La parte absurda de un Editorial

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por Emilio Abad Ripoll   (publicado en El Día el 5 de marzo de 2011) 

 

Hay una frase que tiene varios padres, pues se atribuye con ligeras variaciones a diversos pensadores, pero que más o menos viene a decir que “no se puede convencer a quien no quiere que se le convenza”. Y eso es lo que va a pasar con estas letras mías: que la persona a la que van dirigidas lo más seguro es que se cierre en banda y sea imposible que en su cerebro pueda penetrar otra luz que la que a él le ilumina desde siempre.

Me refiero al redactor ignoto, anónimo, que editorializa en El Día y que llevado de un extraordinario espíritu mayestático (ya saben, lo de NOSOTROS “entramos”, “entendemos”, “conferimos”, “no discutimos”,etc. etc.) dogmatiza a troche y moche, eso sí, sin aportar razón alguna en la que basar la expresión de su fe. Y esa postura inflexible queda para mí más clara que nunca en la absurda contestación que en el editorial del pasado domingo día 20 dirige a mi amigo y compañero de armas José María Clar, quien en fechas anteriores había publicado en el mismo periódico un artículo titulado “¿Un Ejército de ocupación? Por favor. Alaba nuestro desconocido redactor a Clar por su patriotismo español, para reclamar algo que nadie, y mucho menos Clar, ha discutido, que también se sienta amor por la patria chica.

Dice a renglón seguido el editorialista que la patria canaria “existió desde el siglo XV hacia atrás.” Tremenda noticia que debía ser galardonada con un premio mundial de investigación histórica. ¿De modo que lo que existía en el archipiélago antes de que llegasen los primeros castellanos era ya una “patria”? A mano tengo un diccionario de la Real Academia Española (lo siento) de la Lengua que, en su primera acepción de la palabra patria dice que es la  “Tierra natal o adoptiva, ordenada como nación, a la que se siente ligado el ser humano por vínculos jurídicos, históricos y afectivos”. ¿Me puede explicar el señor editorialista qué vínculos jurídicos, históricos o afectivos ligaban a los guanches de Tenerife con los habitantes de las demás islas del archipiélago cuando ni siquiera navegaban aquellos primitivos moradores de unas a otras? Pero, por favor, si con absoluta seguridad los de La Gomera -y la recíproca también es cierta- no sabían que existían Canaria, Fuerteventura o Lanzarote. ¿Puede detallarnos qué ordenamiento como nación común existía y era respetado en las 7 islas? ¿Y eso era una patria? Pero lo dice el anónimo editorialista… y hay que creerlo.

Y luego seguimos con los dogmas. Canarias fue tomada por un “ejército de ocupación”. Pues no, señor mío. Canarias fue tomada por un “ejército de conquista”, de tan poquísima entidad que en los ataques piráticos de todo tipo que se produjeron contra todas las islas en el XV y en la primera mitad del XVI fueron los propios naturales los que defendieron vidas y haciendas contra los saqueadores e invasores, sencillamente porque NO HABÍA EJÉRCITO REGULAR; NI DE OCUPACIÓN, NI DE NINGÚN TIPO. Eran los propios Cabildos los que, de forma autónoma para cada isla, se encargaban de organizar la defensa del territorio, con los propios habitantes del mismo.

Es inconcebible que, precisamente en El Día, que patrocina y con justicia puede presumir de convocar uno de los mejores premios (si no el mejor) de investigación histórica de Canarias, el “Rumeu de Armas”, uno de sus redactores desconozca tan absolutamente los trabajos de nuestro ilustre paisano como para decir que el “ejército de ocupación”... “ha seguido aquí”. Le aconsejo que lea su monumental obra titulada Canarias y el Atlántico, y en ella los muchos capítulos dedicados a las Milicias Canarias. Si así lo hace descubrirá que es la falta de ese ejército, que dedicado a sus labores de “ocupación” asegura usted que existía, lo que mueve a que nazcan las Milicias Canarias, que se organizan en 1552 en Gran Canaria y en años sucesivos en Tenerife y La Palma. Para que quede más claro, y por si no le apetece buscarlo en el libro,  mire lo que escribe Rumeu de Armas:

“No se puede hablar en Canarias de un Ejército permanente, ni de una auténtica organización militar hasta los tiempos de Rodrigo Manrique de Acuña y Pedro Cerón [1551], en que las Milicias se estructuran y organizan, no ya para una acción determinada, como el ejército de la conquista, sino como algo permanente y estable, encargado de la defensa del país frente a sus invasores.”

¿Ve usted? Para defender el país, no para ocuparlo.

E imbuidas de ese espíritu van a ser esas Milicias Canarias las que defiendan el Archipiélago contra piratas, corsarios y flotas (recuerde, Van der Does, Pata de Palo, Drake, Jennings, Blake, Nelson y muchos otros.)

Pero es que, además, las Milicias Canarias, repito, las únicas unidades militares existentes en las Islas, -por tanto, según usted y en contra de la opinión de Rumeu (que al fin y al cabo sólo fue Director de la Real Academia de la Historia) herederas del famoso “ejército de ocupación” y continuadoras de esa línea de acción-, van a estar constituidas exclusivamente por canarios, por todos los hombres de entre los 16 y los 60 años de edad que habitaban estos siete roques. De modo que los “ocupados” -paradojas de su razonamiento- van a constituir el “ejército de ocupación”.

Y no fue esa una actuación pasajera, ni mucho menos (ya ve que entre los almirantes citados hay muchos años de diferencia), porque con la excepción de un pequeño destacamento que apenas llegaba a  los 60 hombres en Las Palmas, en misiones exclusivas de instrucción de milicianos,  no va a ser hasta 1771 cuando se constituya la primera Unidad de lo que podríamos llamar “ejército regular”. El coronel Mazía Dávila, responsable de la aplicación en Canarias de las reformas militares de Carlos III, va a crear el Batallón de Infantería de Canarias, con 200 hombres en Tenerife y 100 en Gran Canaria, efectivos que se duplicarán años después.

Ese Batallón, (tan de “ocupación” que, junto a varias Compañías de Milicias, lo mandaron a guerrear al Rosellón, sin perder de vista el Archipiélago, claro) y las Milicias, y los paisanos van a luchar codo a codo en defensa de la isla cuando “lo de Nelson”; y también juntos van a formar la mañana del 25 de julio de 1797 en la Plaza de Candelaria, bajo la bandera de España que ondeaba en el castillo de San Cristóbal, para ver desfilar a las vencidas huestes inglesas. Y van a coexistir el Batallón, con distintas denominaciones y reorganizaciones, y las Milicias ni más ni menos que hasta 1867, en que éstas desaparecen definitivamente.

Es decir, que me quedo perplejo al descubrir su teoría de que por más de 300 años, los canarios estuvimos ocupados por…los canarios. Pero bueno, si usted lo dice, punto en boca.

Y luego ha sido igual. Nuestros cañones y nuestros fusiles, nuestros barcos y nuestros aviones han estado, están, preparados para defender las Canarias y a los canarios; no para ocuparlas ni sojuzgarlos. El mejor ejemplo simbólico de cual ha sido siempre la idea que preside la mente de nuestros militares en el Archipiélago es la brecha que, a iniciativa de un tinerfeño, el teniente Grandy,  tuvo que abrirse, para poder batir la playa de la Alameda, en las troneras del castillo de San Cristóbal el día 23 ó 24 de julio de 1797,… porque todas las piezas apuntaban hacia el mar y ninguna a lo que, según usted, era territorio ocupado.

Permítame que le diga que, con todo orgullo, he formado parte desde 1979, en que los azares de la vida militar me condujeron a Tenerife, hasta 2005, en que por imperativos de la edad me retiré, de ese ejército que peyorativamente usted califica como “de ocupación”. Y, mire por donde, la verdad es que sí, en algunas ocasiones he tenido que ocupar, con muchos de mis compañeros, superiores, iguales e inferiores, parte del territorio canario. Por ejemplo, en 1983, cuando permanecimos tres días desde el valle de la Orotava hasta Punta de Teno luchando contra el fuego, o al año siguiente, salvando La Gomera, en aquella tragedia de casi una veintena de muertos (por cierto, con unas unidades “de ocupación” bajo las directrices en un caso del Gobernador Civil de la provincia y en otro del Delegado del Gobierno en Canarias que eran curiosamente la misma persona, don Eligio Hernández, herreño por más señas). Y en esas, y en muchas otras, le puedo asegurar que viví en primera línea el afecto y el cariño de la inmensa mayoría de los canarios (de todas las islas, sin excluir a ninguna, como hace usted) hacia su Ejército. Y si eso es un Ejército de ocupación… Claro, que como es un dogma editorialista hay que creérselo.

Lo mismo que hay que creerse, sin dar razón alguna que lleve a esas conclusiones, que “Canarias no es España” o que “Canarias es una colonia”, como nos asegura en el artículo, y nos lleva repitiendo ya desde hace muchos meses.

Dentro de muy poco, varios centenares de soldados de ese “ejército de ocupación” va a trasladarse a Afganistán. Y la gran mayoría de ellos son canarios. Y todos en su uniforme lucen con orgullo los colores de la enseña de España, a la que, sin presión de “la potencia colonizadora” han jurado o prometido entregar, si preciso fuera, su vida. Ahí si tienen los medios de comunicación canarios una excelente oportunidad de mantener informadas a las familias y a la población del quehacer de nuestros hombres y mujeres en aquel peligroso territorio. Quizás a nuestro editorialista le convendría ver otros escenarios para aclarar ideas.

Entre uno y otro dogma asegura usted que a los militares también nos profesa cariño, empezando por los Capitanes Generales, de lo que me congratulo. Pero no es usted congruente cuando separa de los queridos y respetados Capitanes Generales (aquellos “ocupantes” que, aunque usted no lo mencione, hicieron puertos, calles, barriadas, colegios, mercados, trajeron agua, iluminaron, etc.) a don Valeriano Weyler. Pero hombre, ¿cómo va vivir el “Presidente” de la futura República canaria en el Palacio de Capitanía? ¿No sabe usted que se construyó en la etapa de mando de don Valeriano? Debería usted aconsejar al futurible, si lo conoce, que lo primero que debe hacer es derribar el edificio, siguiendo ejemplos que están a la vista de todos.

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¡Ah! Y otro consejo al “Presidente”. Que haga más caso que usted de lo que dicten las urnas, porque, claro, achacarnos al 91,9 % de los canarios que consideramos que el ingreso en la CE. era beneficioso para Canarias y para España los bellos epítetos de “adormecidos, narcotizados, aborregados, encogidos por el indigenismo, la inferioridad, el temor y la ignorancia” no es el mejor camino para presumir de demócrata. Queda claro, por lo sucedido en los años transcurridos desde aquella votación, que sólo un 8, 1 % de los votantes (ya saben, los despiertos, los espabilados, los de pensamiento libre, los de espíritu universal, los que se saben superiores, los valientes y los sabios) tuvieron razón. Entre ellos, sin duda, se encontraba el editorialista de El Día.