Hospicio y Cruz de San Agustín (Retales de la Historia - 28)

 
Por Luis Cola Benítez (Publicado en La Opinión el 16 de octubre de 2011)

 

          Es curioso que así como las órdenes religiosas de Santo Domingo y San Francisco arraigaron en el Lugar y Puerto de Santa Cruz, no ocurrió lo mismo con la de San Agustín, por más que lo intentaron. Es verdad que la de los dominicos desapareció con la desamortización –aunque continuó en La Laguna-, después de su presencia en el puerto de más de dos siglos, y que su antiguo convento de la Consolación fue derruido para construir en su solar el teatro municipal y la recova, hasta que bien entrado el siglo XX les fue asignada la nueva parroquia de Santo Domingo de Guzmán. En cuanto a los franciscanos, después de unos intentos fallidos a mediados del XVII, lograron afianzar su presencia hasta nuestros días.

          Y llama más la atención la ausencia de los agustinos, cuando todo parece indicar que fueron de los primeros religiosos que llegaron en compañía de los castellanos. Aunque hay quienes atribuyen a los dominicos el inicial cuidado de la primera ermita de la Consolación, levantada sobre la Laja a instancias del propio Adelantado, hay datos que inclinan a pensar que algo tuvieron que ver en ello los agustinos. En las conquistas de La Palma y Tenerife acompañaron a Lugo los agustinos calzados fray Andrés de Goles y fray Pedro de Cea, que recibieron datas como pobladores e iniciaron la fundación del convento de La Laguna y, seguramente, también en Santa Cruz junto a la primitiva ermita, de la que aparecen como patronos desde la primera mitad del XVI. En 1587 hay constancia de que la orden disponía de solares en aquella zona; incluso después de suprimida la ermita, y nos dice Cioranescu que tenían casa por aquel lugar que les producía algunas rentas.

          En el siglo XVII  apenas hay pistas de los agustinos en Santa Cruz o, al menos, casi no las encontramos. Sólo hay una mención, en 1601, cuando el superior de la orden desembarca en unión de dos frailes y, por la epidemia de peste que entonces se padecía, son confinados en cuarentena en unas cuevas de barranco Hondo que se usaban como degredo; ante la incomodidad del alojamiento, aprovechando la oscuridad de la noche burlaron a los guardas y marcharon a La Laguna, lo que induce a pensar que no disponían en Santa Cruz de alojamiento o casa de apeo. Más tarde, cuando el ataque de Blake en 1657, Núñez de la Peña dice que uno de los muertos fue un fraile agustino, fray Francisco Monsalve, pero no sabemos si residía en el puerto o había bajado de La Laguna.

          Más tarde, en fecha no determinada, los agustinos se establecieron en Santa Cruz en una casa a modo de hospicio en el barrio de la Consolación, en una zona que podría hoy situarse hacia las actuales calles Carmen Monteverde y San Francisco de Paula, por encima del convento dominico que daba nombre al barrio. Dice Ancheta que la casa daba la espalda al barranco de Santos y era de las primeras a la entrada del lugar. Es posible que por la proximidad y competencia con los frailes dominicos de la Consolación, decidieran trasladarse al barrio de El Toscal, y el domingo 19 de julio de 1744 celebraron la fundación de un nuevo hospicio con misas y fiestas, en una altura "frente a la batería de San Pedro". La casa, que disponía de oratorio público, estaba situada hacia el Norte del pueblo y en descampado; según Ancheta, "a lo último del lugar", de lo que nos da constancia la cartografía de la época, como puede comprobarse en Santa Cruz de Tenerife a través de la cartografía (1588-1899), del admirado compañero de la  Tertulia, Juan Tous Meliá.

          La que en principio sería sin duda humilde fundación, adquirió cierta relevancia en los años siguientes, recibiendo la ayuda de varios vecinos, en lo que destacó el comerciante de origen francés Etienne Dufau, establecido en Santa Cruz, que le dejó en su testamento 400 reales para misas. No obstante, a pesar de que la fundación llegó a dar su nombre al barrio circundante, y se decía "el barrio que llaman del hospicio del señor San Agustín, en el camino que va a Paso Alto", su vida fue breve al ser suprimido en virtud de una real provisión de 1767, que prohibió esta clase de establecimientos en el reino. Es de suponer que los frailes que lo ocupaban se acogerían entonces en el convento lagunero de su orden.

          La casa de los agustinos estaba señalada por un cruz de madera en su fachada  que se ha conservado hasta hoy, aunque trasladada a un lugar más o menos cercano, y los vecinos del barrio de El Toscal han guardado celosamente la memoria de su origen. Hasta entrado el siglo XX se celebraba en su entorno con gran entusiasmo la festividad de la Santa Cruz, que incluía verbena popular apoyada por el propio Ayuntamiento. En 1908, Felipe Poggi pidió la venta de un solar para hacer un pequeño santuario a modo de capilla, pero la influencia de Tomás Clavijo y Castillo, vecino del lugar, se opuso a ello y no fue posible.

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