Defensa de Santa Cruz de Tenerife en 1797... (Canto épico)

 Por Matías La Roche Siera (Opúsculo publicado por la Imprenta Madrileña de Salvador Vidal. Santa Cruz de Tenerife, 1859

 

DEFENSA  DE  SANTA  CRUZ  DE  TENERIFE  EN  1797

Contra la Escuadra inglesa mandada por el Contralmirante Horacio Nelson

 

Canto épico

 

I

 De Añaza invicta canto la victoria

 Y del fiero britano el vencimiento.

 Corona inmarcesible de alta gloria,

 De Nelson confusión y desaliento:

 Despliéguense tus páginas, Historia, 

 De Nivaria en loor por un momento.

 Y concédeme ¡O Musa! Hacer patente

 De mi patria el renombre prepotente.

  

II

  Y vosotros, belígeros varones, 

 Que honra y prez ganásteis aquel día

 En que Nelson condujo sus bretones

 A robaros la paz con saña impía.

 Reveladme las ínclitas acciones,

 Las gloriosas hazañas que á porfía

 Vuestras diestras valientes consumaron,

 Y el blasón que por timbre nos legaron.

  

III

  Del hispano león prole robusta,

 Salid de vuestras fosas funerarias,

 Leda la faz, que si al inglés asusta, 

 Es orgullo y placer de las Canarias.

 Referidnos la historia que vetusta

 Envuelve olvido entre sus sombras varias,

 La historia con que el pueblo se envanece

 Y que su nombre ilustra y enaltece.

  

IV

  ¡Patria querida! Esta pequeña ofrenda

 Acoge de mi amor grata y benigna,

 Por más que en mi modestia bien comprenda

 Que tu fama merece otra más digna.

 No á su valor, á la atención se atienda,

 Al hecho que entusiasta aquí consigna

Mi pluma, que si pobre y mal cortada

 Por santa inspiración es impulsada.

  

V

  Por las aguas de Atlante procreada,

 Cual otra Venus, de nevada espuma.

 Nivaria se levanta nacarada

 Lanzada al éter como suave pluma.

 Pirámide en los cielos proyectada, 

Se descubre velada por la bruma, 

Y en regazo de nube blanquecina

   De Echeide el alta cúspide domina.

  

VI

  Refugio del osado navegante,

 La calma encuentra en su tranquilo puerto

 Cuando emprende á la América distante

 O al Oriente tal vez el rumbo incierro, 

 De Anaga la alta sierra dominante

 Es conocida del piloto experto.

Y al fondo de la erguida Cordillera

De Santa Cruz se ostenta la ribera.

 

VII

 ¡La Cruz! ¡Enseña de la grey cristiana!

 Humilde y á la par dominadora,

 Que Lugo en esta plaza tinerfiana

 Plantó para vencer y ser Señora.

 Augusto nombre que aceptaste ufana

 La hueste te donó conquistadora,

 Encerrando en tus muros, noble villa,

 El honor de las armas de Castilla.

  

VIII

  Y el depósito en vano no aceptaste,

 Que con noble denuedo y marcial brío, 

 Extranjeros ataques rechazaste

 Del leopardo abatiendo el poderío.

 Con su pendón el santo templo ornaste,

 Y en tu escudo el emblema, pueblo mío, 

 Brilla de tu lealtad en fiero amago

 Bajo la Cruz invicta de Santiago.

  

IX

  Nombre y recuerdo de pasadas glorias

 En los fastos de Iberia portentosos,

 Nombre y recuerdo de ínclitas victorias

 De Agar contra los hijos belicosos.

 Del pueblo afortunado en las historias

 Recuerdo eres también de hechos famosos.

 Bencomo lo dirá, Mencey nivario, 

 que la cruz adoró en tu aniversario.

  

X

  Era en el mes de Julio una mañana

 Que plácida anunció la luz febea,

 Cuyo fulgor los mares engalana,

 Los montes alumbrando que hermosea.

 Lánguida la beldad descansa ufana,

 Y en ensueño amoroso se recrea

 En blando lecho de fragantes flores

 Sin presentir de Marte los furores.

  

XI

  Cuando súbito oyóse el estampido

 Del cañón ronco que á las lides llama,

 Despertando el Nivar despavorido

Y receloso de enemiga trama.

 De trompas y atambores el sonido

 Pronto el auxilio bélico reclama.

 La nueva divulgando que alborota

 De aproximarse la enemiga flota.

  

XII

  Al son guerrero el mílite se apresta,

 Que si en número bajo es alto en brío,

 Y el golpe crudo que el inglés le asesta

 Se dispone á parar sereno y frío.

De Paso Alto ya ocupa el alta cresta,

 Y de allí dominando el mar bravío,

 La acometida de la hostil armada

 En el Valle logró dejar burlada.

  

XIII

  ¡Loor á ti, Gutiérrez venerable!

 Dechado ilustre del valor hispano,

 Cuando de gloria el lauro memorable

 Ciñó la fama á tu cabello cano.

 Loor á ti, guerrero respetable,

 Orgullo de Castilla, noble anciano,

 Que al tremolar los ínclitos pendones

 Patrio fuego infundiste á tus legiones.

   

XIV

  Por do quiera resuena un vivo fuego,

 Lluvia de plomo y hierro y de metralla,

 Impulsado el ardor de ímpetu ciego

 Que invicto hace al soldado en la batalla.

 Desigual es la lucha; ardiente ruego,

 Mientras el bronce con fragor estalla,

 Solo puede alcanzar de Dios potente

 El triunfo dar á la española gente.

  

XV

  Y le alcanzó: que si el contrario alarde

 En pechos degradados causa miedo,

 El noble aliento que en los buenos arde

 En el débil infunde audaz denuedo.

 Hubo alguno ¡ó mengua! que cobarde…

 Más ya los tilda de ignominia el dedo…

 Cantemos, pues, de Añaza la victoria

 A los valientes tributando gloria.

  

XVI

  Y a ti también ¡ó Nelson esforzado!

 Que si la suerte aquí te fue contraria,

 No perdiste el renombre de soldado

 Ante un revés de la fortuna varia.

 El hecho por tu nombre eternizado

 Honra y prez nos procura extraordinaria,

 Pues el timbre enaltece conseguido

 Lo grande ¡ó noble Nelson! del vencido.

  

XVII

  El fuego de los débiles baluartes

 Que de Añaza defienden la ribera,

 Constante se mantuvo en todas partes,

 La lucha ensangrentando ruda y fiera.

 Puestas en juego las guerreras artes,

 El estrago sembraban por do quiera,

 Y el español, el franco y el britano

 Dieron muestras de esfuerzo sobrehumano.

  

XVIII

  Honor de la española infantería

 Entonces fuiste, Batallón Canario; 

 Tu arrojo, intrepidez y gallardía,

 Terror y espanto fueron del contrario.

 Contigo compitió la Artillería

 Y la milicia del Cantón nivario,

 A la vez conquistando altos blasones

 Envidia de las bélicas naciones.

  

XIX

  Mientras dura el mortífero combate

 En las calles y playas junto al puerto,

 Donde el paisano tímido se bate

 Con tanto ardor como el soldado experto,

 Y en donde el pecho del britano late

 Al contemplar el éxito ya incierto.

 Por do quier acosado y perseguido

 Un convento invadió despavorido.

  

XX

 En ti, asilo de la paz mundana,

 Salud la hueste procuró agresora;

En ti, retiro de la grey Cristiana,

 La saña se acogió devastadora;

 En ti su empresa temeraria vana

 Fallida contempló en menguada hora,

 Y desde tu elevado campanario

 El triunfo comprendió de su adversario.

  

XXI

 De británica sangre enrojecidas

 De allí vieron las ondas encrespadas,

 Los restos de sus lanchas destruidas

 De certera metralla acribilladas.

 También del Cúter vieron sumerjidas

 Las tropas que conduce malhadadas,

 Que en el seno del mar que no reposa

 Juntas hallaron muerte desastrosa.

  

XXII

  En tanto que del mal el genio adusto

 Con sus luctuosas alas se cernía

 Sobre el fiero enemigo, innoble susto

En algun pecho nuestro se acojía.

 Temor intenta al militar robusto

 Infundir la menguada cobardía,

 Pues notas falaces divulgando

 Turbar pretende al denodado bando.

  

XXIII

  Vano fue el sacrificio de tu vida

 ¡O noble Castro! Cuyo fin lloramos,

 Y de Hernandez la pérdida sentida

 Cuyos lauros con lágrimas regamos.

 ¡Vana será la sangre bendecida

 Que en el rudo combate derramamos.

 Los Navarros, los Dugis y los Laras

 Dirán que ilustra acciones tan preclaras!

  

XXIV

  Tantas proezas y denuedo tanto,

 Que en recordar mi pluma se complace,

 Y ese heroísmo generoso y santo

 Que el patriótico orgullo satisface.

 ¿Eclipsará el vergonzoso espanto?

 ¿O es que la suerte inestable ya deshace

 Para escarmiento del que en ella fía

 De nuestra hazaña la inmortal valía?

  

XXV

  Y vosotros, guerreros esforzados,

 ¡O Salcedo, Rosique, Eduardo, Crea!

 Cuyos nombres se vieron ilustrados

 Por vuestro ardiente arrojo en la pelea,

 del lauro con que os miro coronados.

Y al valiente también Diego Correa.

 ¿Veré desnuda vuestra noble frente 

 Y de Franco y García juntamente?

  

XXVI

  No; que saliendo de la tumba os miran

 De la patria otros ínclitos varones,

 Cuyas proezas que la mente admiran, 

 he leido en bellísimos reglones.

 Los que á Blake vencieron aun respiran

 Que eternos los hicieron sus acciones.

 Dávila, y Salazar, Benítez, Guerra,

 Nava y otros patricios de esta tierra

  

XXVII

  Y también tú, Hipólita divina,

 Del tronco de Sopranis descendiente

 En la de Caramuel noble heroína

 Que no te impuso la enemiga gente.

 Tu hermosura en el fuerte peregrina

 Ardor infunde al ánimo valiente,

 Y tu esfuerzo, tu nombre, tu memoria

 Digno lugar ocupan en la historia.

  

XXVIII

  No; que de Genings ven los vencedores,

 Los Navas, los Ayalas, los Alfaros,

 De sus laureles frescos los verdores, 

 Vuestros laudables hechos y preclaros.

 No; que los de la Cruz Conquistadores,

 Los Lugos y Castillos, hijos caros

 De la región Ibérica, os contemplan

 Y sus miradas vuestras almas templan.

  

XXIX

 Aterrada con nuevas fementidas

 Acrece su terror la grey villana

 Y almas de todo punto envilecidas,

 De triunfar juzgan la esperanza vana.

 La salud procurando de sus vidas,

 Su postrer hora viendo ya cercana, 

 En vez de preferir muerte gloriosa

 Aconsejan la entrega ignominiosa.

  

XXX

  “¡La entrega de la plaza! ¡cobardía,

 Infamia fuera en pechos españoles!”

 Un valiente exclamó con gallardía,

 De cólera al mostrar los arreboles.

 “Cuando la gloria nuestra empañaría

 Al mismo sol, el brillo de cien soles, 

 ¿Quién el villano, quién con torpe lengua

 Que nos propone aquí baldón y mengua?”

   

XXXI

 Dijo; y blandiendo la fulmínea espada

 En el grupo veloz se lanza Siera,

 Que del Cid en Valencia la afamada. 

 Del sol feliz ganó la luz primera.

 “Nuestra la palma es de la jornada,

 Del britano la ruina lastimera,

 Rotos son los contrarios escuadrones

 Y a los nuestros ya rinden sus pendones.”

  

XXXII

  “Ellos sí que serán los prisioneros,

 Ejemplo dando de la suerte impía;

 Que tímidos depongan los aceros

 Ante nuestro valor y bizarría.

 Esos que aquí llegaron altaneros,

 Despojados ya están de su osadía.

 El diestro brazo Nelson ha perdido, 

 El Inglés por do quiera perseguido”

  

XXXIII

  Así diciendo este adalid famoso,

 Cuando la orilla del profundo abismo

 El Nivar mira y toca temeroso.

 El triunfo aseguró con su heroísmo.

 Su aliento se transmite generoso, 

 Renuévase la lid al tiempo mismo.

 Del cañón, del fusil el ruido acrece, 

 Del acero el estrépito estremece.

  

XXXIV

 El anciano Gutiérrez, que indeciso

 A causa estuvo de las nuevas varias,

 Tornando á la confianza de improviso

 Las propuestas desecha temerarias.

 A audaz intimación que oyó, conciso

 ¡O gloria, contestó de las Canarias!

 “Aún la plaza conserva municiones

 Y valor los invictos corazones.”

  

XXXV

  Émulos de las palmas de Sagunto,

 De los lauros rivales de Numancia,

 Los hijos de Nivaria domaron junto

 Del Bretón el orgullo y la arrogancia.

 Unidos contempláronse en un punto

 Al valor más insigne la constancia,

 Y el que ligarnos quiso á su cadena

 Vióse humillado en la sangrienta arena.

  

XXXVI

  Oyendo la respuesta consternados.

 Los britanos juzgáronse perdidos,

 Que de fuertes guerreros acosados

 Sus batallones vieran destruidos.

 ¡Muerte y desolación por todos lados!

 Sin aliento los pechos, abatidos,

 La salvación imploran tristemente

 Del Ibero en el ánimo clemente.

  

XXXVII

  No menos en el mar la suerte airada

 De Albión contra el valor se muestra impía.

 Que de luto aquel fue para la Armada

 Que quiero recordar funesto día.

 De Bóven fue la pérdida llorada,

 De Nelson por la vida se temía,

 El Cúter zozobrado, y el Teseo

 Casi sucumbe ante el terrible Feo.

  

XXXVIII

 Acorde entone el cántico sonoro

 Del Dios de Sabaoth en la alabanza,

 La lira ornada de marfil y de oro,

 El noble pueblo que tal triunfo alcanza.

 Vírgenes, comenzad el sacro coro,

 Bello como el fulgor de la esperanza,

 La sien orlada de aromosas flores

 De Nelson por los bravos vencedores.

  

XXXIX

  Venid, alcemos con templada lira

 A la luz de ese Cielo rutilante,

 El armonioso canto que me inspira

 El grato fuego de mi pecho amante.

 Abrasada mi mente, que delira

 Al contemplar el brillo fulgurante

 De vuestros ojos bellos celestiales,

 A mi voz dará acentos divinales.

  

XXXX

  Hermosas, no temáis que sin mesura

 Tendida la asquerosa cabellera,

 Con horrísono acento la impostura

 Empañar logre nuestra prez, artera.

 En vano mana de su boca impura

 El veneno mortal, verdad severa

 Nuestros lauros conserva seculares

 De la fama en los bélicos altares.

  

XXXXI

  Con sublimado acorde y melodía,

 Cantad, bellas, cantad con suave acento,

 Las altas glorias de la patria mía,

 Del héroe invicto el inmortal aliento.

 Venid, cantad con célica armonía

 Altos loores y susurre el viento

 De los héroes las ínclitas acciones

 Que aplaudan las atónitas naciones.

 

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