Mañana de silencio... 25 de Julio de 1797

 

Por Enrique Romeu Palazuelos  (Publicado en El Día el 26 de julio de 1987)

         

          No retumban los cañones//los fusiles no disparan... Puede ser el comienzo de un romance heroico que cantaría una gloria de la ciudad, un amanecer de victoria.. Uno de los últimos disparos ha matado a un pequeño pajarillo que gorgojeaba cerca de la iglesia profanada del convento de los dominicos, invadida por los rivales, pero esta iglesia fue victoria y prisión de ellos. El último piar del pájaro nos lo ha descrito con hondo sentido poético Amonio Zerolo Herrera, en unos versos encantadores y sugestivos. Su canto fue el final de los ruidos que habían estado aturdiendo a la ciudad desde el castillo principal de San Cristóbal hasta las baterías de Paso Alto… Tampoco suenan los secos tronidos de fusil... En el final de la noche sonó un cañonazo que fue definitivo para el triunfo de la ciudad sobre sus enemigos...

          Hace unos días, una mañana soleada nos preguntábamos unos amigos militares y yo, quién sería el jefe o el soldado que puso la mecha en el cañón Tigre, previamente apuntado contra la barca que llegaba silenciosamente, con los remos cubiertos de trapos para no hacer ruido... Había oscuridad, los asaltantes se envolvían en las brumas nocturnas para desembarcar en suelo santacrucero. No importa, aún importando mucho, saber quien fue aquel héroe, lo que vale es que su disparo ha herido al jefe del asalto. La barca se ha hundido y el almirante Nelson que se preparaba sable en mano a saltar a tierra está herido y ha sido conducido a un navío... Sin embargo otras fuerzas enemigas consiguieron desembarcar y meterse en Santa Cruz... Hubo en la amanecida calurosa del mes de julio un continuo cambio de disparos y escaramuzas... Desde La laguna, Lope de la Guerra, atento a las incidencias de la batalla, escucha… No se oyen tiros... sí se oyen tiros... Su hermano Fernando, impulsivo e impotente postrado en cama por cruel parálisis, también escucha en su casa de la calle del Agua, cerca de la montaña de San Roque... Él no puede combatir pero su hijo el vizconde sí que lo está haciendo con valor al lado de otros muchos de la isla... Lope de la Guerra, que nunca pudo olvidar que era hombre de pluma y no de espada, hizo anotaciones correspondientes y en su letra chica y picuda hay una especie de temblor, pero su última apuntación nos dice lo que ya sabemos... Habían vencido las armas de España y perdido las británicas... Y sin embargo no se oye nada por encima de San Roque, no llega ningún ruido de cañonazos a La Laguna... Es el silencio de lo definitivo, el silencio final ... Qué mañana más hermosa para unos y qué triste para otros! En la rápida evolución de unos sucesos que se enraciman sobre la historia de la ciudad, unos hombres entristecidos y derrotados se presentan, llevando una bandera de rendición, ante los jefes tinerfeños...

          Las mujeres y los niños, que habían estado ocultos en sus casas, salen acercándose a la plaza, junto al mar y al castillo y quienes han estado batallando sin descanso durante tres días también van con la gozosa seguridad de que van a ser testigos de unos hechos inimaginables...

          Siempre que lo he contemplado, aquí cuando lo trajeron el año pasado o en Madrid en el Museo de la Marina, me ha llenado de emoción el tercero del tríptico que pintó Robayna sobre los hechos que conocemos como batalla de Tenerife contra la escuadra inglesa de Sir Horatio Nelson. En él se figura el momento de la rendición y sobre él hay un gran silencio. Las filas de fantochines con uniformes rojos, situadas ordenadamente por delante del castillo de San Cristóbal y de la casa de Carta, son las de los soldados de una marina que está siendo la más poderosa del mundo y su jefe vencido y ausente será una de las glorias de Inglaterra. La pintura de Robayna expresa una sensación de silencio. No gritan los vencedores ni hay brazos en alto que ayuden su vocerío, no gritan los vencidos, aunque muchos quisieran llorar...

          Hubo sin duda un último disparo, que solamente mató a un pajarillo, aguda invención de un poeta... después un ansia ausente de ruido... Los jefe enemigos aceptan su derrota y los tinerfeños victoriosos, la recogen con calma... Hubo un protocolo solemne al uso; comisionados, bandera blanca, cambio de documentos, formación de las tropas derrotadas... todo con una pausa ceremoniosa y asombrada... Era algo que rompía la pesadilla de unos largos días de incertidumbre que se había echado sobre Santa Cruz. Alguien que recordara la historia de la ciudad, pensaría que era la tercera vez que se ganaba una batalla contra los enemigos.

          ¡Mañana victoriosa del 25 de julio de 1797!... Ciento noventa años hoy... cercano bicentenario... Por encima de la victoria el silencio... "No retumban los cañones//los fusiles no disparan...."

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