Nueva Gráfica. La Laguna,  2010.