Santa Cruz y el Deseado (Retales de la Historia - 232)

 
Por Luis Cola Benítez (Publicado en La Opinión el 4 de octubre de 2015).
 
 
          El domingo 3 de julio de 1808 llegó a Santa Cruz procedente de Cádiz la corbeta española Especulador, portadora de pliegos oficiales con tres trascendentales noticias: el advenimiento de Fernando VII, la paz con Inglaterra y la guerra con Francia. Aquella misma tarde el ayuntamiento proclamó al nuevo rey, con todas las autoridades civiles y militares. Al no haber casas consistoriales, a las cinco de la tarde la corporación se dirigió con el Pendón desde la casa del alcalde Miguel Bosq, en la calle Candelaria, a la del comandante general Casa-Cagigal, que como presidente de la Real Audiencia encabezó la comitiva, precedida de la música del Batallón de Infantería. Cerraba el cortejo la “artillería volante, crecido número de tropas de la guarnición e innumerable pueblo de ambos sexos.” Frente a la casa del comandante general el alférez Guezala tremoló el Pendón proclamando a Fernando VII como rey de la provincia y de todas las posesiones del Reino de España, ceremonia que se repitió en la plaza del Pilar, en la de la Pila, frente a la guardia del principal y en la plaza de la Iglesia. Hubo salvas de artillería de las fortalezas, repique general de campanas e iluminación general de 8 a 10 de la noche.
 
          Al ser la primera población del Archipiélago que manifestó su adhesión a la Corona de España, la Junta Suprema de Canarias concedió a Santa Cruz el título de “FIEL”, adjuntando el texto que debía llevar el hito conmemorativo que se estableciese: 
 
                    “Para perpetua memoria de la fidelidad de esta Villa, que intentó amancillar con engaño José Bonaparte, fingido Rey de las Españas, mandó erigir este monumento la Suprema Junta Gubernativa de estas islas, siendo Comandante General el Excmo. Sr. Don Carlos O’Donnell. Año MDCCCVIII.” 
 
          Ante la evidente falta de memoria de los responsables de cumplir el mandato, la Tertulia Amigos del 25 de Julio intenta actualmente poner remedio a tal olvido, para lo que se cuenta con el beneplácito de la actual corporación y se intenta conseguir la necesaria financiación.
 
          Los acontecimientos de 1814 en el segundo aniversario de la Constitución, se vivieron en Santa Cruz con el lógico retraso dictado por la lejanía, pero no por ello con menos pasión. El jefe superior político recordaba en marzo que debía celebrarse solemne Te Deum de acción de gracias, ante lo que el ayuntamiento, escarmentado por haber sido postergado en el protocolo en ocasión anterior, se dirigió al de Madrid para saber cómo debía ser el ceremonial en los casos en que concurriera la Diputación. Un mes más tarde la misma autoridad trasladó decreto de las Cortes ordenando rogativas por la pronta llegada a Madrid de Fernando VII, orden que se repitió a los pocos días al saberse que el rey estaba próximo a la frontera para entrar en España, rogativas que debían celebrarse “en las quatro Iglesias del Pueblo”, pero en días distintos para que el ayuntamiento asistiera a todas ellas. Las rogativas se repitieron cuando se supo que el rey estaba próximo a Perpignan, por lo que debían organizarse regocijos, que por falta de fondos quedaron reducidos a luminarias en las casas particulares que pudieron hacerlas y repique de campanas. Dada la situación de precariedad no es fácil explicare la misión de una comisión de festejos que formaron los regidores Rafael Contreras y Vicente Martinón. Curiosamente, el párroco protestó por no haber recibido el aviso a través del Obispado, no obstante lo cual celebraría nuevo Te Deum el jueves día 21.
 
          Antes de que terminara este mes de abril llegó una orden de la Regencia del Reino dictaminando que el rey debía jurar la Constitución en cuanto pisara España, al tiempo que declaraba la nulidad de lo que pudiera resolver, se decía, “mientras permanezca en el estado de opresión en que se halla.” Todos suspiraban por la llegada del Deseado, que bien pronto hizo notar su presencia y no precisamente en el sentido esperado.
 
          El 4 de mayo de 1814, por un Real Decreto impreso recibido por la municipalidad, Su Majestad declaraba “nula y de ningún valor ni efecto ahora ni en tiempo alguno la Constitución formada por las Cortes….”  La noticia fue confirmada por el ministro de Estado y de la Gobernación Pedro Macanaz en comunicación dirigida al comandante general Rodríguez de la Buria. Un mes más tarde es el propio jefe superior político, Ángel José de Soverón, el que comunicaba al ayuntamiento la supresión de su cargo, cuyas atribuciones pasaban al comandante general.
 
          En noviembre de 1823, a los pocos días de posesionarse del cargo el nuevo comandante general Isidoro Uriarte, sugirió al ayuntamiento que la plaza de la Pila pasase a denominarse plaza de Fernando VII. Se le contestó que se pondría el nombre de plaza Real del Castillo, aprovechando la ocasión para pedirle, dando prioridad a lo práctico, que activase el arreglo del camino de La Laguna, obra que se eternizaba.                                                                 
 
  - - - - - - - - - - - - - - - - -