340 aniversario del nacimiento del corsario lagunero Amaro Pargo

 
Por José Manuel Ledesma Alonso  (Publicado en La Opinión el 27 de mayo de 2018).
 
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          Amaro Rodríguez-Felipe y Tejera, hijo de Juan Rodríguez Felipe y Beatriz Tejera Machado, nació en La Laguna (Tenerife) el 3 de mayo de 1678, en una casa próxima a la ermita de San Cristóbal. Fue bautizado en la iglesia de Los Remedios por el sacerdote Manuel Hurtado Mendoza, siendo su padrino Amaro López. De sus seis hermanos, tres fueron monjas de clausura del convento de Santa Catalina. De ahí su relación con Sor María de Jesús. Vivió en la calle Real, la más noble y distinguida de La Laguna, en una casa donde hoy se alza la vivienda nº 5 de la calle de San Agustín.
 
          Conocido popularmente como Amaro Pargo, debido a que este pez le cautivaba por sus ataques muy parecidos a los asaltos navales, se enroló muy joven en las galeras reales, demostrando pronto su destreza en el arte de navegar pues, en medio de un combate, aconsejó a su capitán una maniobra que dio como resultado el apresamiento de la embarcación rival con toda su carga. A partir de este hecho, el joven Amaro comenzó a gozar de la estima de sus superiores, lo que le permitió ir ascendiendo, al tiempo que iba adquiriendo una sólida formación marinera y financiera.
 
          Como capitán de navío siempre hizo alarde de sus nobles sentimientos de caballerosidad. Poseía una flota formada por El Fortuna, Ave María ( La Chata), Ntra. Sra. de Los Remedios, La Santísima Trinidad, San José, San Ignacio, El Blandón, La Isabela y San Marcos ( El Clavel).
 
          Sus actividades económicas estaban vinculadas a la carrera de Indias pues desde Tenerife llevaba a los puertos de La Habana (Cuba) y La Guaira (Venezuela) el vino cosechado en sus fincas de Geneto, Tegueste y Valle Colino, así como el aguardiente producido en sus destilerías de la calle de El Agua, en La Laguna, y La Miravala, en el Socorro (Tegueste). Luego regresaba a Génova cargado con tabaco cubano y cacao venezolano y, desde allí, volvía de nuevo a Santa Cruz con tejidos de Italia e Inglaterra.
 
          Este comercio con Europa y América le reportó grandes cantidades de dinero, joyas y propiedades: 60 casas, 900 fanegadas de terreno... Alguna de las viviendas las adquirió en lugares estratégicos de la Isla. Por ejemplo, la casa denominada Hacienda Toriño, en el barrio de Machado (municipio de El Rosario), estaba situada en un altozano desde donde divisaba desde Punta de Anaga hasta los confines del Valle de Güímar. Esta Casa del pirata ha sido declarada Bien de Interés Cultural con categoría de Sitio Histórico, pero se encuentra en la más completa ruina puesto que sus muros han sido escudriñados en busca de los objetos de valor que la tradición ha divulgado que guardaba en ella. En la costa, contaba con un refugio natural para el anclaje de los navíos, situado en Guadamojete -actual Radazul-.
 
         La casa situada en Roque Bermejo, llamada Murruñito del Puerto por el saliente rocoso que se encontraba en su entrada, era un excelente refugio natural para el anclaje de sus navíos, con abundante agua, víveres y lugar de descanso de las tripulaciones.
 
          La casona de Punta del Hidalgo, situada en un promontorio donde la bahía le servía de refugio a sus naves, poseía una cueva de 88 metros de longitud, conectada con la playa, donde guardaba los tesoros substraídos en los asaltos. En dicha cueva apareció el cuadro de San Mateo que hoy se venera en la iglesia de la localidad. La citada gruta ha sido volada con pólvora en busca del botín.
 
          Todas estas viviendas han sido reducidas a escombros por los desaprensivos buscadores de tesoros de exaltada imaginación, así como por la poca sensibilidad que las autoridades han mostrado hacía determinados aspectos de nuestro patrimonio histórico.
 
          Como la posesión de grandes riquezas llevaba implícito la búsqueda del reconocimiento social, Amaro decidió dar lustre a sus apellidos. El 25 de enero de 1725 fue declarado Caballero Hijodalgo. Dos años después, el 9 de enero de 1727, obtuvo en Madrid la real certificación de Nobleza y Armas, creando Mayorazgo y escudo de armas, formado por los símbolos de fuerza del guerrero con armadura, puñales y cañones. También el Rey le concedió la institución medieval de Señor de Soga y Cuchillo.
 
          Amaro Pargo hizo su primer testamento el 19 de junio de 1746, añadiéndole varias disposiciones y escrituras de fundación el 1 de octubre de 1747. Dicho testamento conformaba un conjunto de libros con tapa de piel, ordenados alfabéticamente; de ellos, el tomo que contenía la relación del tesoro, marcado con la letra D, no ha sido localizado. Para conservar la memoria de su linaje, en el citado testamento exigió que los que le sucedieran en el vínculo y mayorazgo deberían ser hijos legítimos, nacidos y procreados de un confortable matrimonio, o por subsiguiente legitimados, debiendo casarse con personas nobles y limpias de sangre.
 
          Aunque era soltero, en La Habana (Cuba) tuvo un hijo con Josefa María del Vasdespino y Vitrián, llamado Manuel de la Trinidad Amaro, al que le solía enviar dinero regularmente. Como su madre se negó a que viviera en La Laguna, en su testamento no lo tuvo en cuenta. No obstante, el joven se presentó para reclamar el quinto de la herencia que le pertenecía, a lo que se opusieron sus herederos.
 
          Amaro murió el 4 de octubre de 1747, a la edad de 69 años. El sepelio, celebrado en La Laguna, resultó muy solemne, pues durante el traslado hasta la iglesia paró cuatro veces en su recorrido para que los cuatro capellanes que le acompañaban rezaran las letanías correspondientes.
 
          Está enterrado en el sepulcro de sus padres, la familia Rodríguez Felipe, en la iglesia parroquial de Santo Domingo (La Laguna). En su lápida, situada a la derecha de la entrada al templo, bajo el coro, figura su escudo de armas -un guerrero saliente con armadura, puñales y cañones- y una calavera con dos tibias cruzadas, guiñando el ojo derecho y el izquierdo abierto.
 
          En la misma cripta se encuentran los restos de Cristóbal Linche, un esclavo liberado por Amaro al que le unía un gran afecto. Por ello, en el testamento obliga a sus herederos a que no le faltara comida ni vestimenta, que lo cuidaran cuando estuviera enfermo y, cuando falleciera, que reposara en su misma sepultura, debiendo tener encendidas 4 velas sobre su ataúd durante la misa de corpore in sepulto. Además, debían ofrecerle 1.034 misas regladas por su alma.
 
          Al exhumar el cadáver de Amaro Pargo, el 15 de noviembre de 2013, con el fin de reconstruir su rostro para realizar un videojuego de la saga de piratas Assassin's Creed Black Flag, y de paso levantarle un busto en su ciudad natal, un grupo de arqueólogos, forenses, biólogos y antropólogos de la Universidad Autónoma de Madrid descubrieron que debajo de la lápida existía una cripta de 3 metros de largo, 2 de ancho y 2 de alto, con un banco de piedra a cada lado, a la que se llegaba por una escalera de 6 peldaños, donde, en su día, existió una puerta y una reja que la protegía. Como todos los huesos estaban amontonados sobre los dos bancos citados y no había restos de féretros, ni de ropa, se llegó a la conclusión que ésta fue saqueada para robarles los efectos personales.
 
          Además de los restos óseos del corsario, de sus padres y del criado, habían huesos de un bebe (niña), una joven de 16 años, un chico de 20 años con síndrome de Down, una mujer joven y una persona mayor, de la que no se pudo saber su sexo porque el esqueleto no estaba completo. El único que no tenía lazo sanguíneo con el corsario era su fiel esclavo negro, Cristóbal Linche, cuyo esqueleto medía 1,80 metros.
 
          El corsario y su padre fueron identificados con certeza, gracias a las muestras de ADN de la saliva que se tomaron a los descendientes que aún viven en La Laguna, Madrid y Asturias. Su estudio dio como resultado que era un hombre muy delgado y pequeño (1,66 metros) con la cara alargada y angulosa y que de joven había recibido una puñalada que le partió una costilla.
 
          Después de un año de trabajo, los restos se devolvieron a la cripta, clasificados en cajas individuales y una ficha con los datos obtenidos. En ese momento se ofició un responso en su honor.
 
          Amaro Pargo fue un hombre de profundas ideas religiosas. Su capital lo destinaba a obras de caridad, especialmente en iglesias y conventos, con el fin de garantizarse el respeto de sus conciudadanos y muy especialmente los del clero, a los que les daba las liquidaciones de las primas del seguro marítimo.
 
          A lo largo de su vida mandó construir iglesias, fue benefactor de otras, adquirió el patronazgo de varias capillas, y fue mayordomo de las cofradías del Santísimo Sacramento, Los Remedios, y la Virgen del Rosario. En las puertas de la iglesia de El Socorro (Tegueste) aparece grabado su nombre como agradecimiento por haberla construido. En la iglesia del convento de Santo Domingo -donde está enterrado- costeó las obras del camarín y el retablo de la Virgen del Rosario, fundó la capilla y el altar de San Vicente Ferrer, construyó la capilla de San Francisco de Paula, donde mandó colocar a la Virgen de La Soledad, y donó (1732) la urna de plata del Señor Difunto que se utiliza en la procesión del Santo Entierro del Viernes Santo lagunero.
 
          Para mejorar la pobreza que veía en las calles, y que las personas pudieran ayudarles con limosnas, en una sesión del Cabildo solicitó que la moneda se fraccionase en cuartos y octavos, bajo el nombre de 4 y 2 maravedíes. En dicha sesión no intervino como Capitán sino en calidad de vecino y comerciante, dejando plasmada su firma en el acta. Ayudó a los niños expósitos, destino 3.000 reales para los que estaban encarcelados, etc.
 
          Uno de los episodios más destacados del Corsario es su vinculación con Sor María de Jesús León Delgado (1643-1731), la Sierva de Dios, monja del convento de Santa Catalina de La Laguna. Tres años después del fallecimiento de la monja, Amaro Pargo solicitó exhumar su cadáver. Al abrir la caja observaron que su cuerpo estaba entero y flexible, con todo su pelo en la cabeza, su color sonrosado, el paladar y lengua fresco, y que destilaba un líquido que mojaba los nuevos vestidos que le pusieron. Para guardar los restos incorruptos, el Corsario mandó fabricar un lujoso sarcófago, una obra artesanal realizada en madera policromada en rojo, azul y pan de oro, ornamentada con orlas que enmarcan cinco composiciones poéticas dedicadas a exaltar las virtudes de Sor María de Jesús.
 
          Entre las reliquias que se conservan de Sor María de Jesús, figura el cilicio cruciforme que le regaló al Corsario para que le sirviera de talismán. A este cilicio le falta el brazo que Amaro Pargo arrancó y tiró al mar para que se calmara la tempestad que ponía en peligro las vidas de los que viajaban en el barco. Cada 15 de febrero, para que los devotos puedan contemplar y venerar el cuerpo incorrupto de Sor María de Jesús, las monjas del convento de las Catalinas de La Laguna abren el sarcófago utilizando tres llaves que giran en diferentes sentidos.
 
          En el sarcófago aparece el nombre de Amaro Pargo al leer, en sentido vertical, las primeras letras de los versos de una de las composiciones poéticas.
 
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