La prueba (Ciencia encriptada - 5)

 
Por Fátima Hernández Martín  (Publicado en la página web de Museos de Tenerife el 6 de mayo de 2020).
 
 
Fati-6 Personalizado
 
         
 
          Años llevaba el joven soñando con ella, le habían dicho que era una preciosidad, lo nunca visto, que destacaba entre todas las demás… tanto le habían contado sobre aquella extraordinaria criatura de peculiar naturaleza, que ya eran varios los días en que no había podido conciliar el sueño, pues a la angustia de tener que aprobar el examen, se unía la ilusión (casi infantil) que había mantenido por verla desde hacía mucho tiempo, diríase varios lustros.
 
          Reflexionó, ahora estaba seguro de su persona, pues no en vano se había preparado a conciencia para superar la prueba, llevaba meses de intenso estudio y consulta desesperada en toda suerte de bibliotecas, archivos y librerías sobre temáticas variadas, pues se contaba que, dado lo estricto que era el director del recinto, un extraño personaje de nobles y  correctos modales que nunca había sido visto sonriendo en público, no sería una, sino varias las complejas trabas que -tal vez- debería sortear (tendría que aprobar cada candidato, muy pocos candidatos… en eso sí que eran muy estrictos) para que, finalmente, le permitieran acercarse a ella, poder admirarla in situ, a un metro y medio de distancia, como mínimo, respecto de su persona, pues esa era la longitud que habían establecido -previamente- los responsables del lugar, para que una vez se entrase al edificio, vetusto, majestuoso, algo decadente y vetado para casi todo el mundo, pudiera aproximarse. 
 
          Pensativo y tembloroso, sacó del bolsillo el arrugado escrito de recomendación, que un antiguo conocido de la familia le había redactado, confiando en que lo utilizaría solo como último recurso, en caso de que el acceso le fuera negado, puesto que no conocía a los responsables que custodiaban el enclave, cuyos pasillos estaban siempre muy vigilados por un agente de la autoridad, de grueso bigote y mirada socarrona, dispuesto a hacer que se cumplieran las estrictas normas impuestas, a toda costa. 
 
          El día establecido para el examen, cuya fecha y hora le había sido comunicada a través de un escueto telegrama que le entregó un jovenzuelo de gesto esquivo, se presentó ornado con sus mejores galas, todo perfumado con agua de jazmín y con una coqueta flor (arrancada con cuidado del pequeño jardín trasero a su vivienda), luciendo esplendorosa y delicadamente inserta en el ojal en su chaqueta. Era la misma prenda, idéntico ropaje que usaba solamente para los días de fiesta, única licencia de frivolidad que se había permitido en medio de aquel ambiente serio y ceremonioso, y que le provocaba intenso pavor, un miedo atroz. 
 
          Ya muy cerca y, confiado, avanzó hacia la entrada. Esta vez no podía fracasar, no podía, pero así estaban las cosas de estrictas en el inmueble, cuyo grueso portalón, labrado en bellísima madera de cedro, aporreó con determinación, temor e ilusión al tiempo…
 
Tal vez cumpliría un sueño…
 
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     - ¿A qué tipo de recinto hace alusión el texto?
 
     - ¿Por qué tenían que superarse pruebas para entrar?
 
     - ¿A qué clase de examen se refiere el escrito?
 
     - ¿Por qué eran tan estrictos respecto a la entrada? 
 
     - ¿Qué podía haber dentro que causaba tanta expectación a nuestro personaje?
 
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