Gloria mundi et vita aeterna: el funeral y entierro del general Gutiérrez, 1799

 
Por Agustín Guimerá Ravina  (Publicado en El Día el 21 de julio de 2022).
 
 
          En abril de 1799, el Comandante General de Canarias, Antonio Gutiérrez, sintiendo que su estado de salud empeoraba, otorgó testamento ante escribano público en Santa Cruz de Tenerife. A pesar del formalismo de toda escritura notarial, se puede entrever su actitud sobre la muerte y el más allá, el momento más importante de la vida de un individuo, inserto en la sociedad del Antiguo Régimen, Por un lado encarga 400 misas rezadas -valoradas en 200 reales de vellón-, a efectuar por el clero de la parroquia de la Concepción y los frailes de los dos conventos de la localidad: Santo Domingo y San Francisco. Las misas tenían como finalidad el perdón de los pecados, la disminución del tiempo en el Purgatorio y el ser grato a los ojos de Dios. El número de misas encargadas por Gutiérrez se inscribía en el nivel más frecuente de misas solicitadas por los antiguos cosecheros, comerciantes enriquecidos de la época. La limosna para los pobres -300 reales de vellón- era otra vía para alcanzar la salvación, mostrando generosidad con los más desvalidos en una sociedad de grandes contrastes sociales.
 
          Pero el general Gutiérrez toma además partido en el debate que tiene lugar en la segunda mitad del siglo XVIII sobre el protocolo a seguir en funerales y entierros. Frente a la pompa y boato de antaño, apuesta por la austeridad y sencillez: “sin fasto y con la presura decencia”. Sigue así el pensamiento de la Ilustración y del clero más avanzado, caso del obispo de Canarias, Antonio Tavira, con el que coincidió durante su mando militar en el archipiélago. El general muere poco después, en la tarde del 14 de mayo, a la edad de setenta años.  Sin embargo, las autoridades no le hicieron caso por lo que respecta a su funeral y entierro. Se trataba de una gran figura castrense, un símbolo para la sociedad isleña, que había atravesado una profunda crisis económica durante décadas. Gutiérrez había sido el aglutinador de los esfuerzos de Tenerife contra el ataque de Nelson dos años antes, que le había llevado a la victoria sobre el contralmirante británico. Las cuentas de sus albaceas nos brindan una excelente información sobre el adiós de Tenerife a su jefe militar. 
 
          La vigilia se llevó a cabo en las Casas Principales del Comandante General, sita en la plaza de San Francisco. El cuerpo de Gutiérrez, probablemente vestido con su uniforme de gala, reposaba en un ataúd forrado de terciopelo negro, con guarnición y escudo de armas en plata y tafetán y bandera. Había en la casa tres escudos de armas del general, pintados. Como era costumbre, cuatro velas de gran tamaño debieron situarse a ambos lados del féretro. Le acompañaban veintitrés capellanes de la parroquia de la Concepción. Probablemente habría un piquete de soldados, custodiando a su jefe.
 
          La procesión fúnebre -al día siguiente, 15 de mayo- transcurrió entre las Casas Principales y y la parroquia de la Concepción. Al féretro lo llevaban personas contratadas y le acompañaban dos lacayos que se contrataron también. Éstos llevaban vestimenta y sombrero negro, confeccionados para la ocasión. El séquito se completaba con los veintitrés capellanes -con seis capas numerarias- y dieciocho hacheros de la cofradía del apóstol San Pedro. Debió asistir el alcalde y regidores de Santa Cruz junto a numeroso público. La comitiva hizo diecisiete pausas en el trayecto, como era costumbre.
 
          Al llegar a la parroquia de la Concepción, se llevó a cabo una procesión en su interior y una misa de difuntos, con la participación de músicos y cantores venidos expresamente de La Laguna. Los cojines de algunos asistentes y ciertas paredes de la iglesia estaban forradas de paño negro. Llama la atención el coste grande de las velas confeccionadas para este evento. Probablemente se repartirían en los tres escenarios del funeral y entierro; las Casas Principales, la procesión en las calles de la localidad y la parroquia.
 
          El general Gutiérrez fue enterrado en la capilla del apóstol Santiago, siguiendo su voluntad. Esta capilla particular se encuentra muy cerca del altar mayor, todo un signo del rango y posición social del finado, La devoción popular había adjudicado al santo la labor protectora de Santa Cruz durante el ataque de Nelson, nombrándole copatrono del lugar. Junto a la losa sepulcral debían de colgar las dos banderas capturadas al enemigo británico en 1797, que estuvieron depositadas hasta tiempos recientes.
 
          Un funeral y entierro de estas características era muy costoso: el del general Gutiérrez fue de 13.000 reales de vellón. No puedo entrar en detalles de los gastos, pues sería farragoso. A efectos de comparación, el alquiler mensual de sus Casas Principales -una verdadera casona- era de 200 reales. Una libra de chocolate, verdadero producto de lujo, costaba casi 25 reales. El salario mensual del ayudante de cámara del general era de 60 reales y el del mozo de cocina de 20 reales. Fue todo un espectáculo de religiosidad barroca, a pesar de las intenciones de nuestro personaje. Un bel morir tuta la vita onora.
 
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Nota: Este trabajo se basa en la Relación de bienes del general Antonio Gutiérrez, editada por el Museo Histórico Militar de Canarias en 2019, y los estudios de Manuel Hernández, Adolfo Arbelo y Pedro Ontoria.