Feministas y "feministos" de salón

 
Por Jesús Villanueva Jiménez  (Publicado en El Periódico de Canarias.es el 9 de febrero de 2018).
 
 
 
          Levanto la cara y leo o escucho, según se dé, que (hace ya días) la Fórmula 1 prescinde de las azafatas en la parrilla de salida, puesto que “Esta costumbre está en desacuerdo con las normas sociales modernas”, afirmó Sean Bratches, el recién estrenado director comercial del multimillonario espectáculo. Y claro está, las organizaciones feministas aplauden la iniciativa con júbilo y algarabía. Y me pregunto, ¿dónde está la libertad de esas azafatas de trabajar en lo que les dé la gana? ¿Han pensado esas feministas que aplauden la iniciativa, populista a todas luces, en el daño que se hace a esas azafatas -tan dignas como las profesionales que ejercen cualquier otra actividad legal- esta presión sin sentido que les deja sin trabajo?
 
          Y leo en diversa prensa que el sindicato de enfermería SATSE exige la retirada de los disfraces de carnaval con una imagen sexista de la enfermera, porque considera que daña la dignidad y la imagen pública de las profesionales del sector. Y observo que a la fiesta se apunta el Sindicato de Enfermería de Canarias, que en boca de su Secretario General, Leopoldo Cejas, también exige la retirada de los disfraces de enfermeras sexis de las tiendas. ¿Y por qué no retirar también los disfraces de lagarterana, de putón desorejado (en especial el que se adorna con pelucas rubias de rizado cabello, por razones obvias), de flamenca barbuda de velludos sobacos…? Y ahora que lo pienso, ¿eso de que las aspirantes a Reina del Carnaval enseñen el ombligo, no será vejatorio para la imagen de la mujer?
 
          Y escucho y leo esta mañana que Irene Montero, portavoz (es decir, la que lleva o conduce la voz de los suyos a los demás) de Podemos en el Congreso de Diputados, se despacha con un “portavoces y portavozas”, superando aquella ocurrencia de “miembros y miembras” de Bibiana Aído, hoy enchufada en las Naciones Unidas. Sí, enchufada desde 2011 en ONU Mujeres, entidad de Naciones Unidas ocupada en potenciar la “igualdad y el empoderamiento de las mujeres”, con un modesto sueldo de 10.000€ al mes, más dietas y vete tú a saber qué más. Y me viene a la cabeza el jóvenes y “jóvenas” lindeza de Carmen Romero, ex-esposa de Felipe González (aclaro para los olvidadizos). Y hete aquí que saltan al ruedo de los despropósitos, de la mamarrachada, del sinsentido, del analfabetismo, la portavoz adjunta del PSOE, Adriana Lastra, sumándose al “portavozas”. Y llega el perejil de todas las salsas amargas, o sea Pablo Iglesias II, y se retrata en Twitter defendiendo, por inclusivo, el esperpento lingüístico “portavoza”.
 
          ¿Saben ustedes una cosa? No me creo a estas y estos feministas y “feministos” de salón. Me creo su oportunismo. Me creo su me subo al carro del feminismo de opereta, que es rentable que no veas en votos y subvenciones, y con cuya bandera enarbolada no te juegas el físico. Sí me creo el feminismo, valiente y decidido, de las hermanas ajedrecistas Mariya y Anna Muzychuk, campeona del mundo 2015 y 2016 la primera, y 2017 la segunda, que renunció a revalidar su título, al negarse ambas a acudir al mundial de Riad, en Arabia Saudí, puesto que para competir le obligaban a cubrirse la cabeza con el consabido velo musulmán. Anna, además, manifestó recientemente en el Women Chess Stars (Estrellas ajedrecistas femeninas) celebrado en Valencia, no haber acudido al mundial, además, “por la nefasta situación que viven las mujeres en Arabia Saudí”, añadiendo: “Espero que las mujeres me puedan escuchar y esto les ayude a conseguir sus sueños”.
 
          Y me trae la memoria la heroica acción de la atleta argelina Hassiba Bulmerka, cuando en los Juegos Olímpicos de Barcelona 92, sin velo, en camiseta sin mangas y pantalones cortos, corrió y ganó la final de los 1.500 metros, jugándose literalmente la vida, puesto que desde que ganara el Mundial de Tokio de 1991, corriendo con la misma indumentaria, estaba amenazada de muerte por el integrismo islamista. Al término de aquella carrera en Tokio gritó con júbilo: “Mi victoria es un grito del corazón para las argelinas, para las árabes”. Esta heroicidad sí es feminismo.
 
          Quiero recordar también a jóvenes musulmanas que se han grabado en vídeo despojándose del velo, como señal de rebeldía ante la situación de las mujeres en aquellas repúblicas islámicas, publicándolo en las redes sociales. Esto también es feminismo. Este acto de valentía sí enarbola la bandera de la igualdad, del rechazo al machismo más extremo.
 
          Cuando vea y escuche a Irene Montero, Adriana Lastra, Pablo Iglesias, titiriteros y titiriteras y demás feministas y “feministos” de salón, de alfombras rojas y flases de noches de entrega de estatuillas de Goya, frente a la embajada de Arabia Saudí, donde se decapita a mujeres (y hombres) en la vía pública y se flagela y encarcela de por vida a supuestas pecadoras; o en la de Paquistán, donde se queman vivas, cuando no se rocía con ácido el rostro, a cientos de mujeres al año, por motivos a gusto del esposo o padre o hermano -o cuñada o vecina de turno, que también-, ya por imaginables ofensas, ya por supuestos adulterios. O, pongamos por caso, frente a la embajada o consulado de Afganistán, Irán, Irak, Sudán, Somalia, Nigeria y tantos otros lugares conocidos donde se lapida a quienes ofenden al esposo; países donde se obliga a niñas de 7, 8, 9 años a casarse con quienes podrían ser sus padres e incluso abuelos; lugares donde se mantiene la inhumana costumbre de aplicar la ablación del clítoris a niñas desgraciadas para siempre. Podría seguir, pero creo que ya me he explicado suficientemente.
 
          Cuando vea y escuche a estas y estos feministas y “feministos” de salón clamar por los derechos de la mujer y la abolición de tantas prácticas salvajes, inhumanas, contra ellas, en lugares conflictivos de verdad, entonces, quizá, me crea que esas proclamas de no a las azafatas de ceñidos vestidos, o lo igualitario del ellos y ellas, van de corazón. Aunque nunca tragaré con lo de “portavoza” y similares, como no tragaría con “deportisto”, pongamos por caso, ni majaderías semejantes.
 
          Por cierto, porque no me da la gana, no pienso disfrazarme estos carnavales de enfermera sexi ni de putón desorejado, barbudo y con peluca rubia de rizados cabellos. Porque no me da la gana.
 
 
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