Presentación del libro de José Manuel Ledesma "Visitantes Ilustres, Siglos XVIII y XIX. Relatos del Puerto y la Ciudad de Santa Cruz de Tenerife"

 
A cargo de Emilio Abad Ripoll (Presentación del libro de José Manuel Ledesma Visitantes Ilustres. Siglos XVIII y XIX. Relatos del Puerto y la Ciudad de Santa Cruz de Tenerife, el 13 de julio de 2016 en el Real Casino de Tenerife.
 
 
 
          Una vez más me encuentro en la, para mí, difícil tesitura de presentar un libro escrito por un amigo, en este caso por un gran amigo. Y como ya he dicho en esas otras ocasiones, en tales circunstancias no puedo evitar que me vengan a la mente unos versos de la tragicomedia La venganza de don Mendo, de don Pedro Muñoz Seca.
 
          Esos versos a los que me refiero constituyen la parte principal de la explicación que el enamorado don Mendo ofrece a su amada doña Magdalena para justificar que llegó tarde a la cita que tenía con la dama, porque, como casi siempre nos suele pasar a los hombres en esos casos, “lo liaron” unos amigos para tomarse unos vasos de un “malvado Cariñena” y jugar a las siete y media. A Magdalena, no tan inocente como cree Mendo, le resulta extraña esa hora para ponerse a jugar, pero él, condescendiente, le aclara que se trata del nombre que recibe un juego de cartas.
 
          Más de uno de ustedes se estará preguntado cuál será la relación del juego de las siete y media con lo que nos ha reunido aquí esta tarde; pues bien, paso a aclararlo de una forma sencilla, cambiando únicamente unas pocas palabras en los citados diez versos. Así, yo considero que esto de la presentación del libro de un amigo…
 
                    “es un encargo muy vil  //  que no hay que preparar a ciegas  // pues presentas cien veces, mil  // y de las mil ves, febril  //  que o te pasas o no llegas.
 
                     Y el no llegar da dolor  //  pues indica que mal tasas  // y eres, del autor, deudor.  //  Más, ¡ay de ti si te pasas!  //  ¡Si te pasas es peor!”
 
          Y es absolutamente verdad. Si con mis palabras no soy capaz de dejar bien claro lo que José Manuel Ledesma y su última obra se merecen, es decir, si me quedo corto, “si no llego”, tendría que pedirle perdón por mi ineptitud, quedaría de él deudor…Pero si pese a que yo crea de corazón que digo lo que ambos, autor y libro, se merecen, alguien piensa que me estoy excediendo en el elogio y que mis palabras viene dictadas tan sólo por nuestra amistad, que “me estoy pasando”… el resultado sería mucho peor.
 
          Bueno, pues ya conocen lo que siento ahora. Pero a lo hecho, pecho; y como le prometí que lo haría el día en que me ofreció ser su presentador, aquí me tienen, dispuesto a salir del atolladero lo mejor que sepa y pueda.
 
          Hablar de José Manuel Ledesma es el primer reto, porque ¿qué puedo yo decir de él que ustedes no conozcan? Me parece superfluo, y hasta absurdo ese intento, pero por si acaso, que lo dudo, hubiese entre el auditorio alguien que no lo conoce, diremos, en honor de ese escuchante, algo sobre el autor.
 
          Nació en La Laguna en 1946 (por lo que acaba de cumplir sus primeros 70 años), está felizmente casado y es el orgulloso padre de Mónica.  Allí, por el Valle de Las Mercedes, fue donde esa gran docente que es la Madre Naturaleza le despertó su vocación: la enseñanza. Con 20 años José Manuel era Maestro, la más hermosa de las profesiones, de la que siempre le escuché presumir. De su amor por la enseñanza y de su afán pedagógico, han quedado claras huellas en muchas personas (ir paseando con Ledesma por la calle supone detenerse con frecuencia a saludar a alguien, la mayoría antiguos alumnos suyos) y en instituciones y organismos públicos y privados, destacando la que dejó al fundar el colegio Miguel Pintor y trabajar en él durante más de 15 años. Además trabajó como técnico en la Inspección de Educación de Santa Cruz de Tenerife, fue director del Departamento de Radio Enseñanza en Radio Popular de Tenerife, director del Centro de Profesorado de La Laguna, asesor en la Consejería de Educación, Cultura y Deportes del Gobierno de Canarias, creador del Programa El Mar y La Escuela… y más cosas.  Pero para mí hay una actividad que empequeñece todas las demás.
 
          Creó, y durante 25 años (algo menos del tiempo que Santa Cruz y su Puerto llevan divorciados), coordinó y dinamizó el programa “Conoce nuestro Puerto” de la Autoridad Portuaria de Santa Cruz de Tenerife. Y digo que este trabajo ha sido fundamental porque, gracias a José Manuel, un número muy importante (se puede cifrar en el cuarto de millón) de niños y niñas de toda la Isla no han olvidado que esta ciudad hubo un momento (que se prolongó siglos) en que se apellidó también Puerto. Fueron una iniciativa feliz y un trabajo de muchos años por los que Santa Cruz debería estar eternamente agradecida a José Manuel Ledesma. Así se lo reconoció el CIT con la entrega del Premio Amable del Turismo y Convivencia Ciudadana (por cierto, que dudo que haya muchas personas que lo puedan ostentar de forma individual, como he citado, y colectiva, como Tertuliano Amigo del 25 de Julio, pues también le fue concedido a la Tertulia el pasado año.)
 
          Bueno, y como militar, retiradísimo, eso sí, me atrevo a convertirme en portavoz circunstancial de las FAS para agradecer también a José Manuel que la inmensa mayoría de las guaguas que transportan a los niños en su visita al Puerto, acaban recalando en el Museo Militar de Almeyda, donde los pequeños oyen palabras que no son de uso corriente en nuestra sociedad actual, como patriotismo, lealtad, honor, y otros sustantivos similares que han pasado a formar parte de lo no políticamente correcto. De modo que, José Manuel, como santacrucero y militar (en ambos casos de vocación) gracias.
 
          Y hablemos un poco del libro que no es, ni mucho menos, la primera publicación que aparece con su firma. En la última página podemos leer que es autor de una “Colección Didáctica. Conoce nuestro Puerto”, complemento eficaz de las visitas citadas, que comprende libros para los profesores, fichas para los alumnos y un video. Y, con su obsesión por la pedagogía, escribió también El Puerto de Santa Cruz, que él mismo considera como un recurso pedagógico para los Centros Educativos de Canarias.
 
         En plan divulgativo y descriptivo tiene escritos varios libros, como Mirando al mar (en colaboración con nuestra contertulia Ana María Díaz Pérez), Al compás de la Farola; El transporte en Tenerife; Los presidentes del Centenario de la JOP de Santa Cruz de Tenerife; Viajeros Ilustres. Siglos XVIII y XIX, relatando sus experiencias de subidas al Teide y, editado el pasado año, El Valle de las Mercedes. Recuerdos para su historia.
 
        Sobre nuestro libro de esta tarde, una sola recomendación: léanlo, porque yo les voy a decir muy poco, en parte para no pisarle a él algo de lo que piense contarnos. Recoge los comentarios de 34 visitantes (tan sólo dos de ellos mujeres), sobre el propio puerto y la ciudad, que arribaron aquí, algunos varias veces, 13 en el siglo XVIII, 20 en el XIX y 1 en el XX. De ellos hay 20 franceses, 7 ingleses, 3 irlandeses, 2 españoles, 1 alemán y 1 escocés. Eran de las más diversas profesiones y aficiones.  A través de esos comentarios, y con un ligero esfuerzo de imaginación, se puede uno hacer una idea de los cambios experimentados en la ciudad en los últimos dos siglos. Claro que, no puedo dejar de comentarlo, me sorprenden las impresiones negativas de algunos, especialmente ingleses, cuando hablan de los habitantes o de las calles, si piensa uno en la miseria y la pobreza londinense que se recoge en sus propias novelas de la época, especialmente cuando la incipiente revolución industrial esclavizaba a hombres, mujeres y niños.
 
          El libro que aparece hoy, Visitantes Ilustres. Siglos XVIII y XIX. Relatos del Puerto y la Ciudad de Santa Cruz de Tenerife, es una continuación, o ampliación, al anterior que recogía los comentarios que les suscitaba a aquellos viajeros la presencia del Teide, pero también supone  el complemento ideal de una visita al Paseo de los Visitantes Ilustres que la Autoridad Portuaria y la Tertulia Amigos del 25 de Julio  hemos regalado a la Ciudad hace tan sólo unos meses. Según nos dijo nuestro Alcalde, ese Paseo se verá muy transitado por turistas y lugareños cuando, por fin, culmine el ansiado enlace Puerto – Ciudad. En él, por si alguien no lo conoce, se han levantado 40 hitos que recogen un total de 80 placas de cerámica (de 40 x 40 cm) en las que se puede contemplar una reproducción de un grabado o fotografía de una personalidad (desde Magallanes a Stephen Hawking) que entró en la Isla por su puerto principal y leer, en español y en inglés, una breve semblanza de su vida y su obra. Son todos los que están, pero no están todos los que son, por lo que, a sugerencia del señor Melchior ya estamos pensando en su ampliación con más personajes que merecen nuestro recuerdo. Pues bien, he de decir que el gran propulsor e impulsor de la idea dentro de nuestra Tertulia fue José Manuel, quien participó en la selección de los personajes, la redacción de los textos, el diseño de las placas e, importantísimo, en la localización de la empresa que las fabrica, y a un precio asequible, en el Puerto de la Cruz, cuando en los años de crisis que vivíamos nos frenaba el gasto económico que podía suponer encargarlas a Sevilla.
 
          Bien es verdad que en el empeño de acercar la ciudad a su puerto no ha estado ausente la Tertulia. Varios Retales de Luis Cola nos hablan del tema; José Delgado es un recordatorio vivo de anécdotas y personajes relacionados con el Puerto, además de poseer una magnífica colección de fotografías sobre sus instalaciones y los barcos que lo han visitado en muchas décadas; Ana María Díaz ha colaborado con José Manuel, como dije antes, en la edición de un libro sobre los puertos de la provincia; Rafael Zurita, con sus 161 artículos en la serie periodística "Puerto y Puerta" (interrumpida hace algún tiempo, pero que deseamos se reanude pronto) ha recordado efemérides importantes y la necesidad de que el Puerto sea grande para que también lo sean la ciudad y la isla…Seguro que me dejo a algunos otros, pero voy a lo que quería decir: Que en ese empeño José Manuel Ledesma ha sido, y es, algo más. Para mí es la personificación del engarce Puerto-Ciudad. Gracias a su esfuerzo, miles de tinerfeños han, hemos, conocido la historia y la importancia del puerto; gracias a sus libros, todos menos uno relacionados con el tema, no se han olvidado personas, datos, anécdotas, refranes, etc., es decir, buena parte del acervo cultural de una ciudad que, tras vivir durante siglos del mar, por el mar y para el mar, a través de su puerto, luego, inexplicablemente, pareció darle la espalda.
 
          Por eso este libro es más que recuerdos de otras épocas. Es un aldabonazo para que sigamos todos, autoridades y pueblo, adelante en el empeño de recuperar el Puerto para Santa Cruz.
 
          Bueno, y aunque “me he pasado” un poco del tiempo prometido, pero me temo “no haber llegado”, como en las siete y media, a lo que verdaderamente tenía que decir, para compensar la mengua les pido que los aplausos que, por bondad y cortesía me iban a dedicar, los dirijan, de corazón, como lo hago yo, a José Manuel Ledesma Alonso.
 
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