John Hawkins, un pirata inglés en Tenerife

 
Por Alastair F. Robertson  (Publicado en inglés en el número 593 de Tenerife News). Traducción de Emilio Abad.
 
 
 
          Todos los ingleses hemos ha oído hablar de Francis Drake; para nosotros fue un héroe que circunnavegó el mundo, “le quemó las barbas al rey de España” cuando destruyó la flota española en Cádiz y fastidió a los españoles para secreto regocijo de la reina Isabel I. Drake fue un avanzado de entre los marinos ingleses que se convirtieron en una pesadilla para España, que por muchos años había mantenido el monopolio de la rutas comerciales con las Indias Occidentales y Centroamérica. Naturalmente, para los españoles Drake es cualquier cosa menos un héroe, se le llamó “El Dragón”, fue una plaga para la Ruta de Indias (la vía comercial atlántica que unía Europa con las Américas, y una espina calvada en el costado de Felipe II, y, no lo olvidemos, uno de aquellos odiosos protestantes.
 
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 John Hawkins
 
          Hoy en día no es tan bien conocido un primo de Drake, ocho años mayor que él, llamado John Hawkins (nacido en Plymouth en 1532), y del que, en buena medida, Drake había aprendido su profesión. En su juventud, Hawkins se había familiarizado con las Islas Canarias al navegar en buques mercantes en el comercio del azúcar. Se sabe que en 1560 visitó Tenerife, donde ya tenía socios pertenecientes a las familias Soler, de Abona, y de Ponte, de Garachico y Adeje, quienes poseían plantaciones de azúcar en el Sur de la isla. En esas visitas, Hawkins llegó a saber que los colonos españoles en el Caribe necesitaban con urgencia esclavos negros. Se podía ganar mucho dinero en aquel negocio, y participando en él, Hawkins se introdujo en un círculo de comerciantes que había estado casi exclusivamente bajo control español. Al hacerlo se convirtió en el primer inglés que traficó con esclavos africanos. 
 
          Aunque el Archipiélago canario formaba parte de la católica España, un tratado abrió las Canarias a los protestantes ingleses y a comerciantes de otras nacionalidades, y, de todas maneras, la reina Isabel I permitía a sus mercaderes comerciar con quienes desearan. Aquella concesión era lógica, puesto que la Islas Canarias obtenían abundantes beneficios comerciando con los buques mercantes que tenían que detenerse aquí para reavituallarse de agua y alimentos frescos para más largas singladuras. Las flotas de Hawkins no eran una excepción, y a finales de 1562 arribó a Tenerife con un cargamento de lanas inglesas que vender y para cargar suministros antes de navegar hacia Guinea, en el África Occidental, para capturar o comprar esclavos.
 
          Garachico era el puerto más importante de Tenerife, pero también una de las diversas propiedades de la familia de Ponte. Pedro de Ponte, el primer Señor de Adeje, era descendiente de Cristóbal de Ponte, un mercader genovés que había participado en la conquista de Tenerife por los españoles en 1494, recibiendo como recompensa por sus servicios vastas extensiones de tierra en las que producir azúcar. La mano de obra necesaria la constituían esclavos africanos. Pudo ser en Garachico donde Hawkins encontrara en Pedro de Ponte un carácter parecido al suyo, y a pesar de los cada vez más graves ataques piráticos a la isla, los dos hombres se las apañaron para hacerse amigos y socios en el negocio de la esclavitud. Hawkins fue invitado a la casa de de Ponte en Adeje, de manera que rodeando en su navegación la Punta de Teno y tomando luego rumbo S.E. a lo largo de la costa, llegó a la Caleta de Adeje, el puerto de la localidad.
 
          Había sido Pedro de Ponte quien había construido La Casa Fuerte, cerca de la entrada del Barranco del Infierno. Además de suponer un símbolo de su estatus social, era necesario contar con una edificación sólida y fortificada, dado que Adeje estaba muy alejado de otras poblaciones de la isla. En los años centrales del siglo XVI, la zona fue saqueada repetidamente por piratas ingleses y franceses. Pedro de Ponte se dirigió en varias ocasiones al Príncipe Felipe, que pronto sería el rey Felipe II, solicitando autorización para construir una casa fortificada. Por fin, el 2 de mayo de 1555, la Princesa Juana firmaba el correspondiente permiso, y en 1556 comenzó la construcción de La Casa Fuerte, que se iba a convertir, a la vez, en el hogar de la familia de Ponte y en el centro administrativo para sus propiedades agrícolas. 
 
          John Hawkins vino de nuevo a Tenerife en 1564, pero en su tercer viaje a las Indias Occidentales, al llegar a Santa Cruz en octubre de 1567, existía un abierto estado de hostilidad entre Inglaterra y España como consecuencia de las actividades de los piratas y corsarios ingleses. En resumen, el rey Felipe se había hartado de que los extranjeros se entrometieran en los asuntos de sus posesiones. Además, la brecha abierta entre católicos y protestantes se ensanchaba cada vez más.
 
          Algunos de los amigos de Hawkins en Santa Cruz dejaron de serlo. Sin embargo, él invitó a comer y a pasar un agradable rato a bordo a quienes aún le dirigían la palabra. Las aceptaciones a la invitación pudieron ser un subterfugio, pues Hawkins advirtió que algunos barcos españoles cambiaron de ubicación durante la noche. Desconocía cual sería la intención, pero buscando la seguridad, desplazó sus propios barcos fuera del alcance de los cañones. Cinco días más tarde, cuando Hawkins abandonaba el puerto, hizo lo que podía interpretarse como un convencional saludo de despedida disparando un cañonazo. Pero en vez de utilizar salvas, se disparó una bala que dañó una de las casas de la ciudad. Pudo ser un accidente, pero los detractores de Hawkins aseguran que en realidad intentó alcanzar la iglesia de La Concepción. Esta interpretación pudiera ser correcta, porque antes de abandonar las Canarias para ir a buscar esclavos en África, su flota cayó sobre La Gomera, donde cometió el sacrilegio de quemar imágenes sagradas.
 
          De los tres viajes de Hawkins a las Indias Occidentales, el primero, en 1562, supuso un gran éxito financiero, especialmente porque la novedad cogió desprevenidos a los españoles; el segundo, en 1564, no fue muy provechoso, porque los españoles estaban siendo menos tolerantes con las discutibles añagazas piráticas de los ingleses; y el tercero, en 1567, cuando estaba acompañado de su primo Francis Drake, fue un desastre. A pesar de ello, fue nombrado Tesorero de la Armada en 1578 y fue decisivo en el diseño de nuevo tipo de buque de guerra, totalmente distinto, más rápido y más maniobrero, y fue hecho caballero por su actuación en la derrota, en 1588, de la Armada española. Pero su muerte fue ignominiosa: en 1595, en su último viaje a la española isa de Puerto Rico, falleció por enfermedad. 
 
           Pero volviendo a La Casa Fuerte de Adeje, uno de los edificios del complejo recibe el nombre de La Cocina, pero estudiando la imponente ruina, con sus frisos tan cuidadosamente pintados, el escudo de armas y la impresionante vista que ofrece sobre las muchas hectáreas de tierra que antiguamente se cultivaron, parece claro que, en realidad, esta era la residencia del señor, o al menos la sala que compartiría con sus huéspedes para impresionarlos con la amplitud de sus propiedades y su millar de negros trabajando en ellas. He estado dentro de las ruinas, y levantando la vista a las ventanas del primer piso, me imaginé a John Hawkins y Pedro de Ponte, hace 450 años, de pie y con un vaso de vino malvasía en las manos, mirando hacia La Gomera.
 
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