Presentación del libro de don Marcos Guimerá Peraza "José Murphy (1774 - 1871). Vida, obra, exilio y muerte"

A cargo de Sebastián Matías Delgado Campos (Salón de Plenos del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, el 24 de noviembre de 2003).

 

           El 30 de septiembre pasado, nuestra ciudad saldó una deuda histórica para con uno de sus hijos más preclaros, cuando descubrimos en la Plaza de San Francisco el monumento al que es, sin duda, el padre político de Santa Cruz de Tenerife, JOSÉ MURPHY Y MEADE. Sin embargo, no era ésta la primera vez que nuestra población le rendía homenaje.

          Como muy bien documenta su biógrafo Marcos Guimerá, el 11 de noviembre de 1895, un colega por el que siento una especial admiración, pues además de sobresaliente arquitecto fue hombre serio y honesto a toda prueba, político y periodista republicano y un gran humanista, propuso al ayuntamiento que presidía don Ildefonso Cruz rotular con su nombre una de las calles de la ciudad.

          Por entonces, a la calle Saltillo, que nacía en la del Castillo y moría en la del Tigre, junto a la casa La Harpe, le había nacido una continuación, proyectada por el arquitecto Manuel de Oraá, en 1848, para separar el edificio del antiguo convento franciscano de San Pedro de Alcántara de su huerta, luego Alameda del Príncipe de Asturias, y a la que se le dio el nombre de Consistorio, en 1858. Cámara propuso que fueran una sola y que llevara el nombre de José Murphy. Resulta clarificador reparar en los argumentos en que se fundaba tal petición:

               “La incansable actividad del Sindico personero del Ayuntamiento de 1821, don José Murphy, comisionado en Madrid para representar al Municipio de Santa Cruz de Tenerife, y más tarde nuestro diputado a Cortes, y el éxito que alcanzaron sus gestiones en ocasión en que se debatía cuál había de ser la Capital de las Canarias; hácenle acreedor a que con su nombre se designe una de las calles de esta Ciudad; de igual suerte que ya otra ostenta el del célebre Ruiz de Padrón que con su talento y prestigios, puestos al servicio de este pueblo, logró se fijara en él la residencia de la Diputación provincial. Continuador Don José Murphy de la obra que cimentara Ruiz de Padrón justo es que su nombre no se olvide.”

          Dice más adelante que los nombres de Saltillo y Consistorio nada dicen en la actualidad y da a entender la coherencia de la inmediata proximidad de las calles dedicadas a ambos próceres isleños. No hubo reparo alguno y la proposición fue aprobada por unanimidad.

          La clarividencia del ilustre concejal Cámara sobre el significado de nuestro personaje que había desaparecido de la escena insular y local 72 años antes para marchar al exilio definitivo, muestra, además de su certera apreciación, que Murphy quizá olvidado por la mayoría de sus conciudadanos, no lo era por alguien tan culto y conspicuo como él. De hecho, el pintor y escultor Gumersindo Robayna lo retrata en 1885, tomando como base la miniatura pintada sobre marfil por otro ilustre artista, el portuense Luis de la Cruz y Ríos entre 1812 y 1815, que viene a ser su más vera efigie por haber sido realizada en vida.

          Este primer reconocimiento oficial de Murphy le eleva a la pléyade de isleños destacados, y así cuando el escultor Guzmán Compañ Zamorano realiza su conocida serie de bustos de tinerfeños ilustres, no lo olvida y, aunque no para la fachada del Museo Municipal de Bellas Artes, lo retrata en 1919, en el yeso patinado en bronce que estuvo tanto tiempo en el despacho de la Alcaldía y hoy se exhibe en el propio Museo.

          Todavía, muy próxima a ésta fecha, en 1921, Francisco Borges, escultor y pintor, ligado familiarmente a Murphy, pinta su retrato a la acuarela, para celebrar el centenario de la capitalidad.

          Luego, el recuerdo de Murphy vuelve a diluirse en el conocimiento popular, reducido prácticamente a saber que existía una calle con su nombre, hasta que se ocupa de él don Marcos Guimerá que, en 1964, publica en Las Palmas (auspiciado por la Casa de Colón), su trabajo José Murphy y su obra impresa, en la que estudia los tres textos que de él conservamos: Reflexiones sobre Aranceles de Aduanas y Representación sobre Capitalidad (ambos de 1821) y Observaciones sobre el Obispado de Tenerife (de 1823).

          Dos años más tarde, da a la luz su librito La capitalidad y la división en Canarias (en el que aparece de nuevo nuestro personaje) y que vino a ser un anticipo de la que será una de sus obras capitales, El Pleito Insular, por el que hubo de esperarse otros diez años.

          De tal manera, es tal la personalidad de José Murphy que en estas obras se dibuja, que, en 1970, un significado grupo de ciudadanos culturalmente inquietos deciden formar una comisión con un doble objetivo: propiciar el conocimiento de Murphy y la erección de un monumento a él dedicado. La preside el general Lorenzo Machado Méndez-Fernández de Lugo, y en ella se integran, además, Francisco José Izquierdo de la Rosa (que actúa como secretario), Miguel Borges Salas, Domingo Pérez Minik, José Arozena Paredes Bernardo Cabrera Ramírez, Andrés Orozco Maffiotte, Juan Antonio Padrón Albornoz, Francisco Pimentel Santana y, por supuesto Marcos Guimerá Peraza; como arquitectos asesores Vicente Saavedra Martínez y Javier Díaz-Llanos La Roche; y como apoyos municipales los del alcalde Javier de Loño Pérez y Ezequiel González Suárez.

          El formidable artista (escultor y pintor) que fue Francisco Borges, ligado familiarmente a Murphy, realiza cuatro bocetos dibujados al carbón para un proyecto de monumento que él quería rodeado de una lámina de agua, y hasta llegó a realizar varias maquetas en yeso y en bronce del mismo.

          En 1974, coincidiendo con el bicentenario de su nacimiento, y patrocinada por la Caja General de Ahorros de Santa Cruz de Tenerife, Marcos Guimerá publica su biografía que titula escuetamente José Murphy, sin calificativos y sin fechas (que tan frecuentes serán luego en sus biografías de otros personajes), entre otras razones porque era una biografía abierta, ya que, por entonces, se desconocía la de su fallecimiento y entre las numerosas ilustraciones que se intercalan en el texto, incluye dos láminas en las que se reproducen dos de los cuatro bocetos al carbón dibujados en 1970.

          El impacto causado por esta obra (que se agotó al poco tiempo) en la intelectualidad tinerfeña y, en especial santacrucera, fue notable. El minucioso estudio, pormenorizado y documentado del personaje biografiado desvela a los lectores su inmensa dimensión humana y política y lo mucho que nuestra ciudad (entonces Villa) le deben.

          Pero, si bien la biografía había sido posible, no corrió con igual suerte el monumento, que no llegó a hacerse realidad en aquel momento, a pesar de  tener consignación presupuestaria, debido a la concurrencia de una serie de circunstancias poco propicias tales como el fallecimiento del secretario de la comisión, Izquierdo de la Rosa, auténtico motor de la misma y una desgraciada afección del escultor que hubo de sufrir operación de cataratas y quedó visualmente limitado, lo que, sin embargo no le impidió realizar un pequeño relieve en bronce de su busto, que figura en una placa de mármol que se colocó en la casa de la calle de San Francisco que ocupa el solar de aquélla que habitó Murphy.

          La placa que fue descubierta solemnemente dice:

JOSÉ MURPHY Y MEADE
EN ESTE LUGAR, EN LA CASA ALTA GRANDE QUE
EXISTIÓ EN EL SIGLO XVIII, NACIÓ Y VIVIÓ
D. JOSÉ MURPHY, PROCURADOR SÍNDICO DE ESTE
AYUNTAMIENTO. OBTUVO PARA SU PUEBLO
NATAL LA ENTONCES VILLA, PUERTO Y PLAZA
DE SANTA CRUZ DE SANTIAGO DE TENERIFE
EL TÍTULO DE CAPITAL DE LA PROVINCIA
DE CANARIAS. LA CORPORACIÓN MUNICIPAL
EN ESTA FECHA CONMEMORATIVA RINDE
HOMENAJE DE GRATITUD A TAN ESCLARECIDO HIJO.
SANTA CRUZ DE TENERIFE, 29 DE MAYO DE 1978.

 


          Era, por tanto, la segunda ocasión en la que Murphy recibió público reconocimiento.

          En esta situación, el profesor don Manuel Hernández Gonzalez, titular de  Historia de América de la Universidad de La Laguna, da a conocer en unas Jornadas Canarias-América celebradas en Fuerteventura una comunicación bajo el título José Murphy (1774-1841). Del reconocimiento de la independencia de América a su exilio y muerte en México, que se publicó en 1992, en TEBETO, Anuario del Archivo Histórico Insular de Fuerteventura y que desvelaba, al fin, las circunstancias finales de nuestro hombre, y permite a Marcos Guimerá, completar su biografía y pensar en una nueva edición.

          Así pues, no extrañará a nadie que cuando el año 2000 la Tertulia Amigos del 25 de Julio elaboró un programa de actuaciones para conmemorar el bicentenario de la concesión del título de Villa exenta a Santa Cruz de Tenerife y lo propuso a las autoridades municipales responsables de las áreas de Fiestas y Cultura, en él se contuvieran, entre otras, dos propuestas concretas: la erección del monumento a Murphy y la nueva edición de su biografía, y que al integrarse dos miembros de la citada tertulia en la Comisión creada “ad hoc” por el Organismo Autónomo de Cultura, éstos las llevaran a ella, donde fue acogida favorablemente.

          Gracias a los desvelos de su coordinadora Ana Luisa González Reimers, de los buenos oficios del profesor Rafael Delgado, que sugirió el escultor capaz de dar forma a uno de los bocetos de Borges y de todos los demás componentes, entre los que no quiero dejar de citar al Jefe de Protocolo Manuel Pío, así como a la Fundición Bronzo que lo materializó, el monumento se ha hecho realidad con el esfuerzo económico municipal y luce allí, recoleto e intimista ante el lugar que ocupó el viejo Ayuntamiento. Su inauguración, el mismo día en que hace 182 años suscribió Murphy su Representación sobre Capitalidad, fue, para los que lo vivimos, un acto solemnizado por la presencia de nuestras autoridades, pero sobre todo, profundamente emotivo por lo que tenía de reparación y de justo reconocimiento de los méritos de aquel gran hombre, Era la tercera ocasión en que recibía el homenaje público de su patria chica.

          Sólo quedaba algo pendiente, y es el motivo que nos congrega aquí, en este hermoso Salón de Plenos de nuestra Casa Consistorial, la nueva edición de su biografía, considerada por los más entendidos como otra de las obras capitales de Marcos Guimerá, agotada desde hace tanto tiempo y quizá desconocida por la mayor parte de los santacruceros de las nuevas generaciones, que ha sido posible gracias a la feliz conjunción en el mecenazgo de nuestro Ayuntamiento y de la Cámara de Comercio, Industria y Navegación de esta provincia, que solo merecen por ello nuestro más sonoro aplauso.

          El nuevo libro, que hoy se pone en nuestras manos, lleva ahora un título más completo: JOSÉ MURPHY (1774 –1841). VIDA, OBRA, EXILIO Y MUERTE, se anuncia como una 2ª edición ampliada y se me ha encomendado su presentación. Por desgracia, los técnicos, o al menos el que en este momento les dirige la palabra, estamos demasiado acostumbrados a un lenguaje sencillo y directo; ni la retórica suele ser nuestra disciplina, ni la elocuencia nuestra virtud, y bien sabe Dios cuánto me gustaría en este momento que estuviera entre nosotros don José Arozena, porque aparte de la íntima emoción que este acto le produciría, él como ningún otro, aquí, de pie, sin las muletas de estos pobres papeles, con su verbo encendido y el patriotismo rebosando por todos los poros de su cuerpo, trazaría una magistral semblanza del biografiado y haría un vibrante elogio de su biografiador. En su definitiva ausencia, intentaré, pues, cumplir mi misión lo más dignamente que esté a mi alcance, contando, eso sí, con la benevolencia de ustedes.

          Siempre he creído que los libros se presentan por sí mismos y, en consecuencia, entiendo estos actos de presentación más como una forma de solidaridad con su autor, que ha dedicado un tiempo de su vida a producir una criatura cultural y la pone al alcance de los demás. Pero en este caso debo presentar a un conocido, lo cual puede resultar aparentemente incongruente; y, sin embargo, no es así.

          Seguramente, todos ustedes tienen la experiencia de haber visto por segunda vez una película que les resultó especialmente interesante. El hecho de conocer de antemano lo que y cómo iba a ocurrir nos ha permitido fijar nuestra atención en las mil y una sutilezas que director, guionista y actores iban desgranando a lo largo del film, y así hemos podido hacer una más seria valoración de sus cualidades.

          Aquí ocurre algo parecido. Después de tanto tiempo, he vuelto a leer el libro de Marcos Guimerá con igual dedicación que la primera vez y, a través de sus páginas, he ido siguiendo la peripecia vital de Murphy, bien que consciente de lo que sucedería. Puedo asegurarles que no ha perdido un ápice de interés; que, conforme iba avanzando en la lectura y con la serenidad que da una experiencia vital que entonces no tenía, su figura se iba agrandando y con ella mi admiración.

          Con la seriedad documental que es débito de su profesión de notario, Marcos Guimerá va recorriendo todos los estadios de su vida de los que alcanzó a tener testimonios; y sin apenas dejar paso a la subjetividad consigue trazar la figura de un hombre de acción, liberal, masón, honesto y entregado a la defensa de los intereses de su tierra en cualquiera de sus dimensiones: la nacional, la insular y la local. Un habilísimo negociador e inteligente diputado que llega a ser apreciado a escala nacional.

          Un toscalero de origen irlandés por los cuatro costados, que casa a los 25 años con otra isleña del mismo origen y que pierde a su primera hija a las 10 horas de nacida y más tarde, en solo 2 años, pierde a su padre con 67 años, a su esposa con 27 y a su madre con 54, quedándole sólo su hijo José Patricio.

          Un hombre que, dedicado al comercio y a las actividades navieras, viaja por Londres y por París, que hablaba y escribía perfectamente el español, el inglés y el francés, y que hasta aparece en cierta ocasión examinando de Gramática, lo que habla por sí solo de su cultura.

          Un hombre comprometido en el desempeño de múltiples cargos como se le encomendaron:

                - Consiliario y 2º Cónsul en el Consulado del Mar.

                - Diputado Decano y Síndico Personero hasta en tres ocasiones en el Ayuntamiento santacrucero (en algún momento llega a proponer el nombramiento de Alcaldes de Barrio).

                - Vocal y Comisionado en Hacienda, Comercio, Marina Mercante, Policía General y Beneficio Público en la Junta Suprema Gubernativa de Canarias; representante de la misma ante la Superior de Sevilla y Diputado por ésta para representarla ante la Junta Central.

                - Diputado en la Diputación Provincial de Canarias, en la que forma parte de la Junta Superior Provincial de Sanidad y ejerce de Secretario interino.

               - Diputado provincial, junto a Graciliano Afonso, en las Cortes del Trienio Liberal, periodo en el consigue la capitalidad provincial (hoy diríamos regional) para Santa Cruz y formula diversas propuestas sobre la División de Partidos Judiciales en la isla, la Libertad de Comercio, la Habilitación de Puertos de depósito y la Defensa de la Diócesis de Tenerife.  En esta situación fue uno de los 23 diputados que votaron, en 1923, a favor de la incapacidad temporal de Fernando VII, lo que le costaría la confiscación de sus bienes y pena de muerte a garrote, que eludió exiliándose primero a Londres, a través de Gibraltar, y luego definitivamente a Méjico

                - Todavía en Méjico, y tras ser amnistiado y normalizadas las relaciones con aquel país va a desempeñar funciones de Cónsul General de España, sin emolumento alguno.

          Un patriota que, con 23 años y a raíz de los sucesos acaecidos cuan la intentona de Nelson, escribe a su amigo Tomás Cólogan lo siguiente:

                    "¡Victoria! ¡Victoria! ¡Victoria!

                     ¡Vivan las Canarias! Nuestros enemigos han sido completamente derrotados y la mayor parte de ellos prisioneros dentro de Santa Cruz con pocas pérdidas nuestras. No hay más tiempo. Viva España: condúzcase esta gustosa noticia y tomen ánimo los valerosos habitantes de Tenerife. Julio 25, a las 6 de la mañana. Joseph Murphy."

          Y esta cualidad no queda en entredicho por el hecho de que, ante la caída en cadena de las colonias americanas, Murphy apoyara la inevitable independencia de aquellos países, única forma de mantener la normalidad comercial con ellos, que era vital para las Canarias, tal como ha apuntado certeramente el doctor Hernández González. En todo caso, la evolución posterior le dio la razón.

          En su primera edición, Marcos Guimerá, registra cumplidamente las sucesivas amnistías reales:

               - la primera, en 1832, que excluía a todos los que habían votado su incapacidad.

               - la segunda, al año siguiente, más amplia, que incluía a éstos, a excepción de siete, entre los cuales se hallaban Murphy y Afonso.

               - y la tercera, un año más tarde, en 1834, que fue total, con restitución de sus bienes.

          Pero Murphy, que se había trasladado a Méjico con su segunda esposa, hija de Juan Creagh y nieta del ingeniero Amat de Tortosa que residía en Guanajuato, no volvió, según su esposa por ocuparse del Consulado Español, hasta un año antes de su muerte.

          El último año de la vida de Murphy es realmente dramático: al cesar como Cónsul su mujer solicita una pensión pues carece de medios de subsistencia y, para entonces, estaba lisiado de una pierna a causa de un accidente.

          Los médicos mejicanos que lo examinaron lo ratifican y aprecian, además, enajenación mental, efecto de los muchos trastornos y reveses que ha sufrido desde su emigración de la Península y el Embajador español Calderón de la Barca dice que: “es un hombre maltratado ultimament por la fortuna y que, por malogradas especulaciones ha perdido su hacienda, está achacoso, paralítico y reducido a suma pobreza, con su mujer y una hija casadera. Es un hombre entrado en años, de modales finos, de cierta instrucción y de honradez conocida”.

          La pensión fue denegada y, al fin fallece el 4 de julio de 1841. Igualmente le fue denegada a su mujer una pensión de viudedad. Triste final para un gran hombre al que tanto debemos.

          Ignoramos dónde están sus restos. La Tertulia Amigos del 25 de Julio solicitó una beca de estudio (hasta el momento sin resultado positivo) con el fin de desplazar a dos de sus miembros a Méjico para ver de hacer alguna averiguación en este sentido que, de resultar positiva, podría devenir en su repatriación para que descansen definitivamente en su ciudad natal (ver PS. Final).

          El libro de Marcos Guimerá desarrolla cumplidamente todo esto y, además de aumentar el número de ilustraciones, se completa, como la primera edición, con una certera introducción de Alejandro Cioranescu, una utilísima cronología murfiana, un amplio número de apéndices documentales, y un índice alfabético, y, esta vez contiene un breve prólogo del autor a la presente edición, que la justifica.

          Estamos en presencia de un libro fundamental para los santacruceros, del que dice el profesor Cioranescu, en la introducción citada, que “sería inutil repetir aquí todas las enseñanzas que se pueden sacar del estudio de Marcos Guimerá”, y más adelante, refiriéndose al autor que “A don José Murphy no le podía caber mejor suerte”. Porque, en efecto Marcos Guimerá es otro canario, tinerfeño y santacrucero excepcional al que debemos imperecedera gratitud.

          Yo le conocí casualmente, en el ejercicio de su profesión, en su despacho de la calle Teobaldo Power, con ocasión de verme obligado a otorgar un poder notarial para una gestión de asuntos profesionales, Cuando me despedía me atreví a confiarle que leía sus libros, que tenía unos pocos de ellos y que había estado a punto de traerlos para que me los firmase, sin que al final me decidiera. Al punto me dijo que se los trajera cuando quisiese que él lo haría gustoso, lo que se hizo realidad algunas semanas más tarde.

          Mi sorpresa fue cuando a los pocos días me hizo llegar algunos trabajos suyos que yo no tenía, igualmente dedicados. Desde entonces, y ya han pasado más de veinte años, recibo puntualmente todos sus nuevos trabajos amablemente dedicados, lo que no ha hecho otra cosa que acrecentar mi admiración por este hombre de profundas convicciones, rectitud de juicio, honestidad personal y prodigiosas memoria y capacidad de trabajo, que le han llevado a edificar uno de los más sólidos monumentos bibliográficos de nuestra historia.

          Desde el año 1960, en que comenzó a publicar sus obras, con el célebre texto del Régimen Jurídico de las aguas en Canarias, hasta el presente he contabilizado casi 60 trabajos, entre libros y comunicaciones en revistas especializadas y si reparamos en los personajes biografiados, no son menos de 37, que van desde Antonio Porlier y Sopranis, Marqués de Bajamar (1722-1813 hasta José Arozena Paredes (1910-1991), pasando por todos los ilustrados canarios, los Cólogan, los Franchi, Ruiz de Padrón, Saviñón, Murphy, Álvarez Rixo, López Botas, Cumella, Pérez Zamora (Feliciano), Rodríguez Pastrana, La Roche y Siera, el radical (como él lo llama) Marqués de la Florida, los Estévanez, Elías Zerolo, Pérez Armas, Mesa y López, los Martín Rodríguez y tantos otros.

          Se puede afirmar, sin faltar a la verdad y sin exageración alguna, que no es posible historiar en Canarias el periodo entre 1750 y 1940, sin tener en cuenta sus obras.

          Así pues, la sesión de hoy tiene dos protagonistas indiscutibles:

               - José Murphy, ejemplo de ciudadanía comprometida, de hombre de acción, de rectitud y honestidad políticas y de auténtico patriotismo, tan necesarios en los días en que nos ha tocado vivir, y...

                - Marcos Guimerá, don Marcos Guimerá como a mi me gusta respetuosamente llamarlo, ejemplo de convicción y fidelidad a unos principios, de curiosidad y perseverancia investigadora, de laboriosidad y también de auténtico patriotismo.

          El Consistorio, en sesión de 21 de octubre de 1994, acordó rotular con su nombre uno de los paseos del Parque Municipal García Sanabria, aquél que discurre por delante del edificio que albergó en tiempos un pequeño zoológico, sin que, hasta el presente, este acuerdo se haya materializado.

          El próximo jueves, no obstante, se le hará entrega en este mismo salón del Título de Hijo Predilecto de la Ciudad y yo quiero solidarizarme desde este momento con este mericidísimo  honor, pidiendo a ustedes que sumen su aplauso al mío.

 

PS.- Con fecha 16 de septiembre de 2006, el periódico “El Día” en su suplemento LA PRENSA, publica un artículo del historiador Walter O. Arias Estrada, desde Guanajuato (Méjico), que documenta que Murphy murió en Méjico, Distrito Federal, que se registró su defunción en la Parroquia del Sagrario Metropolitano de esta ciudad y se le sepultó en el Panteón del Cementerio de Santa Paula, que desapareció a finales del siglo XIX.