Apuntes tagananeros (Retales de la Historia - 35)

Por Luis Cola Benítez  (Publicado en La Opinión el 4 de diciembre de 2011).

 

          Dicen los que saben de estas cosas que Taganana nació al amparo de los cañaverales, y así debió ser, puesto que las primeras noticias nos hablan del cultivo intensivo de la caña de azúcar, llegando a contar con alguno de los mayores ingenios de la isla. Ello fue así porque tratándose de zona muy rica en aguas, a partir de 1501 el Adelantado concedió datas y heredamientos a algunos de los que habían colaborado con él en la conquista, siendo los primeros en establecerse nueve familias de Lanzarote y Fuerteventura.

          Asombra pensar e imaginar cómo podían aquellos pobladores exportar sus productos desde las abruptas tierras de tan recóndito valle, que al principio sólo disponía de dos vías de comunicación: el antiguo camino guanche por el valle de El Bufadero o mediante el embarque por las playas de su costa, a las que pronto se unió una tercera vía por el camino de La Laguna, a través de Las Mercedes.

          En 1507 ya se conocía el lugar como valle de Santa María de las Nieves, lo que indica que ya existía un lugar de culto en el que se veneraba dicha advocación mariana, y de estos años es la iglesia parroquial, siendo posterior la ermita de Santa Catalina, situada frente a la iglesia al otro lado de la plaza, construida hacia 1621. El templo, de tres naves y columnas toscanas, junto con la imagen de la Virgen custodia la joya flamenca del tríptico de la Natividad, atribuido a Marcellus Coffermans, y un Crucificado conocido como “Cristo del Naufragio” o "del Flachat”, por haber sido rescatado de los restos de un buque francés de dicho nombre naufragado en las costas de Anaga en 1898.

          A la exportación de azúcar siguió la de los vinos de la zona, y también hay constancia de embarques de maderas, como cuando en 1549 había necesidad de grandes vigas para la obra del embarcadero de Santa Cruz y los bosques próximos al puerto ya estaban esquilmados.

          En el primer deslinde municipal realizado en 1804, Taganana quedó fuera de la jurisdicción de Santa Cruz, hasta que en 1848 los vecinos solicitaron agregarse, lo que tuvo lugar dos años después junto con los de San Andrés. Por estos años, según el padrón eclesiástico, Taganana tenía 231 vecinos, equivalentes a 1.155 habitantes, y Olive nos dice que la población la formaban 29 casas terreras, 8 de dos pisos y 9 chozas.  Casi un siglo más tarde, en 1973, contaba con 301 casas, de las que sólo 220 estaban habitadas, lo que nos habla de la crisis que sufría el lugar y de la emigración.

          Tras la revolución de 1868 Taganana se declaró independiente e instaló ayuntamiento propio, pero nueve años más tarde volvió a solicitar su agregación a Santa Cruz. El principal problema a lo largo de toda la historia de este rico valle ha sido siempre lo dificultoso de sus comunicaciones con el resto de la isla y, especialmente, con su capital, con la que no tuvo conexión telefónica hasta 1920. En cuanto a carreteras, en 1882 se aprobó el primer proyecto, cuya construcción no comenzó hasta tres años más tarde, pero en 1887 todavía las obras no habían alcanzado El Bufadero, y no es hasta 1917 cuando se comienzan las gestiones para la construcción del tramo que partía de San Andrés. En 1960 ya se había alcanzado la divisoria de la cumbre en El Bailadero y ocho años después se concluyeron los trabajos y la ansiada carretera llegó, por fin, a Taganana.

          El aislamiento hacía que las épocas de crisis fueran especialmente duras, siendo la emigración la única salida para sobrevivir a las dificultades y, como es sabido, la mayor parte de las veces era América el destino elegido, en una ilusionante aventura de expectativas frustradas en más ocasiones de las deseadas. Sin embargo, también se dieron casos contrarios. Cuando el tagananero José de Vera Perdomo llegó con su familia a Uruguay, los canarios que le habían precedido en una primera expedición, vivían acampados en precarias condiciones y todo era pobreza y desesperanza. Organizado el asentamiento, el 1 de enero de 1729 José de Vera fue nombrado primer alcalde de  Montevideo, cargo que ocuparía en tres ocasiones más.

          También habría que destacar la participación ciudadana de Taganana y sus contornos, cuando cientos de paisanos encabezados por su alcalde se unieron a las fuerzas mandadas por el teniente coronel Creagh y el teniente Siera, para cerrar el paso hacia La Laguna de las fuerzas inglesas que habían desembarcado por El Bufadero en julio de 1797. Se trata de un curioso episodio que está a la espera de un más detallado estudio y de una investigación de mayor profundidad.

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