Heroínas en la historia de Santa Cruz de Tenerife

 
Por José Manuel Ledesma Alonso  (Publicado en La Opinión el 4 de marzo de 2018).
 
 
          En la historia de Santa Cruz se recogen diversos testimonios que manifiestan el heroico comportamiento desarrollado por varias mujeres en momentos muy trascendentales para la ciudad.
 
          En la primavera de 1656, el almirante Robert Blake salió de Inglaterra al mando de una potente escuadra con la misión de impedir las comunicaciones marítimas que España tenía con América. Enterado de que un flota de dos galeones y nueve navíos mercantes procedentes de La Habana, al mando del almirante Diego de Egues Viamont, se encontraba fondeada en el puerto de Santa Cruz para reparar un palo de la nao capitana, puso rumbo hacía nuestra Isla. 
 
          Advertidos  de la llegada de 33 navíos británicos, por un velero procedente de Gran Canaria, desembarcaron toda la plata y la depositaron en La Laguna, lugar a donde también enviaron a los ancianos, mujeres y niños para que estuvieran a resguardo. 
 
          La madrugada del 30 de abril de 1657, más de 12.000 hombres situados en los castillos, baterías y en la muralla defensiva, ofrecieron una gloriosa resistencia a los ingleses; pero, como los enemigos llegaron a abordar las naves, el almirante Diego de Egues tomó la resolución de quemarlas. Después de 10 horas de intenso combate, la escuadra británica se retiró, llevándose a remolque los desarbolados navíos españoles donde creían permanecía el tesoro.
 
          En aquellos años, el castillo principal de San Cristóbal lo mandaba don Fernando Guerra de Ayala y, como era habitual en el alcaide de la fortaleza, allí residía su esposa doña Hipólita Cibo Sopranis, quién se negó a marchar a lugar seguro alegando que su presencia en el Castillo no sería de todo inútil; por ello, sin abandonar la plataforma alta de la fortaleza, bajo la metralla lanzada por los barcos enemigos, colaboró con los soldados alcanzando municiones, cargando armas, animando a los artilleros, consolando a los heridos y acercándole agua a los que se la solicitaban.
 
          Como bien dijo el ilustre Viera y Clavijo, “por su heroico comportamiento que no había derecho a exigirle, doña Hipólita merece un lugar entre las que honran su sexo”
 
          Por esta victoria, el Rey Felipe IV, concedió al Escudo de Armas de Santa Cruz  la Primera Cabeza de León, extraída del blasón de armas inglés.
 
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          El 21 de julio de 1797, el vigía de la atalaya de Anaga divisó una gran flota inglesa en el horizonte, al mando del contralmirante Horacio Nelson, formada por 9 barcos con 2.000 hombres a bordo y 393 cañones, dando rápidamente la alarma al castillo principal de San Cristóbal.
 
          Tocado a rebato en Santa Cruz, el comandante general de Canarias, Antonio Gutiérrez, ordenó el despliegue de las unidades militares existentes e hizo venir a  los Regimientos de Milicias de Garachico, La Orotava, La Laguna, Abona y Güimar, a la vez que se enviaban a La Laguna, para ser puestos a buen resguardo, los ancianos, mujeres y niños, junto con los documentos, caudales, objetos valiosos de las iglesias, etc.
 
          En la madrugada del día 22, los ingleses intentaron neutralizar la fortaleza de Paso Alto, punto clave en la defensa del Puerto, para luego llegar al castillo de San Cristóbal, pero los botes de desembarco fueron detectados por una campesina que venía caminado por la estrecha vereda costera desde el  Valle de San Andrés a vender sus productos al mercado. La “agreste”, como la llama en su crónica el alcalde Domingo Vicente Marrero, al advertir como se acercaban a nuestra costa gran cantidad de lanchas de desembarco, aceleró su marcha hasta llegar a la puerta del castillo de Paso Alto donde, con sus gritos, e incluso lanzando piedras dentro del recinto, puso en aviso a la guarnición, frustrando este primer intento de ataque. Los ingleses, viendo que ya no contaban con el factor sorpresa, volvieron proa hacia sus barcos.
 
Agreste Custom 
 
Placa en homenaje a la campesina de San Andrés 
(Diseño a cargo de Gladys de Armas)
         
          A esta anónima mujer, la Tertulia Amigos del 25 de Julio, le ha rendido un modesto homenaje a su valor y patriotismo, levantando un hito en el ala norte del castillo de Paso Alto.
 
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          Dos días más tarde, el 24 de julio, los ingleses desembarcaron por el Bufadero y lograron llegar hasta la montaña conocida como Mesa del Ramonal donde las fuerzas españolas que estaban situadas en la Atura de Paso Alto le impidieron su avance.
 
          Debido a que estos soldados y milicianos tinerfeños tuvieron que permanecer varios días en este paraje sin sombra donde poder amparase de un sol de justicia, era necesario que alguien les acercara agua y alimentos. 
 
          Pues bien, en aquellas circunstancias, un grupo de valientes aguadoras de Santa Cruz se ofrecieron voluntarias para trepar por los empinados escarpes de la Altura, llevándole agua, frutas y alimentos. Titánico esfuerzo el realizado por estas mujeres para ascender la escabrosa ladera, seguramente descalzas, cargadas hasta la extenuación, bajo el sol abrazador del verano, y expuestas al fuego de los atacantes. Heroico proceder de aquellas mujeres pues tenemos constancia que dieron más de un viaje.
 
          Las aguadoras, profesión llevada a cabo por algunas mujeres de Santa Cruz, se encargaban de trasladar envases de agua sobre sus cabezas, desde las fuentes de La Pila, en la plaza de La Candelaria, o la de Morales, en el barrio de El Cabo, hasta los hogares que se la solicitaban, recibiendo a cambio una remuneración.
 
          Dada la importante misión que aquellas humildes mujeres ejercieron en la sociedad de su tiempo, el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, en el año 2000, les rindió un merecido homenaje junto al chorro de Santo Domingo, muy cerca del Teatro Guimerá, con una escultura de Medín Martín. 
 
Aguadoras Custom
 
Placa en homenaje a las aguadoras de Santa Cruz
(Diseño a cargo de Gladys de Armas)
 
          De la misma manera, la Tertulia Amigos del 25 de Julio, les ha rendido un modesto homenaje a su valor y patriotismo, levantando un hito en la entrada del Club Náutico.
 
          La capitulación de Horacio Nelson supondría para el Escudo de Santa Cruz su Tercera Cabeza de León, extraída del blasón de armas inglés.                          
 
 
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