El Santo en Tenerife

 
Por Alastair F. Robertson  (Publicado en inglés en el número 582 de Tenerife News -18 a 31 de agosto de 2017-). Traducción de Emilio Abad.
 
 
 
          Roger Moore, el mundialmente famoso actor, conocido por sus interpretaciones de James Bond, falleció a principios de este año. No mucha gente le conoce por algo más, pero, naturalmente, no apareció de improviso desempeñando ese papel, sino que su carrera había comenzado mucho antes.
 
          Si uno repasa viejos anuncios de géneros de punto de la década de 1950, podrá verlo con aspecto de sentirse muy feliz usando chaquetas y chalecos de lana. Luego se dio a conocer más al público representando al caballero “Ivanhoe” en programas infantiles de televisión. Y a continuación dio vida a un personaje que le convirtió en el actor perfecto para desempeñar el papel de Bond. ¿Cuántos de ustedes solían pegarse a su aparato de televisión de dos canales en los años 60 para contemplar las aventuras de Roger Moore, alias Simon Templar, alias “El Santo”?
 
          “El  Santo” fue un personaje creado por el novelista Leslie Charteris en la década de 1930. Como una especie de Robin Hood, “El Santo” era un héroe/antihéroe, un tipo enredador, caballeroso y amable. Charteris escribió un total de treinta y cinco novelas del “Santo”, muchas de las cuales fueron llevadas a la pequeña pantalla, y todas protagonizadas por Roger Moore. Vagamente recuerdo ver en televisión al "Santo" con su halo, pero no ha sido hasta muy recientemente cuando he leído sobre él una novela relacionada con algunos sucios negocios con diamantes y un billete de lotería en Santa Cruz de Tenerife.
 
          El Santo en Tenerife es un libro que tiene la extraña, y quizás única, característica de utilizar tres títulos diferentes, o incluso cuatro, si se incluye el de su traducción al español. Se publicó en marzo de 1937 como The Saint Bids Diamonds, también llegó a ser The Thieve’s Picnic y cuando se publicó en español fue El Santo en Tenerife.
 
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          Si bien "El Santo" fue popular en su tiempo de publicación y más tarde en televisión, sus actividades nunca pudieron rivalizar con la ingeniosa fuerza intelectual de Miss Marple o Hércules Poirot, los detectives de Agatha Christie, ni con el encanto, tan atractivo para las masas, del James Bond, de Ian Fleming. "El Santo" no era sutil, sus libros están repletos de acción, a menudo muy violenta, parte fundamental en la trama, con Templar y su increíblemente torpe “ayudante”, un delincuente americano llamado “Hoppy”.
 
          Leslie Charteris pasó unas vacaciones invernales en Tenerife en diciembre de 1935 con la que sería su segunda esposa, hija de un cortador de diamantes. La asociación de los diamantes, la lotería de Navidad y Santa Cruza de Tenerife le inspiraron el argumento de la novela, cuya acción incluso discurre en diciembre. En la obra, “El Santo” simula ser un cortador de diamantes a fin de rescatar a un anciano y su bella hija, y su billete de la lotería nacional premiado con varios millones en el sorteo de Navidad, de las garras de una banda de contrabandistas de diamantes… Pero les dejaré que lean el resto
 
          Como un premio añadido, resulta muy interesante que algunos de los escenarios de la novela pueden localizarse hoy en día, y si el lector conoce algo del plano de Santa Cruz puede entender mejor la acción. Buena parte se centra en el entorno de la Plaza de Candelaria, la plaza principal de Santa Cruz, con su estatua de la Virgen de la Candelaria, En 1935 se llamaba Plaza de la República, pero se le cambió el nombre después de la guerra civil. Personajes  típicos de las calles de la ciudad, como un afilador de cuchillos y un burro rebuznando ya no se encuentran, como tampoco el Hotel Orotava (donde Charteris se alojó), que ha sido reemplazado por un edificio moderno.
 
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          "El Santo" habla perfectamente castellano, lo que facilita el desarrollo del argumento; no le gusta mucho Tenerife, a la que llama “este lugar olvidado de Dios”; comenta que los periódicos insulares se preocupan especialmente de las interminables intrigas políticas y de la defensa de las Islas Canarias, que los isleños creen que todas las demás naciones quieren conquistar. Recuerden que esto se escribía tan solo unos meses antes del inicio, en julio de 1936, de la Guerra Civil española.
 
          Una importante actividad local de la época era la construcción del puerto. Charteris escribe: “… el taladrante silbido de la locomotora del tren que atraviesa Santa Cruz, desde las canteras al muelle, transportando rocas que son arrojadas al mar para formar un dique que nunca parece próximo a completarse”. El ruido podría deberse a la misma locomotora de vapor que ahora se expone entre Paso Alto y el Bufadero, en la carretera a San Andrés.
 
          Aunque, en beneficio de la trama Charteris cambie la identidad de algunos puntos, por ejemplo la Oficina de Turismo de Camacho, en la Plaza, y el Café Zanzíbar en la manzana del Casino, son lugares reales, así como el Bar Alemán, frente al Hotel Orotava, al otro lado de la Plaza, que era el Bar Oasis, más conocido como el Bar Inglés, y demuestra su conocimiento de la zona, incluyendo los nombres verdaderos de calles y lugares. Por ejemplo, conduce hacia arriba por la calle Castillo (hoy peatonal) y sube la vieja carretera que llevaba de Santa Cruz a La Laguna hasta la casa de los villanos, Las Mariposas, con su jardín amurallado (¿Existió realmente esa casa?)
 
          Se mencionan otros lugares locales, como la calle de la Libertad, la calle Ortega, el edificio del Casino, el periódico La Prensa, naturalmente el Teide y la ciudad de La Orotava. Destaca también el hecho curioso de que en Santa Cruz las calles tienen dos nombres, el oficial y aquel por el que es conocida popularmente; por ejemplo, la calle San Francisco era oficialmente la calle Doctor Comenge; y la calle Doctor Allart era también la calle del Sol. Esa confusión al foráneo se mantiene hoy en día, lo que tiene que ser divertido para los expertos conductores de taxi.
 
          La historia termina cuando a Simon Templar se le ofrece algo muy tentador, pero, como es un hombre de honor, declina la oferta.
 
          La localización de la novela en Santa Cruz movió a don Emilio Abad Ripoll a su traducción al español. El Santo en Tenerife fue publicada por Idea en 2001. En inglés, The Saint Bids Diamonds se puede conseguir en una reciente reedición publicada por Mullholland Books en 2013.
 
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