A propósito de una celebración. Reivindicación de la memoria

A cargo de Sebastián Matías Delgado Campos  (Círculo de Amistad XII de Enero, Santa Cruz de Tenerife, el 28 de marzo de 2004).


               Queridos amigos:

          Vuestro presidente, don Ignacio González, ha querido que, dentro de una celebración que reviste, sobre todo, un carácter festivo, alguien, aunque con brevedad puesto que el acto se nos promete largo, tuviera una intervención que le diera un cierto tinte cultural; y se ha fijado, para ese menester, en quien les dirige ahora la palabra.

          Sin más que pasar la mirada por los asistentes a este acto, encuentro un buen número de oradores que hubieran podido hacerlo con más autoridad  y talento, pero he aceptado su amabilísima invitación porque es la de una entrañable sociedad a la que me siento afectivamente vinculado y a la que quiero agradecer muy sinceramente esta nueva oportunidad de ocupar su prestigiosa tribuna.

          Nos congrega la circunstancia de entregar a un buen puñado de socios el bien ganado título de Socios Predilectos, por haber alcanzado los 40 años de filiación y contribución societaria. Se trata, desde luego, de un derecho estatutario pero, sobre todo, del justo reconocimiento a su fidelidad y a su participación, en uno u otro modo, en la vida de este pujante Círculo, en el que son, por tanto, memoria viva de estos 40 últimos años.

          A mi, esto de la memoria me interesa sobremanera. No, naturalmente, aquella memoria de la que con tanta frecuencia se habla como capacidad para retener (la lista de los reyes godos, por ejemplo), esa casi no me interesa porque si se escribe no es necesario retener. Me refiero a la otra, aquella otra personal e intransferible en la que se condensa nuestra experiencia vital; y, para hablar de ella, me permitiréis ahora una levísima incursión filosófica.

          La conjugación árabe solo tiene dos tiempos: pasado y futuro. Para ellos una cosa o está hecha, o no lo está. Si está hecha, es pasado y si no lo está, es futuro. Y ¿el presente?: pues, como no está hecho, es futuro.

          San Agustín, en cambio, y supongo que es un débito de su filiación platónica, dice que no podemos saber en que consiste el presente, porque cuando reflexionamos sobre él ya es pasado.

          El presente no es otra cosa, en realidad, que una levísima, sutil e inaprensible frontera entre el pasado y el futuro. Vivimos en el presente, pero vivir el presente no es otra cosa que construir pasado.

          Por tanto, tenemos pasado y futuro, pero como éste sólo lo tenemos como posibilidad, lo único que de verdad tenemos, nuestro único capital, es nuestro pasado.

          El pasado, nuestro pasado, está conformado por nuestra experiencia, y nuestra experiencia se acumula y se condensa en nuestra memoria y es ésta nuestro más valioso archivo, nuestra mejor biblioteca, nuestra escuela más definitiva.

          Tan valiosa es para nosotros que no estamos dispuestos a renunciar a ella: “quién tuviera 20 años y lo pasao, pasao, dice un personaje de zarzuela en la perfecta formulación de un imposible: poseer, al mismo tiempo, el máximo de pasado (experiencia) y de futuro, esto es, tener la experiencia (memoria) de un viejo y el porvenir de un joven.

          Perderla, sume al individuo en una de las mayores tragedias internas, si no es la mayor. Basta reparar en los amnésicos que, al verse privados de la memoria, quedan desorientados y sin base alguna en que fundamentar su vida; o en los enfermos de Alzheimer, cuya pérdida progresiva va sumergiendo al individuo, cada vez más, en el no ser o, lo que es peor, en el no haber sido.

          Se suele oír, con manifiesto sentido peyorativo, que recordar es de viejos. Esto es lógico y cierto sólo en tanto en cuanto, en ellos, es en los que se acumula más experiencia: a menos edad menos experiencia, a más edad más experiencia; los jóvenes tienen poco que recordar, y, en ellos, la expectación por el futuro, anula el interés por el escaso pasado que poseen. Pero yo quiero reivindicar aquí que tirar de la propia memoria, rememorar, no es una señal de decadencia sino un ejercicio positivo.

          ¿Quién, en alguna ocasión y buscando otra cosa, no se ha encontrado con aquella fotografía ya olvidada, o aquel boletín de calificaciones mensuales con algún suspenso en latín o matemáticas (las dos bestias negras de nuestros años escolares), o aquella carta de una antigua novia con la que no se fue a más, etc.?

          En esos momentos, se ha activado nuestra memoria para recordar personas y circunstancias, y hemos podido recuperar una parte de nuestra historia y contemplarla, con la perspectiva que sólo el tiempo da a nuestra experiencia, de forma que, de alguna manera, podemos decir que la hemos revivido y hemos podido ver, ahora con claridad, lo acertado o no de nuestra actuación en aquellos momentos, la fortuna o desgracia de tal o cual contingencia externa que nos envolvió y condicionó, o la exacta dimensión de aquella circunstancia.

          Cuando nos entregamos, a esas operaciones, más o menos periódicas o rutinarias, de limpieza de papeles y objetos que hemos acumulado, y destruimos parte de ellos, estamos destruyendo partes (por insignificantes que puedan parecernos) de nuestra propia historia. Cuando los guardamos fue por algo, porque les atribuimos algún contenido o utilidad y les permitimos formar parte de nuestra memoria. Ahora, desprovistos de significación e interés, los expulsamos de ella, y de esta manera estamos aligerando nuestro propio testimonio.

          Rememorar es la única posibilidad de conocerse a sí mismo, de adquirir el verdadero sentido de nuestro testimonio vital y valorar adecuadamente su dimensión.

          No hay historia posible sin memoria Y esto que se ha dicho para las personas es válido también para las colectividades.

          Estamos en una ciudad (ésta de Santa Cruz de Tenerife) poco aficionada a la memoria. Aquella población que fue primero humilde campamento militar, luego embarcadero y más tarde plaza fuerte y puerto, ha tenido que abrirse paso en la historia, no con una evolución natural y sosegada, sino en medio de otras más poderosas dentro y fuera de su propia isla y compitiendo con ellas hasta llegar a ser la capital de todas, y siempre manteniendo un pulso con las demás. Quizá por ello no ha podido hacer otra cosa que mirar hacia delante en búsqueda, a veces hasta heroica, de la próxima meta, de su próximo logro; y, sin duda, es también por ello que no ha tenido el hábito de volver la vista hacia atrás para encontrarse con su propia historia.

          Santa Cruz de Tenerife es la gran desmemoriada, pero a poco que sus habitantes escudriñemos en su pasado, encontraremos innumerables motivos de satisfacción y orgullo. Sus gentes nos legaron una emocionante lección de patriotismo, entrega, generosidad, liberalidad y tolerancia de la que. por falta de esa sensibilidad hacia el pasado, no hemos sido conscientes; creo que no los somos tampoco ahora.

          Un repaso muy esquemático a su historia nos muestra una población que fue en el siglo XVI el puerto de La Laguna; en el XVII, plaza fuerte, hasta el punto de que su trazado, a diferencia del de otras ciudades históricas de Canarias obedece a criterios militares; en el XVIII, el puerto de mayor pujanza comercial del archipiélago (el primero en tener muelle), sede de la máxima autoridad militar y de una formidable clase mercantil; en el XIX, ombligo político de la isla y del archipiélago, cuna de innumerables inquietudes sociales, culturales y económicas; y en el XX, tras la fractura regional, cabecera de la isla.

          Testimonio excepcional de ello lo constituye el propio marco urbano que ha configurado en su peripecia histórica: su arquitectura, a pesar de que ha sido víctima inclemente de nuestra ignara iconoclastia, conserva aún la dignidad y el interés capaces de producir una auténtica emoción. Basta con relacionar edificios, calles y plazas con sus circunstancias históricas, con los personajes que las hicieron posibles. Basta con pasear por la ciudad mirándola con atención, leyéndola y reviviéndola; será suficiente con rememorarla, para quererla.

          Me interesa hoy, especialmente, el capítulo de las empresas culturales, que es la mejor corroboración del pulso histórico de nuestra ciudad y, en especial, las que vio surgir nuestra población durante el siglo XIX, nuestro  auténtico siglo de oro por la profusión y envergadura de los empeños colectivos. Un somero repaso de aquéllas puede resultarnos gratamente sorprendente:

               1835   ESCUELA DE NÁUTICA (1ª de su género en España)

               1837   SOCIEDAD ECONÓMICA DE AMIGOS DEL PAÍS DE SANTA CRUZ DE TENERIFE

               1840   CASINO DE TENERIFE

               1841   LICEO ARTÍSTICO Y LITERARIO DE SANTA CRUZ DE TENERIFE (en el Teatro de la calle de La Marina, con secciones de Literatura, Música, Pintura y Declamación)

               1844   PRIMERA ESCUELA MUNICIPAL

               1846   SOCIEDAD DE BELLAS ARTES (Pedro Maffiotte, Bernabé Rodríguez., Nicolás Alfaro y Francisco Aguilar)

               1848   SOCIEDAD FILARMÓNICA (Carlos Guigou)

               1849   REAL ACADEMIA DE BELLAS ARTES

               1868   SOCIEDAD DE SOCORROS MUTUOS Y  ENSEÑANZA GRATUITA (Bernabé Rodríguez)

               1869   EL GABINETE INSTRUCTIVO (hasta 1902)

               1875   LA TERTULIA (Plaza de la Constitución, nº 9)

               1876   INSTITUCIÓN DE 2ª ENSEÑANZA

               1878   EL GABINETE CIENTÍFICO DE TENERIFE (Juan Bethencourt Alfonso)

               1879   SOCIEDAD SANTA CECILIA

               1880   ACADEMIA MÉDICO-QUIRÚRGICA (luego Real Academia de Medicina de Distrito de Santa Cruz de Tenerife)

                          MUSEO ANTROPOLÓGICO Y DE HISTORIA NATURAL De SANTA CRUZ DE TENERIFE (Bethencourt Alfonso)

               1887   OBSERVATORIO METEOROLÓGICO

               1888   BIBLIOTECA MUNICIPAL

               1900   MUSEO MUNICIPAL DE BELLAS ARTES

          Al pararme aquí, dejo a un lado las numerosas surgidas en el siglo XX, tales como la Escuela de Comercio, el Círculo de Bellas Artes, el Conservatorio de Música, la Orquesta de Cámara de Canarias (luego Sinfónica de Tenerife), la Gaceta de Arte, la Masa Coral Tinerfeña, La Unión Artística de El Cabo y tantas otras que omito en razón de la brevedad.

          Pero, entre aquellas que surgieron en el XIX, estuvo, cómo no, la que hoy nos cobija, que nació con el nombre de EL RECREO, en agosto de 1855, en la calle de la Cruz Verde, nº 4, y de la que, 42 días más tarde, se escindió un grupo de artesanos que fundó EL PROGRESO, en la calle de la Noria, nº 1. Esta última, dos años más tarde, cambia su nombre por el de LA AURORA y se instala en la calle del Tigre.

          El Recreo y La Aurora mantuvieron una sonora y sostenida rivalidad en la calidad y el éxito de sus fiestas, hasta que se fusionaron en 1868 bajo el nombre de CÍRCULO DE AMISTAD, que se ubicó en la Plaza de la Iglesia (en el lugar donde posteriormente se construiría la Fábrica de Tabacos “La Tinerfeña” de Manuel Herrera) y tuvo un local teatral decorado por el pintor Cirilo Romero (que había sido presidente de El Recreo) y una importantísima biblioteca, entre otras instalaciones.

          Allí permaneció hasta 1892 en que el fuego las consumió por completo, desapareciendo sus valiosos archivo y  biblioteca, etc. Fue, aquél, un momento clave en la historia de la sociedad, porque estuvo a punto de desaparecer, pero, cual ave Fénix, renació de sus cenizas, para reiniciar sus actividades, primero en la calle del Castillo, nº 90, sede del Círculo Mercantil; luego en la calle del Clavel, nº 11 y, más tarde, en la de San Felipe Neri (hoy Emilio Calzadilla) donde aún permanece.

          Finalmente, el 30 de octubre de 1903, recibió la inyección juvenil y animosa de la toscalera sociedad XII DE ENERO (en la que se integraba el Orfeón de la Asociación Obrera) y pasó a denominarse CIRCULO DE AMISTAD XII DE ENERO, largo nombre en el que, se condensaba verdaderamente su larga y azarosa peripecia histórica.

          Fueron necesarios, por tanto, para su gestación 48 años y desde entonces, cada vez más pujante, ya ha sobrevivido más de un siglo, que cumplió el año pasado. El próximo, se cumplirán los 150 de su origen, del nacimiento de aquel RECREO, cuyo nombre nunca ha dejado de estar en boca de las  generaciones posteriores, casi como sinónimo de este Círculo de Amistad XII de Enero; una larga vida que no es posible entender sin la solidez de unos planteamientos inteligentes, sin una tenaz vocación renovadora, sin una firme voluntad de existir siendo útil y sin el profundo arraigo entre la población que la  ha sostenido y la sostiene.

          He repasado las páginas de su historia escrita por Juan Arencibia y el balance es, en verdad, prodigioso: las mil y una fiestas y bailes; los incontables oradores que han ocupado esta tribuna, los conciertos y recitales de piano, de canto, de agrupaciones corales, de conjuntos de cámara, de agrupaciones de pulso y púa, de rondallas, de agrupaciones líricas y folclóricas; las representaciones teatrales a cargo de grupos locales; las puestas en escena de zarzuelas; los equipos deportivos de billar, tenis de mesa (ping-pong en nuestros años mozos), ajedrez, baloncesto, gimnasia, judo, natación, etc.; y tantas otras actividades que renuncio a enumerar para no caer en olvidos, y que todos ustedes conocen mejor que quien les habla.

          Pero es, además, su estar ahí, su saber estar, su disponibilidad absoluta para colaborar en cualquier actividad que redunde en beneficio no ya sólo de sus socios, sino de la ciudad y de la isla entera.

          Como ocurre casi siempre en toda actividad ciudadana sostenida, la mejor concreción de todo ello se refleja en su realidad arquitectónica: desde aquel magnífico edificio de estilo francés que diseñara el arquitecto Mariano Estanga en la primera década del siglo XX y del que nos quedan la espectacular fachada y la interesante escalera interior, sabiamente trazada y con una deliciosa baranda modernista mixta de forja y fundición, a la formidable realidad actual, pasando por las obras de reforma de los años 40, culminadas en 1952 ; por la terraza y la ampliación hasta Emilio Calzadilla; por las instalaciones deportivas de Barranco Hondo, inauguradas en 1985; y finalmente, por la nueva ampliación por la calle Emilio Calzadilla.

          Todo ello configura a este Círculo, que goza de un amplísimo apoyo social, como una sociedad ejemplar, y encuentro que su trayectoria corre pareja con los empeños en los que siempre fue tan generosa nuestra ciudad. Desde luego, este entrañable Recreo puede ser paradigma de lo mucho y bueno que se puede conseguir con iniciativa, coraje y tenacidad. La ciudad así lo reconoció cuando, en 1982, en su 125º aniversario, le concedió su Medalla de Oro, porque, por derecho propio, el Recreo es hito y referencia imprescindible en ella. Y el Cabildo, consciente de que su dimensión rebasa lo local y se proyecta en el ámbito insular, hizo lo propio.

          Y vuelvo al principio cuando decía que estos socios a los que hoy se premia por sus 40 años de fidelidad a la sociedad, son memoria viva de este periodo, que no ha sido una época rutinaria ni de trámite, sino más bien aquella en que experimentó una expansión espectacular en sus instalaciones sociales hasta auparla a un nivel sin rival en nuestras islas.

          Quizá, en su momento, sumergidos en el diario acontecer, no se concedió especial importancia a lo que se iba haciendo, pero ahora, con la perspectiva que da el tiempo, al rememorar, junto a tantas amistades, a tantos compañeros y compañeras (¡cuántos noviazgos y matrimonios se habrán consolidado aquí!), a tantos ratos de diversión o de controversia (que también los ha habido), el esfuerzo realizado, se adquiere la certeza de que se hizo algo importante y valioso.

          Por ello quiero expresarles, como ciudadano, mi más sincera admiración por su ejemplo, mi más sonoro aplauso por su esfuerzo y mi más sincera y profunda gratitud por su aportación, y creo que, en ello, puedo hacerme portavoz de nuestra ciudad entera, que se enorgullece cumplidamente de su buen quehacer: GRACIAS, MUCHAS GRACIAS A TODOS.

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