Las otras Milicias (2) (Retales de la Historia - 52)

Por Luis Cola Benítez  (Publicado en La Opinión el 15 de abril de 2012).

 

          La Milicia Nacional, nacida a la sombra de la Constitución de 1812, debía salvaguardar el orden público dentro de su localidad y, llegado el caso, colaborar con las autoridades civiles y militares, a requerimiento de estas, bajo el mando del comandante general. Poco, casi nada, se conoce aquí de su actuación, de lo que podría deducirse que o no cumplía con su deber o el orden público en Santa Cruz era lo más parecido a una balsa de aceite. Seguro que ni una cosa ni la otra, pero hay constancia de que al vivir la mayor parte de sus componentes en sus casas y dedicados a sus ocupaciones habituales, no siempre se presentaban cuando eran requeridos. Ahora bien, en mayo de 1821, a los pocos meses de haberse formado, ya prestó el importante servicio de dar escolta al Pendón de la Villa en la procesión y función del 3 de mayo, conmemorativa de la fundación de Santa Cruz.

          No disponemos de muchos datos sobre la dotación de que disponía esta tropa, y ya se vio en el artículo anterior las dificultades que se encontraron para uniformarla y armarla. Hay otro detalle sobre las circunstancias en las que se desenvolvía, cuando en sesión municipal de este mismo año se pedía que se les dotase "al menos de un Tambor y un Pito para los ejercicios doctrinales", lo que representaba unos 120 rs. vn. al mes, que se pagarían del producto de la tasa de Aguada y Caños. Pero algo más había que hacer para mantener la cohesión y espíritu del cuerpo y los años siguientes se organizaron diversas expediciones y acampadas, incluso fuera de la jurisdicción de Santa Cruz, alguna de las cuales revestidas de un espíritu cuasi festivo dieron lugar a manifestaciones de cierta enjundia política. A estas expediciones no se las calificaba de maniobras, denominándose simplemente "paseos" en los documentos de la época. Más tarde, cuando expulsados los frailes quedó vacío el convento de San Francisco y concedido su uso provisional al ayuntamiento, sus dependencias fueron ocupadas para muy diversos fines, incluso para una imprenta, cuyo local quedó libre al poco tiempo, y fue allí donde se decidió instalar el cuerpo de guardia de la Milicia Nacional, que debía colaborar a cuidar del edificio, abrir y cerrar las puertas y que no se produjeran desórdenes, especialmente por las noches.

          En noviembre de 1823 llegó la noticia del restablecimiento del absolutismo y se disolvió la Milicia Nacional, noticia que trajo el nuevo comandante general, Isidoro Uriarte. Entonces, así como al restablecerse la Constitución se pidió al Ayuntamiento información sobre la adhesión a la misma de sus empleados -limitándose a responder que todos cumplían con su deber-, ahora se le pedía relación de nombres de los que hubieran pertenecido a sociedades de las llamadas secretas. El alcalde, Patricio Anrán de Prado, encargó al regidor Enrique Casalón que recabara los datos pedidos; pasó el tiempo, y ante las repetidas reclamaciones de la autoridad superior, el regidor informó que "no encontró nada".

          Desapareció la Milicia Nacional, aunque volvería, pero su recuerdo, para bien o para mal, persistió en el tiempo. Cuando en 1828 se presentó una terna para la alcaldía la Audiencia ordenó que se le hiciera otra propuesta de personas más apropiadas y, cuando el Ayuntamiento preguntó qué debía entenderse por "apropiadas", la contestación fue, "que no hayan pertenecido a la llamada Milicia Nacional".

          Entretanto, en 1827, se había ordenado la creación de un nuevo cuerpo con el nombre de Milicias Realistas, y volvió a repetirse el problema de su vestimenta y armamento. Se pidió al Intendente que no se aplicara en Canarias para evitar establecer un nuevo impuesto a una provincia que estaba en total paz, pero, además, por la pobreza generalizada del comercio y la penuria de sus habitantes como consecuencia del aluvión sufrido en noviembre del año anterior, y se acordó elevar a la Corona una exposición en este sentido. La petición fue atendida, pero a los tres años de formulada, cuando en vista de la tardanza en contestar ya se habían hecho colectas y suscripciones que alcanzaron más de diecisiete mil reales, y se solicitó poder ingresar este importe en la Real Hacienda como pago a cuenta de los tres años que se debían de contribuciones.

          En 1836 vuelve a formarse la Milicia Nacional, y se emplea en rondas nocturnas en salvaguarda de la seguridad ciudadana, que pronto se suspendieron por "el quebranto que producían a los que tenían que trabajar durante el día". También se pretendió que acompañara en los apremios de la recaudación de la contribución extraordinaria de guerra, a lo que hubo de renunciarse porque no comparecían diariamente.

          Y todavía hay más sobre nuestras Milicias Nacionales.

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