Presentación de don Pedro Doblado Claverie

Por Luis Cola Benítez  (Casino de Tenerife, 14 de junio de 2004)

          Sin ser culpable de ello, tengo que explicar a todos ustedes la razón por la que me encuentro aquí, en el tremendo compromiso de hacer la presentación de la personalidad que abre hoy este prestigioso ciclo de conferencias, personalidad que, como ustedes bien saben, no precisa de presentación alguna. Les aseguro que yo no he buscado esta situación, por lo que las reclamaciones deben hacerlas al propio conferenciante, que me ha sorprendido con el encargo de este honroso cometido, sin duda como consecuencia de cualquiera sabe qué clase de mala pasada que le habrán jugado sus siempre admiradas y despiertas neuronas. Se hace evidente así que el mejor escribano puede hacer un borrón. Y, dicho esto en descargo de mi conciencia, procedo a la presentación del susodicho.

          Señor presidente del Casino de Tenerife, dignísimas autoridades, señoras, señores: es para mí un placer y un alto honor presentar a ustedes al Excelentísimo  Señor Don Pedro Doblado Claverie. Y ya está.

          Esto debería bastar, y hasta mucho me parece, pues incluso esta escueta y simple presentación sobra y está de más, porque, ustedes bien lo saben, resulta innecesaria. En esta ilustre Sociedad, en esta Ciudad, en esta Isla, y podríamos seguir ampliando el ámbito geográfico y social, ¿quién no conoce a don Pedro Doblado Claverie?

          En lo que a mí respecta, le recuerdo, muy lejanamente, en el colegio de las Escuelas Pías, donde la diferencia de los pocos años que me lleva, era entonces suficiente para que los de su curso nos consideraran a los del mío como niñatos recién destetados, con los cuales los hombres ya hechos y derechos de quince o dieciséis o diecisiete años no se dignaban tratar. Él terminó el bachillerato y se fue a la Universidad con la original intención de iniciar los estudios de abogacía, y todavía los de mi curso seguimos varios años en el recordado Quisisana; y alguno hizo el chiste malo -estaban de moda aquellos chascarrillos de cuál era el colmo de los colmos- sobre lo curioso que resultaba que Doblado estudiara Derecho. Y precisamente en el ambiente universitario fue cuando de nuevo tuve conciencia de su existencia, al encontrármelo, ya en posesión de su título de Licenciado e ingresado por oposición en el Cuerpo Especial de Secretarios Contadores de Puertos, como Jefe del SEU, aquel peculiar órgano  estudiantil, apelado entonces sindicato.

          No puedo cansarles relatándoles su denso y brillante currículum, ni turbar la modestia con la que Pedro Doblado transita por la vida sin hacer ruido, como si nada hubiera hecho -aunque seguro que en su fuero interno se sabe responsable de muchos logros-, pero a partir de entonces pareció embargarle un irrefrenable afán por hacer cosas, y no sólo las hizo, y muchas, y las sigue haciendo, con un entusiasmo y capacidad de trabajo envidiables, sino que por si fuera poco las hace bien. Por otra parte, yo había preparado un resumen de toda su trayectoria vital y pública, que la organización de este ciclo me ha chafado alevosamente al incluir en el programa un detallado y exhaustivo currículum que agota para mí cualquier posibilidad. Y, ahora, ¿qué digo yo?

          Ante tal situación, no puedo hacer otra cosa, me es forzoso, que recomendarles que lean el programa. Pero hay aspectos que allí no se citan y que ayudan a conocer el nivel intelectual y profesional de nuestro conferenciante de hoy. Por ejemplo, no se cita su repetida presencia en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, sus estudios en la Universidad Alemana de Erlangen y de Administración Local en diversos centros de España, sus títulos de Alta Dirección expedidos por Londres y Madrid, de Marketing, de Planificación Estratégica, de Urbanismo, de Gestión Financiera y Recursos y de Gestión Económica, este último de 1990.

          Pero, al margen de su eficaz gestión profesional vinculada al puerto de nuestra capital, -y aquí habría que decir a su muy querido puerto, por el que siente verdadera pasión- quiero detenerme, de manera especial, en su etapa y su actuación como alcalde de nuestra ciudad, la cual, como se dice en el programa, él mismo reconoce como la más intensamente vivida, y seguramente, añado yo, la más gratificante por los logros alcanzados, y que tuvo como resultado una de las gestiones más brillantes y fecundas de nuestra corporación municipal en el pasado siglo XX. Pedro Doblado se erigió, sin duda, en uno de los más grandes alcaldes de Santa Cruz, a base de dedicación, planificación, trabajo y buen hacer, obviando cuanto pudiera sonar a demagogia. Y yo pienso, sinceramente, que la ciudad está aún en deuda con él, por la ingente e importantísima labor desarrollada durante su mandato, cuyos beneficios se han prolongado en el tiempo y de los que Santa Cruz todavía se está beneficiando.

          Por ejemplo, ¿no oyen ustedes hablar ahora de las obras de la Vía del Barranco de Santos que se están ejecutando? Pues bien, Pedro Doblado ya la había planeado hace la friolera de cerca de cuarenta años. Y lo mismo ocurre con la tan cacareada Vía de Cornisa, tan necesaria para aliviar el tráfico de un sector muy importante de nuestra ciudad y que aún sigue durmiendo el sueño de los justos.

          La visión de aquel alcalde no se limitaba al estricto perímetro de la ciudad y era consciente de que algunos problemas trascendían de su ámbito y que era necesario -y lo sigue siendo- afrontarlos desde una acción conjunta con otros estamentos y otras administraciones. En este aspecto, mucho se debe a su amplia y sólida preparación y, sobre todo, a su excepcional visión para saber abarcar los problemas en su integridad y a la capacidad para acercarse a sus soluciones de una forma global. Eran muchos los problemas que Santa Cruz tenía cuando él se hizo cargo de su gestión. La ciudad crecía y crecía, pero su traje y sus recursos no daban más de sí.

          Así, entre los primeros decretos de su mandato figura uno designando una comisión especial para el estudio de los problemas que afectasen conjuntamente a este municipio y al de La Laguna. Esto ocurría en enero de 1965, a los pocos días de su toma de posesión; pues bien, en el mes de mayo presentó una moción sobre la posible unión de ambos Municipios y, abierta y generosamente, propuso plantear al Ayuntamiento de La Laguna que presentara la fórmula que estimase más conveniente para alcanzar acuerdos, incluyendo también a El Rosario y Tegueste. En agosto La Laguna desestimó la propuesta, pero aceptaba acuerdos para mancomunar servicios. Ya en 1969 presentó otra moción sobre el Plan Comarcal y propuso la creación de una Comisión Intermunicipal entre Santa Cruz, La Laguna, El Rosario y Tegueste. El primero y fundamental paso estaba dado. Luego..., ya conocemos la historia.

          Pero hay otros aspectos de su gestión que yo considero que son vitales, y que, aunque contenidos en el texto del programa, no me resisto a resaltar por haber resultado determinantes para el futuro de la Ciudad, y cuyas positivas consecuencias no sólo seguimos palpando cuarenta años después, sino que han marcado indeleblemente la calidad de vida de los habitantes de Santa Cruz. Además de poner las bases del Plan Comarcal, hay que citar, por una parte, la realización de una serie de planes que permitirían completar y renovar de forma integral la infraestructura de toda la Ciudad: alcantarillado, alumbrado público y pavimentación total; por otra, inicia la traída de aguas por canales propios del Ayuntamiento, completando el sistema de depósitos reguladores y su distribución. Los que tenemos ya algunos años recordamos los frecuentes y molestos cortes del suministro, que a partir de entonces comenzaron a ser excepcionales hasta, afortunadamente, desaparecer. En reconocimiento por este logro Pedro Doblado ha sido galardonado recientemente con el premio de la Aguadora de EMMASA, simpático galardón que une a su copiosa lista de altas distinciones.

          Si por su repercusión popular hay que resaltar también la creación de la Playa de las Teresitas, impactante y original idea en aquellos años, no puede olvidarse algo que, agotadas las posibilidades de la emprendida Reforma Interior, con la que la urbe creció sobre sí misma, vino a representar un nuevo horizonte de desarrollo y expansión. Me refiero a la anexión, mediante pacto con el municipio de El Rosario, de 1.500 hectáreas de terreno, que venían a duplicar las posibilidades de desarrollo urbano existentes hasta entonces.

          Todo lo expuesto, y mucho más que omito, y que relatado aquí con la premura propia del caso parece una fluida concatenación de hechos más o menos eficaces, fue el resultado de una labor incansable, luchando con toda clase de dificultades, viajes a Madrid, entrevistas con Ministros, Subsecretarios, Directores Generales, ímprobos esfuerzos para agenciar recursos, gestiones con el Banco de Crédito Local, con los Ministerios para conseguir ayudas y subvenciones, etc., en representación de un ayuntamiento cuyo presupuesto apenas alcanzaba los doscientos millones de pesetas. Así se pudo poner en marcha, entre otras cosas, la Ordenación del Centro Comercial, el Plan Comarcal, la Modificación del Plan General de Urbanización, y la de Volúmenes en el Plan General, el proyecto de remodelación de la playa de Las Teresitas, etc.

          Además, había que realizar el trabajo que podríamos llamar doméstico, el día a día de la corporación, entre el que no fue el menos importante una necesaria y total reorganización administrativa y un elaboradísimo plan de prioridades de ejecución, del que hasta entonces no disponía el municipio. Y yo no sé cómo pudo ocurrir, pero ocurrió: En mis rastreos de los libros de actas municipales, me he visto sorprendido por el hecho de que al menos en tres ocasiones la Corporación en pleno felicitó a su alcalde por los éxitos alcanzados en sus gestiones a favor del municipio, llegando alguna vez incluso a ovacionarle. Este excepcional comportamiento corporativo pudiera parecer condicionado por razones de afecto personal o de otro tipo, vayan ustedes a saber, pero lo verdaderamente insólito es que se dio el caso, yo creo que único en los doscientos años de existencia de nuestro Ayuntamiento, de que, no ya sus compañeros de corporación, sino el cuerpo en pleno de funcionarios municipales solicitara que constara en acta su felicitación al alcalde. Ello da la medida, no solo de su eficaz mandato, sino también de la calidad humana de Pedro Doblado.

          Su actuación y su capacidad de trabajo no podían pasar desapercibidas y sus ecos llegaron más allá de la punta del muelle. Por ello, en 1969 es designado Delegado del Gobierno y Presidente de la Comisión de Planeamiento y Coordinación del Área Metropolitana de Madrid, casi, casi con las responsabilidades de un Ministerio. Ello implicaba hacerse cargo de la revisión del Plan General de Ordenación Urbana de la Capital de España y su Área Metropolitana, coordinando las competencias urbanísticas y de política territorial del Estado, del Ayuntamiento de Madrid y de los demás municipios afectados. Preside también la Asociación de la Zona Comercial Avenida, primer centro comercial de Madrid, en la Avenida de la Castellana, y promueve la remodelación del centro que dio paso a la actual plaza Picasso.

          Es cierto, por si ustedes no lo saben, que para alcanzar las altas cotas de prestigio y eficacia a las que ha llegado don Pedro Doblado, se ha valido de un viejo truco, de una antigua fórmula mágica, no por sabida más utilizada y muchas veces olvidada. Todos la conocemos, pero lo verdaderamente difícil es ser capaz de aplicarla. Esta milagrosa receta es bien sencilla, consta sólo de tres palabras y está al alcance de cualquiera de nosotros. Y estas palabras son: trabajar, trabajar y trabajar.

          Y Pedro Doblado continúa haciéndolo con el mismo talante que le han valido, hasta ahora mismo, sus galardones en recientes competiciones deportivas, y con la generosidad y desprendimiento de un alma entregada a los demás. Y yo, que desafortunadamente no he alcanzado nunca su eficacia en el trabajo, sí que me siento totalmente identificado con él por el profundo y vehemente amor que ambos compartimos por nuestro Santa Cruz del alma. Por ello nos encanta hablar de nuestra ciudad, de su historia, de su futuro y de cuantos proyectos le puedan afectar. Y él, generosa y deportivamente, se desprende de parte de su valioso tiempo para dedicarlo a la tertulia televisiva de Canal 7 del Atlántico, en unión de Juan Arencibia y Sebastián Matías Delgado –tres auténticos mosqueteros defensores de nuestra memoria histórica de los que siempre estoy aprendiendo-, sin más pretensiones que contarles a los demás cosas de nuestra tierra y de nuestras gentes y hacer partícipes a cuantos quieren escucharnos de nuestros recuerdos e ilusiones ciudadanas. Pero en esta tertulia, como en tantas otras cosas, Pedro Doblado marca la diferencia con su visión global, integral, de los problemas y circunstancias de nuestro entorno vital más inmediato. El sugerente tema de su conferencia de hoy, con el título Santa Cruz: Idea y Espacios, presiento que va por ese camino. Estoy seguro de que todos nos enriqueceremos escuchándole, por lo que lo mejor que puedo hacer es cesar en mi perorata, ya que estamos ansiosos por oírle.

          Pero antes de terminar tengo algo más que decir. Primero, insisto en recomendar la detenida lectura del texto del programa que acompaña su nombre. Segundo, somos muchos los que pensamos que Santa Cruz tiene contraída una gran deuda con uno de sus mejores alcaldes, deuda que está pendiente de saldar. Por este motivo, me aprovecho de esta prestigiosa tribuna, una de las de más resonancia en nuestro ámbito social y ciudadano, para lanzar a través de mi voz, la más modesta que en ella puede escucharse, un atrevido envite a su presidente y junta directiva: Sugiero al Casino de Tenerife la idea y la oportunidad de iniciar y encabezar el expediente reglamentario para solicitar la concesión de la Medalla de Oro de Santa Cruz de Tenerife al Excelentísimo Sr. D.  Pedro Doblado Claverie.

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