Por José Manuel Ledesma Alonso  (Publicado en El Día el 26 enero de 2020).
 
 
 
          El privilegio de Villa Exenta, concedido por el Rey Carlos IV en 1803, en reconocimiento a la victoria -seis años antes- sobre la escuadra británica al mando del contralmirante Horacio Nelson, sería el origen del posterior engrandecimiento de Santa Cruz de Santiago de Tenerife, pues en 1812, al llegar el primer periodo constitucional, ya se había consolidado como cabecera administrativa de todas las islas Canarias, al haberse instalado aquí la mayoría de las administraciones del Estado: Juzgado de Indias (1657), Junta de Fomento de Canarias, Servicio de Correos (1763), Junta de Sanidad (1787).
 
          Aunque en los años siguientes, los vaivenes políticos darían lugar a destituciones y nombramientos de los responsables públicos, las nuevas autoridades continuaban tomando posesión de sus cargos en esta Villa.
 
          El primer triunfo de Santa Cruz de Tenerife en pro de sus derechos de capitalidad -derechos que a nadie arrebató, puesto que no existía capitalidad hasta entonces-, fue cuando el Capitán general se dio cuenta que en el artículo 3º del Decreto de formación de las Juntas Electorales, promulgado por las Cortes de Cádiz, decía que “el Capitán general de la provincia fuera el presidente de la Junta”. Al comunicarlo al jefe superior político de la provincia, éste lo trasladó al Ministro de la Gobernación, y éste a las Cortes, donde, el 18 de diciembre de 1812, fue aprobado que el establecimiento de la Junta electoral fuese en Santa Cruz de Tenerife, quedando sin efecto las discusiones y dictámenes en los que se habían enfrascado los diputados canarios. El 30 de mayo de 1813, cuando se celebraron las elecciones de diputados a Cortes, la Diputación Provincial se instaló en Santa Cruz, como cabecera de todas las islas. 
 
          En 1814, al quedar abolida la Constitución de Cádiz, las Diputaciones provinciales  se  disolvieron y se suprimieron los jefes políticos, encargándose de sus funciones los capitanes generales, quienes también recuperaban la presidencia de la Audiencia; pero, cuando en 1820 se vuelve a proclamar la Constitución de 1812, el jefe político regresa a Santa Cruz, se nombra un nuevo capitán general, y se celebran elecciones a Cortes y a la Diputación.
 
          Establecida la Diputación en Santa Cruz de Tenerife, como órgano de ámbito provincial, el 22 de octubre de 1821, el Procurador Síndico del Ayuntamiento, don José Murphy y Meade es comisionado por la Corporación Municipal para que hiciera valer nuestro patrimonio en las Cortes de Madrid, a donde viaja con un valioso legado,  preparado por varios patricios con el fin de que “nuestro embajador” tuviera argumentos suficientes para defendernos. 
 
          El 22 de octubre de 1821 don José Murphy y Meade, informaba a su ciudad natal del acuerdo que acababa de tomarse en las Cortes: “Tengo la satisfacción de comunicar a V.S. Iltma. que las Cortes Extraordinarias, en sesión del 19 del corriente, se han servido designar a esa Muy Noble, Leal e Invicta Villa, por Capital de las Islas Canarias”.
 
          Esta noticia, redactada de forma tan escueta, a pesar de su enorme trascendencia, era el fruto de la ardua labor de un hombre, sin duda el político de más talla de nuestro siglo XIX, que a pesar de no ser diputado en las Cortes, supo desenvolverse en un ambiente desconocido para él, en algunos aspectos hostil, logrando apoyos en un ímprobo trabajo de “diplomacia de pasillos” y gestiones personales. Por ello, a este luchador incansable, auténtico y principal artífice de la capitalidad única, mereció el título de “Padre Político de Santa Cruz”
 
          Tres meses después de haber recibido la grata noticia, el 27 de enero de 1822, Fernando VII promulgaría el Real Decreto por el que se establecía la división del territorio español en 52 provincias. 
 
               “Canarias (islas): Población: 215.108 almas. Diputados: tres. Capital: Santa Cruz de Tenerife”.
 
          Por tanto, en 1833, cuando se publicó la definitiva ley de organización territorial, ya Santa Cruz era capital de Canarias, de hecho y de derecho. De hecho, porque aquí residían los centros administrativos; y de derecho, porque ello tenía legítimo origen en disposiciones o implícitas autorizaciones de los sucesivos Gobiernos, fueran del color que fueran.
 
          La citada capitalidad se mantendría hasta el 23 de septiembre de 1927, cuando el gobierno de la dictadura del general Miguel Primo de Rivera y Orbaneja decretó la división de las Islas Canarias en dos provincias: Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas.
 
José Murphy. Óleo de Gumersindo Robayna en 1895 Personalizado 
 
José Murphy- Óleo de Gumersindo Robayna (1895)
 
 
          José Murphy y Meade nació en Santa Cruz de Tenerife el 25 de febrero de 1774, en una casa, alta y grande, de la calle San Francisco, esquina a San Martín y con huerta trasera a la de San Juan Bautista. Sus padres, Patricio y Juana, irlandeses, se dedicaban al comercio y a la consignación de buques. 
 
          Murphy se casó en 1799 con su prima hermana, Juana, con la que tuvo un hijo, llamado José Patricio. Dos años más tarde se quedaría viudo, y a los pocos años  morirían sus padres, por lo que tuvo que hacerse cargo del comercio y las actividades navieras de la familia, viajando con frecuencia a Londres y París.
 
          Desde 1801 desempeña en el Ayuntamiento de Santa Cruz los  cargos de Diputado, lo que hoy sería concejal, y Procurador Síndico Personero. En 1802 fue elegido Consiliario en el Real Consulado del Mar. También, en la Junta Suprema Gubernativa de Canarias, sería Vocal y Comisionado en Hacienda, Comercio, Marina Mercante, Policía General y Beneficio Público, además de su representante ante la Junta Superior de Sevilla y Diputado por ésta en la Junta Central de Madrid.   
     
           Al haber sido uno de los 23 Diputados que en 1823 votaron a favor de la incapacidad temporal de Fernando VII, sería sancionado con la confiscación de sus bienes y pena de muerte a garrote, la cual eludió exiliándose primero a Londres, a través de Gibraltar, y luego definitivamente a Méjico, casándose en Guanajuato con una hija de Juan Creagh, y nieta del ingeniero Amat de Tortosa. En 1834, al ser amnistiado y normalizadas las relaciones políticas con el citado País, desempeñaría las funciones de Cónsul General de España, sin recibir emolumento alguno. 
 
          Como en Tenerife se ignoraba dónde podían estar sus restos mortales, la Tertulia Amigos del 25 de Julio, al considerar que este ilustre personaje debería descansar en paz en su ciudad natal, comenzó a investigar su paradero, con el fin de llevar a cabo su repatriación. En 2006, el historiador mejicano Walter O. Arias Estrada, informaba que había fallecido en Méjico, Distrito Federal, que su defunción se registró en la Parroquia del Sagrario Metropolitano de Guanajuato (Méjico), y que se le sepultó en un Panteón del Cementerio de Santa Paula, desaparecido a finales del siglo XIX.
 
Reconocimientos
 
          En su momento, el Ayuntamiento de Santa Cruz le reconoció su dedicación y eficacia y le agradeció sus fructíferas gestiones por los trabajos y tareas con las que se dedicó a defender los derechos de esta Villa y, en 1895, el arquitecto municipal y concejal del Ayuntamiento don Manuel de Cámara y Cruz, propuso denominar con su nombre a las calles Saltillo y Consistorio. En 1903, el alcalde Juan Martí Dehesa ordenaría que el  documento que Murphy había enviado con la feliz noticia se encuadernara en el Libro Verde que se custodia en la caja fuerte del Ayuntamiento. 
 
          Pero no sería hasta 1974, coincidiendo con el bicentenario de su nacimiento, cuando don Marcos Guimerá Peraza publica los textos escritos por Murphy, a los que hay que añadir varios textos de su propia producción, los que causarían gran  impacto en la intelectualidad santacrucera al desvelarnos su inmensa dimensión humana y política y lo mucho que le debe nuestra ciudad. 
 
          Por ello, en 1978, un grupo de ciudadanos, junto con la Corporación Municipal, le rindieron homenaje de gratitud a tan esclarecido hijo, tal como dice la placa colocada en la vivienda de la calle de San Francisco, esquina San Martín, que ocupa el solar en la que nació y vivió. La citada placa muestra un pequeño relieve de su busto, en bronce, realizado por Francisco Borges Salas.
 
          En el año 2000, la Tertulia Amigos del 25 de Julio elaboró un programa de actuaciones para conmemorar el bicentenario de la concesión del título de Villa Exenta, proponiéndole al Organismo Autónomo de Cultura la erección del monumento a Murphy, a sabiendas que el escultor y pintor Francisco Borges Salas, había realizado en 1970 cuatro bocetos y varias maquetas, en yeso y en bronce, para un monumento que no llegó a hacerse realidad. 
 
          Gracias al esfuerzo económico municipal, el escultor Roberto Barrera Martín llevó a cabo el proyecto, según los citados bocetos, siendo inaugurado el 30 de septiembre de 2003 en la Plaza San Francisco, cuya figura lo representa triste y cabizbajo, camino del destierro.
 
          Con este monumento, esta capital, su Capital, saldaba una deuda histórica con uno de sus hijos más preclaros, José Murphy y Meade, el padre político de Santa Cruz de Tenerife. 
 
          En la citada fecha, el Excmo. Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife acordó conmemorar anualmente esta importante efeméride para que las nuevas generaciones santacruceras sean conscientes de la relevancia de su propia historia.
 
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