La historia de un héroe de Canarias en el Sitio de Baler

 
Por Ventura Yagüe
 
 
Eustaquio Gopar Hernández fue integrante del Ejército español en el Batallón Expedicionario de Cazadores con 23 años. Vivía con una pensión de 60 pesetas en Tuineje, Fuerteventura, hasta que fue reconocido como teniente en 1945, casi medio siglo después de su regreso de Filipinas.
 
         
          Además de batallar en Filipinas, Eustaquio Gopar Hernández, héroe de guerra por su presencia en el Sitio de Baler , en Filipinas, tuvo a su regreso a España que batallar con la burocracia. Era de Tuineje, en Fuerteventura, isla de la que era también Rafael Alonso, de La Oliva. De Tenerife, José Hernández Arocha. Y de Gran Canaria el soldado Navarro León.
 
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Eustaquio Gopart (izq.) y Hernández Arocha (der.) bajo la presidencia de García Escámez  (Carlos Flipes)
 
         
          Eustaquio Gopar Hernández fue integrante del Ejército español en el brillante Batallón Expedicionario de Cazadores número 2. De profesión labrador y nacido dos de noviembre de 1876 falleció el 25 de octubre de 1963 logrando, tras una ardua «batalla» administrativa, ser reconocido como teniente honorario.
 
          El reconocimiento que pedía Gopar databa de 1944, que llegaría a ser juez de paz en Fuerteventura, era para que nadie olvidara que Canarias tuvo su presencia en la guerra que generó la última posesión en Ultramar . Cuando se conmemora el 120 aniversario del término del Sitio de Baler no hay que olvidar que fue Gopar Hernández impulsó cambios legales para que todos los suverivivientes fueran reconocidos como tenientes honoríficos y abandonaran el limbo institucional como José Hernández Arocha, natural de La Laguna.
 
          Quien acabó en 1945 con la travesía administrativa fue el general Francisco García Escámez, una de las personas más admiradas por los canarios ya que, entre otras cosas, asumió el liderazgo necesario para solucionar y desarrollar las islas cuando estuvo al frente de Mando Económico de Canarias.
 
Único
 
          El carismático general García Escámez, muy apreciado por la gente más humilde de las islas, comenzó por lo que creía más sencillo. Gopar remitió al capitán general de Canarias un documento con el expediente 3533-B el de julio de 1944. El general pide a Madrid que se le conceda al héroe canario de Baler el grado de teniente honorario como superviviente en Filipinas atendiendo con lo que recoge el decreto sobre los cuzados del siglo XIX, es decir, decreto de la jefatura del Estado de 12 de marzo de 1938.
 
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General Francisco García-Escámez  Iniesta (ABC)
 
 
          Para comprender el poder de García Escámez hay que tener en cuenta estos cargos: Capitán general de Canarias, general jefe de las fuerzas de Tierra, Mar y Aire, y del Mando Económico de Archipiélago. Todo en uno.
 
          Pasan los días y García Escámez recibe una carta de un subordinado, en un tono propio de los rangos, que lo deja frío: se trata de una respuesta del jefe que está al frente de Reclutamiento y Personal. En la misiva se señala que se desestimaba la petición porque, a juicio de la norma de 1938, era condición indispensable el haber estado encuadrado en las filas carlistas, «circunstancias que no concurren en el solicitante», apostilla el texto.
 
A estas alturas
 
          A partir de ahí, ante la injusticia administrativa que interpretaba que se estaba produciendo, García Escámez, un militar de Infantería, Cruz Laureada de San Fernando por la guerra del Rif por Alfonso XIII, comienza una guerra personal contra el sistema legal del Ministerio de Guerra que generó cambios en la norma por parte de Franco beneficiando no solamente a los soldados de Filipinas sino también a determinados héroes de Cuba.
 
          La carta llega a su espartano despacho de Santa Cruz de Tenerife el 14 de agosto en 1945. Esa misma fecha, García Escámez, dice al ministro del Ejército, Carlos Asensio Cabanillas, «elevando instancia de uno de los supervivientes de Baler (tal vez el único) en la que solicitaba se le concediera el grado de teniente honorífico» y apostilla: «Creo que en atención a lo simbólico del Sitio de Baler, el último lugar de nuestro imperio de Ultramar, donde ondeó la bandera de España , podría otorgarse lo que se solicita, máxime teniendo en cuenta, el buen efecto que ocasionaría en la isla, el premio a uno de los actores de tan heroico hecho».
 
          Se despide con «se espera de que resuelvas favorablemente esta petición, te abraza tu subordinado y buen amigo y compañero que te quiere» porque «Eustaquio Gopar debe ser el único solicitante de los superviviente del grupo de treinta y tantos que capituló con todos los honores militares terminada la guerra»
 
«Habla con Franco si no sabes»
 
          El general García Escámez no era hombre de vacaciones. El 18 de agosto de 1945 llega a su despacho en Canarias y escribe una carta más, en la que señala a Carlos Asensio Cabanillas que si tiene alguna duda que hable con Francisco Franco «por ser un caso tan destacado y sobresaliente y no haberse premiado a este pobre viejo, es por lo que me intereso por él, creyendo que si le expones el asunto al Caudillo, como gracia especial, le premiará con el empleo de teniente honorifico, con lo cual podrá ayudarse en su corta vida que en su actualidad hace con medios muy reducidos».
 
          Un mes más tarde llega carta de Madrid. El ministro del Ejército, el 14 de septiembre de 1945 firma una carta dirigida al capitán general de Canarias en Santa Cruz de Tenerife, donde le apunta: «Que curse nueva instancia el interesado y se estudiara de nuevo el caso, para ver qué solución puede dársele». Para lo que un ministro en Madrid era un «interesado» a García Escámez no debería haberle gustado nada. Porque, a esas alturas de barreras legales por todos sitios, el interesado era él por una cuestión moral que Asensio Cabanillas no percibiría.
 
          Entonces, en lugar de resolver, se insta a que el héroe de guerra de Baler vuelva a hacer todo el papeleo. El coronel comandante de Fuerteventura, Francisco del Valle, debió ayudar al anciano que antes fue soldado español de Filipinas, que vivía con una pensión que le generaba problemas para vivir. Bordeando la ayuda social.
 
          El 20 de octubre de 1945 se mandaron los papeles del «interesado» a Madrid. El general Escámez recibe respuesta el 28 de ese mes. La misiva señala que el asunto se tratará «con cariño». En junio de 1946 llega carta de Madrid. Se ha concendido el título de teniente honorífico al soldado de Fuerteventura que resistió en Baler . En el texto de agradecimiento para cerrar el expediente, García Escámez apostilla al ministro en Madrid su satisfacción por «lo rápidamente que se ha resuelto una tramitación generalmente tan laboriosa». De 60 pesetas al mes a 6.000 pesetas anuales.
 
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