Epílogo al libro de José Méndez Santamaría "A Los Rodeos voy... (II)"

 A cargo de Emilio Abad Ripoll

 

 

Otro Epílogo (que tampoco lo es)


          De nuevo me encarga esa gran persona y, afortunadamente para mí, buen amigo que es Pepe Méndez Santamaría que escriba un “Epilogo” a esta 2ª edición de su “A los Rodeos voy...”, de análoga manera a como hice hace unos años cuando el libro vio la luz primera. Y tras recibir el encargo pensé para mis adentros: “Pero bueno, ¿cuándo se va a dar cuenta este hombre de que en esta historia (o con mayúscula, Historia, si así lo prefieren) no puede haber epílogo?”. Lo decía la vez anterior y lo reitero ahora: “El trabajo aún no está terminado”.

          Y ¿por qué? podrá preguntarse alguno de ustedes. Pues muy sencillo: Porque lo que significaron las Milicias Universitarias como elemento aglutinante de la sociedad española durante varias décadas nunca podrá olvidarse, ni debe perderse en la noche de los tiempos. Porque existe aquella red de 100.000 ó 200.000 nudos de los que nos habló una tarde el General López Medel, simbolizando el enganche o el encardinamiento de cada uno de los Oficiales y Suboficiales de la IPS, la IMEC o el SEFOCUMA en la malla multisecular de los Ejércitos de España, su integración total para formar parte, para siempre, de nuestras Fuerzas Armadas.

          Para escribir el “Epílogo” tendrían que haber desaparecido los Ejércitos españoles, y que pasasen aún muchos siglos más, para borrar el recuerdo del significado de las Milicias Universitarias. Y con él, el de aquellos jóvenes universitarios que durante meses de sus vidas no “jugaron a los soldaditos” (como decía peyorativamente hace poco un pseudo intelectual de los que tanto abundan, para desgracia del los hábitos culturales del pueblo hispano, en nuestros medios de comunicación), sino que aprendieron a ser, y fueron, SOLDADOS. Y lo fueron en compañía de otros jóvenes Oficiales y Suboficiales que, casi desde niños, se comprometieron a dedicar su vida a preservar la paz de España y de los españoles.

          Sigo pensando como hace pocos años, cuando escribí el anterior Epílogo, y aún desde mucho antes, que la desaparición de las Milicias Universitarias, en cualquiera de sus versiones, constituyó un tremendo error, pues se perdió con ella un lazo vital de entronque entre la Sociedad y las Fuerzas Armadas. Sólo hay que pensar un momento en aquella relación, nacida cuando los que se incorporaban a los Ejércitos eran aún alumnos universitarios, desarrollada en los cuarteles y extendida luego por mor de las diferentes profesiones seguidas y de las vicisitudes de la vida. Son esos millares de nudos, enlace anímico de cada uno de ellos con un Campamento, una Unidad, un trozo de España, unos mandos, unos compañeros y unos subordinados.

          Y en nuestro ambiente isleño, sólo tengo que recordar lo que bien que me siento cuando me reúno con Pepe Méndez y los demás miembros de la Agrupación que me honran con su amistad; lo que reflejan sus caras en un acto militar; observar que a ellos, como a mí, se le nublan los ojos cuando vemos nuestra Bandera besada por chicos y chicas que son ahora lo que fuimos nosotros: pura ilusión; hablar con ellos de cómo la responsabilidad del servicio a España se ejerce desde el puesto en que Dios nos quiso colocar en la vida y en la sociedad; y también, ¿por qué no? sentir un íntimo orgullo corporativo cuando algunos reconocen que eso del “servicio” lo aprendieron en Los Rodeos...

          Por eso, querido Pepe, querido lector, esto no es un final. Me congratulo como militar y como ciudadano español de la aparición de la 2ª edición de este libro y felicito de todo corazón al autor, porque a semejanza de aquellas Milicias Universitarias, éste es también un trabajo bien hecho. Pero emplazo a don José Méndez, y a quienes quieran continuar apoyándole en este gran esfuerzo recopilativo, a seguir encontrando nombres y recordando hechos y anécdotas, a la vez que a continuar manteniendo la mejor relación posible, hasta que el Señor quiera, con quienes fueron vuestros compañeros en las Unidades y aquellos que hoy han tomado su relevo. Porque la Historia de las Milicias Universitarias no merece tener final.

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