El alma de la Ciudad (Puerto y puerta - )

Por Rafael Zurita Molina (Publicado en el Diario de Avisos el 20 de febrero de 2011).

 

          En nuestro caminar por esta columna, incrustada en la página semanal del Diario de Avisos, en la que se plasma una buena parte del cotidiano latir de nuestros puertos, acreciento la voluntad de transferir la idea -lamentablemente desvanecida- que afirma la tradición portuaria de la ciudad de Santa Cruz de Tenerife.

          No es obsesivo este propósito cuando aún se cuestiona la genuina cualidad de la capital de la provincia. En las hemerotecas se sustancian las encontradas posturas.

          Por una parte, está aquella propuesta política que se aireó a finales del pasado siglo: la costa de Santa Cruz, para el ocio y el comercio. Esta escrito que “el futuro es irreversible si tenemos en cuenta el traslado de la actividad portuaria de mercancías, la construcción del muelle deportivo de San Andrés, el proyecto de auditorio para la zona de la dársena pesquera y la reconversión del muelle de Enlace”. Y, consecuentemente, aquellos proyectos se encadenan con este otro más reciente que propugna convertir el muelle de Ribera en una playa.

          El contrapunto lo hallé en unas pretéritas líneas de La Tarde, de entrañable recuerdo, que nos anima a perseverar en nuestro empeño. Confluyen la ciudad, el puerto y la isla cuando afirma que “Tenerife fue antecámara de todos los grandes descubrimientos y aventuras históricas de la época”. Cita a  Magallanes y a Elcano, que aquí repostaron; y a los colonizadores ingleses de Virginia; y “hasta la legendaria Bounty que encontró entonces ya un muelle para el servicio de aguada”; al capitán Cook, que estuvo en nuestra tierra; y las expediciones propias que salieron “para la conquista de Santa Marta, y los primeros pobladores de Montevideo, en el hemisferio sur, y de San Antonio (Tejas) en el hemisferio norte, fundados por gente tinerfeña”. Y otras tantas y tantas renombradas escalas históricas.

          Y, a modo de esperanzador epílogo, destacar las líneas que ponderan el “vasto dispositivo portuario que late al socaire de las montañas de Anaga, el efluvio emocional de las tradiciones marinas y castrenses que forjaron el alma de la ciudad”.

         En este punto me permito sugerir que en el muelle Sur, convertido en una amplia avenida en donde atracan los grandes cruceros de turismo, pueden colocarse sendas placas que recuerden las escalas famosas, así como los hombres de ciencia, exploradores y viajeros que por aquí pasaron. Será  la afirmación de su esplendoroso pasado e incentivo para destacar su indudable importancia, presente y futura.