El trío Los Panchos en la intimidad canaria

 
Por Carlos Hernández Bento  (Publicado en el mejicano Diario de Colima el 14 de mayo de 2017).
 
 
          Los aficionados a la música latinoamericana estamos de enhorabuena. Hoy, domingo 14 de mayo de 2017, es el aniversario de uno de los grupos mexicanos de más relevancia a lo largo de los tiempos. Y quién dice mexicanos, dice universales, porque los famosísimos Panchos, con perdón de ustedes, son de todos. ¡A mí no me convencen de otra cosa! Enamoraron a generaciones de canarios y canarias y, gracias a ellos, vino al mundo algún canarito nuevo.
 
          La música de América Latina se siente como propia en toda España y, cómo no, en Canarias, donde cualquier bolero alterna de forma natural con las canciones de aquí en las parrandas familiares. Todo ello, sin menoscabo de que, los que somos algo más jóvenes, hayamos ido forzando también la entrada de otras piezas más modernas como las de Maná.
 
          Por parrandas entendemos los canarios las reuniones hechas normalmente en un patio o casa particular a las que acuden familiares y amigos (desde el niño de moco al abuelo de baba) con el primordial y muy serio -¡pero muy serio!- objetivo de pasarlo bien. Se come, se bebe moderadamente -al menos al principio-, se cuentan chistes y ocurrencias y, por supuesto, se canta mucho y con instrumentos (¡cómo mínimo una guitarra española!). Es el momento más grave, en el que las almas se mecen juntas al mismo compás y todos se sienten arropados y respaldados por todos. Conciencia de grupo, que dicen algunos.
 
         En este ambiente se crían primos y hermanos; parafraseando a Antonio Machado: “Mi infancia son recuerdos de un patio en [La Gomera]”. El que haya disfrutado de una buena parranda, sabe que de estos trances sale uno como un niño chico, con el alma embalsamada. ¡De verdad que sí! Vas como más ligero y aliviado de preocupaciones. A la mañana siguiente aquella alegría y aquellas canciones todavía reverberan en el ánimo hasta que, hacia la tarde-noche, se van apagando lentamente siguiendo el paso de la luz del día. Nada, supongo, que no hagan en México con el mismo u otro nombre. Al fin y al cabo, como buenos latinos que somos, ustedes también son un pueblo con mucho corazón e inteligencia… y saben vivir, caramba.
 
          De muchos es sabido que el bolero es un género musical que nace en Cuba y entra en México por Yucatán, la provincia más cercana a la isla caribeña. Las formas de cantarlo de ambos países son muy similares, pero viene a ser en México donde toma su impulso internacional definitivo, gracias al trampolín que le ofreció la Edad de Oro de su cine (años 30 a 60).
 
          El Trío Los Panchos hizo su presentación oficial tal día como hoy, 14 de mayo de 1944, en el Hispanic Theatre de Nueva York, donde El Güero Gil y Chucho Navarro, junto al portorriqueño Hernando Avilés, decidieron unir, por vez primera ante un gran público, sus talentos, innovando con sus interpretación a tres voces y tres guitarras. Tiempo más tarde, Gil comenzaría a utilizar el requinto, instrumento de invención propia. Pronto también, grabarían para el sello Coda su primer disco, Mexicantos, con siete temas de música del país y el bolero "Hasta mañana", que fue el que los inició en esta forma musical y los identifica en todo el mundo, un mundo en el que vendieron millones de copias a los pocos años de su fundación.
 
          Después de muchas décadas de carrera, Los Panchos han dejado un legado que supera ampliamente las 1.000 canciones, sin contar grabaciones o transmisiones de radio o televisión, haciéndolo en idiomas y estilos diversos, algunos de ellos muy ajenos al suyo, como el country o el blues. 
 
          José Luis Sánchez Camacho, componente de la última etapa del mítico trío, vive desde hace ya 17 años en La Laguna, Tenerife -recuerden, la ciudad que este mismo mes se hermanó con Colima-. Bueno pues, sepan ustedes que por aquí lo tratamos bien. Es muy feliz con su compañera Marisa y está arropado por sus preciosos recuerdos. En la prensa local, La Opinión, nos contó algunos de ellos. Como cuando se aventuró a ir a casa de Alfredo Gil para que le “apadrinase” su requinto, “El día que fui a verlo, me paré frente a su puerta y me dio miedo tocar el timbre. ¿Qué voy a hacer cuando abra la puerta? ¡Me voy a desmayar!”, pensaba Sánchez, mientras, tieso frente al umbral, sentía que las dudas lo abrasaban vivo. Tras unos minutos, el hombre agarró fuerza, llamó por fin al timbre y… ¡aquí estamos! En otra ocasión, cuando ya entró en confianza, le confesó a Chucho Navarro que él era el que siempre les pedía, desde la parte trasera del teatro Tívoli de México, la canción “Una voz”, y que nunca le hicieron caso. “¡Aaaah, eras tú el que jodía!”, le espetó Chucho, que enseguida le explicó lo complicada que era la estructura musical de esa pieza.
 
          Para muchos jóvenes canarios de hoy Los Panchos son parte del suelo sobre el que nos tenemos en pie. Es música de nuestros mayores y oírlos nos transporta directamente a la niñez y a la adolescencia, al yo más yo, al más íntimo y primigenio solar sobre el que corríamos en pantalón corto, felices y despreocupados de la vida.
 
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[“… Y en la distancia muero, día a día sin saberlo tú. Día a día sin saberlo tú.”]
 
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