Nuestra Señora de la Consolación (Retales de la Historia - 25)

Por Luis Cola Benítez (Publicado en La Opinión el 25 de septiembre de 2011)

          El primer edificio de carácter religioso que se erigió en Santa Cruz, y uno de los primeros del pueblo, debió ser la ermita de Nuestra Señora de la Consolación. Casi al mismo tiempo, o tal vez muy poco antes, que la primera iglesia junto al barranco de Santos, dedicada en sus orígenes a la advocación de la Santa Cruz, que hoy es la parroquia matriz. De la ermita se conoce el motivo de su fundación, decidido por el Adelantado Fernández de Lugo después de la derrota que sufrió en Acentejo, por la decisiva ayuda y consuelo que recibió de su compañero de armas Lope de la Guerra.

          Llama la atención el lugar que se eligió para su construcción, sobre la Laja de roca volcánica que se adentraba en el mar, muy cerca del lugar en que se celebró la primera misa, y tenemos la fortuna de que la pequeña imagen de la Virgen que hizo traer de la Península el Adelantado se haya conservado hasta nuestros días, constituyendo un auténtico tesoro histórico y artístico. La ermita, una muy modesta construcción levantada con precarios materiales, seguramente a base de piedra y barro, sin duda aglutinó los sentimientos religiosos de los primeros colonizadores del nuevo enclave, sirviendo para concentrar en su pequeño recinto las manifestaciones devotas, tan habituales de forma cotidiana en la época.

          Desde los primeros días de su existencia Santa Cruz tuvo dos objetos de culto, la Cruz que dio nombre al poblado, hincada cerca de la pedregosa playa situada entre el barranquillo de Cagaceite y el barranco de Santos, y Nuestra Señora de la Consolación, alojada en su modesta ermita. Ambos símbolos se erigieron de forma natural en los motivos de las primeras festividades y conmemoraciones religiosas, en unión del día del Corpus Christi, al cual se procuraba dar el mayor esplendor posible dentro de la pobreza de medios del momento.

          Tal es así, que desde antiguo, además de la Santa Cruz, se consideraba patrona del Lugar y Puerto a Nuestra Señora de la Consolación, a la que se le denominaba patrona del lugar. Era festejada el 15 de agosto y el Cabildo de la Isla, con sede en La Laguna, asistía a los actos y procesión, que se celebraban a su costa. Hay constancia de la asistencia del Cabildo a esta celebración por lo menos hasta mediados del XVIII.

          Así se continuó durante años, unos ochenta, hasta que las necesidades de defensa del puerto y de la isla hicieron que fuera preciso tomar determinaciones que obligaban a derruir la ermita y levantarla de nueva planta en otro lugar. En 1575, el mismo Cabildo que le prestaba tanta atención, escogió el enclave en el que se situaba para construir la que sería principal fortaleza del puerto, el castillo de San Cristóbal. Se derruyeron dos casitas aledañas y también se derruyó la ermita de la Laja, que se decidió levantar de nuevo en un montículo situado entre el barranco de Santos y el barranquillo de Cagaceite, muy a las afueras del pueblo.

          Parece ser que desde el principio la ermita estaba al cuidado de un ermitaño dominico, razón por la que al trasladar su emplazamiento la orden de Predicadores eligió el nuevo enclave para fundar convento. Como bien dice Pedro Tarquis, se desconoce la razón del cambio de titularidad, que en buena ley correspondía a los herederos de su fundador, Alonso Fernández de Lugo, pero el caso es que allí fundaron convento en 1610, se amplió con una nave de capillas por el lado del Evangelio, se levantó campanario y se aprovecharon algunas dependencias para residencia de los frailes, ampliadas posteriormente. En sus inicios recibieron los dominicos el apoyo y patronazgo de dos hermanos regidores laguneros, los capitanes Luis y Andrés Lorenzo.

          Su fiesta principal era, naturalmente, la de su titular la Virgen de la Consolación, el 15 de agosto, pero otras adquirieron también relevancia, tales como la de la Virgen del Rosario, San Pedro Mártir, Jesús Nazareno, Cristo del Buenviaje, Santa Bárbara, esta última entronizada por los artilleros en 1734, y otras. Hasta la procesión del Corpus que salía de este convento llegó a atraer la devoción popular.

          El convento dominico de la Consolación, que propició y aglutinó en su entorno la formación de todo un nuevo barrio de la población, el de Vilaflor, también se vio inmerso en los hechos de la Gesta del 25 de julio de 1797, al ser el último reducto ocupado por las tropas invasoras, desde el que se vieron forzados a salir para firmar su capitulación ante el general Antonio Gutiérrez.

          Pasaron los años y las decisiones políticas obligaron a los frailes a desalojar su convento, cuyo edificio pasó a manos del "Crédito Público" y, posteriormente, al Ayuntamiento. Como la ermita original de la Laja, también fue demolido junto con su iglesia, y en su solar se construyó el teatro y la recova, y así se perdió el testimonio histórico del antiguo convento dominico de Nuestra Señora de la Consolación.



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