Presentación del libro de Juan Tous Meliá "El cañón Escorpión"

Presentación a cargo de Emilio Abad Ripoll (Casa Salazar de Santa Cruz de La Palma, 23 de abril de 2009)

          Seguramente a más de uno de ustedes les habrá tocado la china de presentar un libro y entenderán mi preocupación, pero si la obra está escrita por un amigo, como me ocurre hoy, la labor es más difícil, pues, por un lado, no quisiera que mi afecto hacia Juan Tous les pueda hacer creer que ha ejercido una poderosa influencia sobre el concepto que me merecen libro y presentado. Y por otra parte, si para evitar ese posible malentendido me inclino hacia el lado de una mal aplicada ecuanimidad, seguro que mis palabras empalidecerían matices del conjunto en detrimento de la verdadera valía de ambos, obra y autor.

          Espero que no me ocurra nada de lo anterior y que sea capaz de reflejar fielmente el concepto que del Coronel don Juan Tous Meliá tiene quien les habla y lo que, de corazón, me ha parecido su nueva obra.

          Quiero empezar dando las más sinceras gracias a la Cosmológica, personificada en su Presidente, por ofrecerme la oportunidad de volver a visita La Palma y por distinguirme con su amistad. Y a Juan, por pensar de nuevo en mí para presentar otro libro suyo, elección en la que, sin duda, han pesado mucho mis características de artillero -vamos a hablar de un cañón, o de muchos cañones- y de viejo amigo, pues no en vano nos conocemos desde un ya muy lejano (pero que parece ayer) septiembre de 1959, cuando nos encontramos por primera vez en los pasillos de la Academia General Militar, en Zaragoza. Y gracias también a todos ustedes por su asistencia.

          Bueno, vamos a entrar en materia diciéndoles que voy a dividir mis palabras en 3 apartados: El primero estará dedicado, como es lógico y preceptivo, al autor; el segundo al libro, que para eso han venido ustedes; y en el tercero haré unas consideraciones en voz alta, y se verán ustedes libres de mí.

 

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          No es la primera vez que me toca hablar en público de Juan Tous, pues al menos recuerdo otras dos: la presentación de su libro dedicado al cañón Tigre y la segunda cuando donó al Museo Histórico Militar de Canarias, una hermosa maqueta de una coca mallorquina -quizás el primer tipo de barco que arribó desde el mundo civilizado a nuestras costas canarias- construida bajo su dirección. En ambas ocasiones, 1999 y 2005, empecé mis palabras remedando una conocida sevillana de mis tiempos andaluces y, no cantando, que no me atrevo, sino dejando bien sentado que ¿qué le digo yo a Juan Tous que no le haya dicho nadie?  En ambos casos, como hoy, conté de él:

               - que es Coronel de Artillería y pertenece a la 18 Promoción de la Tercera Época de la Academia General Militar (en la que ingresó con 17 años en 1959) y a la 251 del Arma de Artillería.

               - que sus principales cursos militares, una vez promovido al empleo de Teniente en 1963, fueron los de Especialista en Sistemas de Direcciones de Tiro y de Detección y Localización de Objetivos, Oficial Táctico de Misiles Tierra-Aire Hawk, los primeros misiles con que se dotó a nuestras Fuerzas Armadas a partir de 1965, y de Programador de Informática.

               - que hizo importantes incursiones en el mundo universitario, pues se licenció en Ciencias Químicas y tiene el Certificado de Aptitud Pedagógica.

               - que es un enamorado de la Enseñanza, y como consecuencia durante 8 años fue profesor en la Academia General Militar (donde impartió clases en el Grupo Científico, en el de Táctica y de Topografía) y durante varios cursos Profesor Encargado del Curso de Física General de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Zaragoza, además de ejercer otro profesorado, más modesto, pero no menos ilusionante, el de profesor de Física en una Academia Preparatoria Militar que, bajo los auspicios de Capitanía General, se montó en Tenerife hace ya más de un cuarto de siglo y desde la que ingresaron en los Ejércitos españoles, como oficiales o suboficiales, más de un centenar de jóvenes en los aproximadamente 10 años en que funcionó.

               - que es un investigador incansable, exhaustivo, lo que le ha llevado a publicar muchos libros (3 de ellos galardonados con segundos y terceros puestos en los Premios Nacionales de Edición del Ministerio de Cultura), a escribir numerosos artículos, varios ensayos, a pronunciar innumerables conferencias, a ser comisario de varias exposiciones, como las que sobre las muralla de su natal Palma de Mallorca estuvo abierta más de un semestre en la capital balear o la itinerante de Cartografía canaria y a colaborar con diversas sociedades culturales y científicas, como por ejemplo, la Fundación Canaria Orotava de Historia de la Ciencia.

               - que, como acabo de decir, es mallorquín, pero afortunadamente para nosotros, y como consecuencia de haber conocido y casado con doña María Luisa Fajardo,  con la que tuvo 4 hijos, enraizado ya en La Laguna desde hace muchos años.

               - que ha estado destinado en Las Palmas, Tenerife, Jerez de la Frontera, San Roque, Madrid, Zaragoza y, otra vez, Tenerife. Y sólo ha ocupado en su vida matrimonial 18 domicilios.

               - que además de los destinos en Unidades, en la Academia General y en la 5ª Zona de IMEC, ha sido Director del Museo Histórico Militar de Canarias (1992-2000), en el que llevó a cabo una labor impresionante, y, más tarde, del Archivo Intermedio Regional (2202-2006), que bajo su batuta se puso en marcha, empezó la recogida y catalogación de miles de documentos de Centros y Unidades, terminó la catalogación de la documentación referente a las campañas de Ifni y Sahara (más de 10 Tm. de papeles), comenzó la del Archivo Histórico de Capitanía (aún en marcha) y dirigió el traslado desde sus antiguas instalaciones y el montaje del Archivo en el recinto santacrucero de Almeyda, en Tenerife. Se retiró en el año 2006.

               - que es socio fundador de la Tertulia Amigos del 25 de Julio, pertenece a la Asociación Española de Militares Escritores, es miembro de número del Instituto de Estudios Canarios, socio de la Real Sociedad Económica de amigops del País de Tenerife, Vocal de la Comisión de Seguimiento de la Fundación Mapfre-Guanarteme…

          Pero, además, de Juan Tous quiero destacar su enorme labor en el campo de la cartografía histórica, de la que es paradigma esa maravillosa serie bibliográfica que se titula Canarias según la cartografía. Y no puedo olvidar la publicación que dirigió de la monumental obra del Coronel Pinto de la Rosa Apuntes para la historia de las fortificaciones de Canarias. A veces, según la tan manida frase, los árboles no nos dejan ver el bosque; y eso nos ocurre en este caso. Tenemos a Tous tan cercano, que su figura nos apantalla casi la totalidad de su obra, aún inconclusa, pues, gracias a Dios, en su mente siguen bullendo nuevas ideas.  Ahora mismo tiene a punto de publicación una monografía titulada El Teide en la cartografía del siglo XVIII;muy adelantada otra, Islas Canarias: Cartografía y navegación en el siglo XIV. La coca bayonesa; y sigue recopilando datos para otra obra monumental: La demarcación de los límites de la América Meridional basándose en trabajos efectuados por Oficiales de los Reales Ejércitos  y la Armada españoles y sus colegas portugueses. Y en estos días anda liado recopilando información para un trabajo relativo a la erupción del Chinyero, en Tenerife, en este año que se cumplen 100 del fenómeno vulcanológico. Las Unidades de los Ejércitos desplegadas en el Archipiélago, y Canarias, y cada una de sus islas, tienen ya una enorme deuda de gratitud con el Coronel Tous, que ha escudriñado, investigado, sacados a la luz, desde los más recónditos archivos y los más apartados Museos, retazos de una bella Historia, tan alejada de las suposiciones, cuando no falsedades, con que algunos intentan desvirtuarla. De una Historia de Canarias, unida, como no podía ser menos, a la Historia de España por vínculos de sangre y de inteligencia... de esfuerzo humano, en definitiva. Tous es admirado por muchos compañeros, entre los que me cuento, pero también ha acercado la Cultura de Defensa a la sociedad civil en un grado tan alto que, sin duda, es hoy el militar más apreciado y respetado en el aspecto cultural del Archipiélago.

          Podría decir muchas cosas más de Juan Tous como persona. Nuestras vidas se han cruzado en muchas ocasiones: Cuando él era "novato" en Zaragoza, estábamos en la misma Compañía; cuando él estaba en 3º, y yo en 4º, compartíamos mesa y pan en el comedor de la Academia de Artillería en Segovia; convivimos algunos meses en el Grupo Hawk y ya en Tenerife la relación ha sido continuada y estrecha, en la citada Academia Preparatoria Militar y, especialmente, en los últimos años en que, por razón de nuestros destinos teníamos un trato diario. Pero para finalizar lo que he dicho de él, quiero destacar la que, para mí, es la principal faceta de su personalidad, y que ya hice constar cuando le presenté el libro del Tigre. En su obra Estampa de Capitanes escribía el General Vigón hace ya casi 7 décadas, “que a los hombres de voluntad persistente, su propia idea les sirve de guía; y estando aquella bien determinada, no se apaga la estrella que les marca el camino: esa clase de voluntad es cabalmente la que conviene al militar”. Y yo añado: esa es, cabalmente, la voluntad de Juan Tous. En toda su vida, en toda su trayectoria, una idea, su propia idea, como decía el Gral. Vigón, le ha servido de norte y guía: la idea de hacerlo bien. Gracias a Dios, esa idea no se ha apagado; ha sido, es y será, como les acabo de contar, hasta su último aliento, el motor de su existencia.

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          Vamos ahora con la segunda parte de esta intervención: el libro El cañón Escorpión. De la Torre de Londres al Castillo de Santa Catalina en la Isla de La Palma. El cañón que defendió la isla más de 300 año.

          Como él mismo nos explicará luego, Juan fue investigando, utilizando términos eléctricos, en paralelo sobre 3 cañones, lo que, en definitiva, ha devenido en una hermosa trilogía con la publicación de un libro dedicado a cada uno de ellos: El Tigre, El Hércules y El Escorpión, citados por orden de aparición en las librerías. Tres cañones que pese a haber nacido en lugares muy distintos (Sevilla, Flandes y Londres) siguieron ejecutorias similares (la defensa de las islas) pero con distintos destinos. El primero se quedó en Tenerife, que aunque estuvo apunto de perderse y su fama pasó por altibajos, ahora es reconocido y admirado; el segundo y el tercero marcharon al Museo de Artillería y luego del Ejército, en Madrid. El Hércules se ha podido recuperar hace tan sólo poco más de tres años años, y encabalgado en una monumental cureña descansa su mole muy cerca de El Tigre, en el Museo Militar de Almeyda, en Tenerife, para pasmo de visitantes. El Escorpión, sin embargo, y pese a las gestiones realizadas, sigue en la Península.

          Las tres obras tienen una especie de hilos conductores que las enlazan y relacionan:

               - el amor que Tous siente por la Artillería, la Historia y la Verdad,…

               - su espíritu investigador y…

               - sus inclinaciones pedagógicas.

          En consecuencia, a lo largo de los tres libros, y basándose en obras de reputados tratadistas (Morla en el caso de El Tigre, Collado en el de El Hérculesy Espinosa en el de El Escorpión) encontramos capítulos técnicos del Arma de Artillería (cómo y donde se hacían los cañones, cómo eran, sus diferentes clasificaciones, cómo se tiraba con ellos, etc. etc. entre los siglos XVI y XVIII); y nos tropezamos con retazos históricos de importante valor (como la Historia de la Artillería en Canarias, los intentos históricos de invasión, la defensa del Archipiélago, etc. etc.).

          Y, en relación concreta con El Escorpión, Juan empieza a hablarnos de algo que espero que luego desvele personalmente: cómo se empezó a interesar por la historia del cañón y los pasos que tuvo que dar para ir descubriéndola.

          Se refiere luego a la artillería de mediados del siglo XVI -es decir, la época en que se fabricó El Escorpión- para lo que nos introduce, de la pluma de Cristóbal de Espinosa y a través de las páginas de su manuscrito titulado Alvaradina, en aquella definición de que la artillería es "Sustento, Fuerza, Dureza y Sabiduría". En este apartado nos describe también los tubos, nos explica cómo se hacían las pólvoras, cuáles eran los diferentes tipos de balas, la clasificación de las piezas y los distintos modos de apuntarlas. Es un capítulo técnico, pero que les aseguro que se puede leer prestando cierta atención a definiciones y explicaciones.

          Llega luego la apasionante parte de la historia del cañón, de cómo llegó aquí desde tan lejos como la Torre de Londres y las circunstancias históricas y militares que lo posibilitaron. También nos enteramos de algo que no es nuevo: lo cara que resultaba la Defensa en los siglos XVI y XVII, pues Tous nos cuenta lo que valía la fabricación y el transporte de las piezas desde sus lugares de origen, para llegar a cifras totales, que, sin duda, serían un gasto extraordinario para la época, pero que se compensaría con creces sólo con la disuasión y, especialmente, con el empleo de aquellas armas. Y también conoceremos que nuestro cañón no se llamaba así popularmente, sino La Melcocha.

          En este mismo apartado nos describe Juan minuciosamente el cañón, con la ayuda de fotografías y unas láminas dibujadas por J.M. Beltrán, según medidas tomadas por el mismo Tous a la pieza. Conocemos quienes fueron sus fundidores, los hermanos Owen, y el porqué del escorpión o alacrán grabado en el primer cuerpo del cañón y de una inscripción en latín con que se adorna. Mención especial merece el minucioso estudio del montaje, es decir, de la cureña y las ruedas, verdadera labor de hormiga investigadora que concluye con la determinación de sus dimensiones exactas.

          La siguiente parte se dedica a resumirnos la organización defensiva de la isla de La Palma en la segunda mitad del XVI y la formidable respuesta desde tierra al frustrado intento de invasión de Francis Drake, a mediados de noviembre de 1585, que convenció al inglés de que era más conveniente seguir su viaje hacia la América hispana, y ver lo que podía rapiñar allí, que enfrentarse a los cañones palmeros.

          Pasa luego el autor a describirnos la bellísima panorámica de Santa Cruz de la Palma titulada Nobilisima Palmaria Civitas, que muchos de ustedes conocerán, pues esa obra de finales del XVIII,  realizada con acuarela y tinta sobre papel, y de unas dimensiones de 182,5 por 38,5 cm., se conserva en la Cosmológica.

          Hace Tous otra incursión en la historia hablándonos de la tradición de la bajada de la Virgen de las Nieves y del famoso “Diálogo entre la Nave y el Castillo”, y nos relata como la piedad popular atribuyó a la Virgen el año 1770, cuando había bajado a Santa Cruz, la limitación de daños producidos por un pavoroso incendio que se declaró en la ciudad.

          Y termina el libro con una serie de apéndices en los que se amplían y detallan varias de las partes de que consta la obra. Y podrán también en uno de ellos leer su opinión particular, con la que coincido plenamente, y así lo manifestamos públicamente y por escrito, acerca de la decisión sobre el traslado del Museo del Ejército desde Madrid a Toledo.

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          Ya llegamos, por fin, a la tercera parte de mi intervención, haciendo unas consideraciones en voz alta sobre El Escorpión y el simbolismo que encierran sus muchos años de servicio. Sobre un cañón que en un día londinense, con muchas probabilidades húmedo y triste, de 1551 salió de los talleres de fundición de los hermanos Owen y que, pocos años después, seguramente menos de 6, respiraba el salitre del mar desde la plataforma y las troneras de Santa Catalina. Es difícil saber, imposible ya, quienes fueron sus compañeros, aquellos con quienes, bajo la luz diurna o en la oscuridad de la noche, velaba, las bocas dirigidas al Atlántico, como celosos guardianes disuasores ante quienes quisieran alterar la paz de una pequeña población y de un pequeño puerto, que sin embargo debían ser importantes cuando tantos enemigos los codiciaban.

          Muchas veces sentiría sobre su dura piel de bronce el roce de manos que lo limpiaban y aseaban; también habría sentido en su ánima el paso de artilugios que la liberaban de los granos de sal y de la tierra que el viento, especialmente el del Sur, traía, oliendo a desierto. Habían pasado ya muchos años, aunque él no supiera de esas medidas humanas; había visto salir muchas veces, a su frente, una gran bola de fuego, parecida a la que él mismo escupía cuando le probaban para saber si aún servía para lo que fue diseñado y creado. Y allí estuvo mucho tiempo, como si no hiciera nada…

          Hasta que tenía que hacer, pues en algunas ocasiones, él y sus anónimos compañeros demostraron que por algo estaban allí. Varias veces, barcos llegados desde muy lejos lanzaron contra la ciudad, “su” ciudad, fuego, metralla y hombres; pero El Escorpión, sus hermanos y quienes los servían, supieron mantener alejados del suelo en que se apoyaban a quienes quisieron hollarlo. Seguramente, en las ocasiones en que ello sucedió, nuestro cañón, nuestros cañones, hubiesen deseado, como los artilleros que los rodeaban, gritar al viento su orgullo y su alegría. ¡Valían la pena los años pasados, sin al parecer hacer nada, preparándose para aquel momento!

          Si los cañones recuerdan y sienten, El Escorpión tuvo que sentir, y recordará, todo aquello. Y sabe que después de cada ocasión hubo festejos, y explosiones de pólvora que no salían de sus ánimas, sino que subían al cielo iluminando con alegres colores las caras de sus paisanos, porque él también era ya, y para siempre, de Santa Cruz, de La Palma. Y mucha gente se le acercaría, y lo acariciaría, e, incluso, habría hasta quién lo besara... Y oyó decir que siempre estaría unido a la ciudad...

          Pero luego pasaron los años. Y un día contempló y sintió, perplejo, como a él, y a sus compañeros, los descabalgaban de las cureñas, que habían sido su reposo, y los dejaban en el suelo. Y su boca, impregnada hasta ahora de sol y de mar, empezó a llenarse de tierra, guijarros e inmundicias.   Y oyó que ya estaban inservibles.

          Y luego, la hipotética sensibilidad de nuestro cañón de bronce, notaría, como 3 siglos antes, el balanceo del mar, aunque ahora el viaje sería mucho más corto. Y otros muchos años estuvo en un gran caserón, en un Museo, rodeado de otros compañeros que no eran los de La Palma, pero que también le contarían terribles  noches de fuego en su permanente servicio a los españoles.

          Hoy, posiblemente El Escorpión estará ya enterado de que uno de ellos, El Hércules, ha vuelto a Canarias y su viejo corazón de bronce habrá destilado unas gotas que los técnicos dictaminarán que son el resultado de alguna reacción química debida a la antigüedad del material,… sin saber que también el ánima de los cañones sufre y llora.

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          Termino. Reitero las gracias del principio y me uno a las que luego exprese Tous a patrocinadores, impresores y colaboradores. Con mis palabras he querido rendir tres sencillos homenajes:

               - el primero a Juan Tous, que se ha ganado a pulso, por su permanente trabajo, el reconocimiento del pueblo canario. Lo que Juan lleva haciendo ya muchos años, esa continua labor de investigación para que los demás conozcamos mejor de donde venimos y la tierra que pisamos, y esa incardinación de la Historia de todas nuestras islas en la de España merecen algo más, mucho más, que mis pobres palabras.

               - el segundo a las Milicias palmeras, especialmente hoy a los milicianos artilleros que sirvieron en los castillos y fortalezas de La Palma. Lo he dicho ya muchas veces, en esta isla y en las demás, y no me cansaré de repetirlo: es vergonzoso que no haya una sola calle en el Archipiélago dedicada a las Milicias Canarias, a quienes durante más de 300 años, prácticamente en coincidencia con los que pasó aquí El Escorpión, estuvieron permanentemente prestos a la defensa de su terruño. Hora es ya de que nuestras autoridades se ocupen de remediar tamaña injusticia.

               - el tercero a nuestro cañón de esta noche, El Escorpión, símbolo de una defensa secular, pero también de la vida que Juan y yo y muchos otros hemos vivido: la militar. Un período, en nuestro caso, de más de 45 años dedicados al Servicio a los demás, a prepararse, a veces ante la indiferencia de muchos y el rechazo de algunos, para algo no deseable, que en el caso de El Escorpión llegó, pero que en el de otros (y las dos palabras siguientes van entrecomilladas) “sólo sirvió” para que el hecho no se produjera.

          Sinceramente, desconozco si El Escorpión está incluido entre las piezas expuestas en el nuevo Museo del Ejército, en el Alcázar de Toledo. Si fuese así, sería muy difícil conseguir que volviese a la isla. Si estuviese almacenado, a lo mejor valía la pena volver a intentarlo.

          Lo que sí me gustaría mucho es venir alguna otra vez a La Palma y ver a los adultos admirar nuestro cañón de esta noche, encabalgado en una hermosa cureña en la plataforma del Castillo de Santa Calina, “en su sitio”; y las manitas de los niños acariciar, entre expectantes y temerosas, la dura piel del viejo Escorpión. A mi me parece que ese sería el mejor homenaje que podría rendirse por su servicio a los demás a nuestro cañón y a nuestro Coronel Tous.

          Muchas gracias y buenas noches.

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