Una fallida expedición (Relatos del ayer - 20)

 
Por Jesús Villanueva Jiménez  (Publicado en la Revista NT de Binter, en su número de enero de 2018)
 
 
          La tripulación del pesquero y algunos paisanos, con gran esfuerzo, varaban en la playa de la Alameda la vieja balandra, a la vez que unos niños lanzaban callaos al mar. Mientras, algunos vecinos de Santa Cruz, en la misma playa y desde la plaza de la Pila, así como unos soldados desde las almenas del castillo de San Cristóbal, observaban curiosos las labores de embarque de provisiones que hacían algunas barquitas chicharreras, contratadas a tal efecto, en una fragata de la Marina Real británica de nombre HMS Bounty, que había arribado el día anterior, viernes 4 de enero de 1788, luego de doce días de navegación, pues partió de Spithead el 23 de diciembre. Debía ser importante aquella expedición, porque su comandante, el teniente de navío William Bligh, y el segundo de a bordo, el ayudante de maestre Fletcher Christian, habían sido recibidos por el Marqués de Branciforte, Capitán General y Gobernador de las Canarias. Bligh ya había visitado Santa Cruz acompañando en su tercer viaje expedicionario al legendario James Cook, estancia de la que guardaba grato recuerdo.
 
          Desde la escollera del muelle, en animada conversación, observaban la maniobra de embarque de mercancías en la fragata el gobernador del castillo, don José de Monteverde y Molina, a don Pedro Forstall, un importante comerciante irlandés afincado en Santa Cruz.
 
          —Según tengo entendido, se trata de una expedición que pretende encontrar por las islas de Tahití una extraña planta que llaman del “pan”, y que da un fruto al que atribuyen grandes propiedades alimenticias —explicaba don José a don Pedro.
 
          —Eso me contó esta mañana Tomás Cólogan. Dice que la Real Sociedad de Londres ha ofrecido una suculenta remuneración a quien consiga transportar en buen estado ejemplares de esa planta a Inglaterra —contestaba con cierta displicencia el irlandés, poco simpatizante de los ingleses.
 
          —Tengo entendido que cerró Cólogan e hijos el contrato de abastecimiento.
 
          —Casi novecientos galones de vino, entre otras cosas, nada menos… No pude competir con ellos —se lamentaba el irlandés.
 
          —Les queda una larguísima travesía por esos mares siempre inciertos… y esas islas del Pacífico… Quién sabe qué les aguarda —apuntaba don José.
 
          No iba desencaminado el gobernador del castillo Principal. El jueves 10 de enero, luego de concluida una reparación y embarcadas todas las provisiones, partió la HMS Bounty. Quince meses después, el 28 de abril de 1789, estalló un motín a bordo, liderado por Fletcher Christian. El teniente  y dieciocho leales fueron abandonados en un bote a la deriva, con apenas provisiones, mientras los amotinados se establecieron parte en las islas Pitcairn y parte en las Tahití. Increíblemente, Bligh logró regresar a Inglaterra en abril de 1790. En junio de 1792, algunos de los amotinados pudieron ser juzgados. Christian escapó de la Justicia.
 
         Además de la buena vida y las bellas y condescendientes mujeres de aquellas paradisíacas islas, ¿pudo tener algo que ver con el motín en la Bounty que Fletcher Christian debiera dinero a William Bligh? Eso se dijo entonces.
 
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