El puente elevado (Retales de la Historia - 213)

 
Por Luis Cola Benítez  (Publicado en La Opinión el 24 de mayo de 2015).
 
 
         
           No nos referimos a un puente levadizo, ni que levita, aunque tal vez esté más cerca de lo segundo que de lo primero, al volver a tratar de nuestro histórico y entrañable puente del Cabo. En La Opinión de Tenerife del pasado martes día 19, un amplio reportaje de Patricia Ginovés nos da pie para volver a ocuparnos, una vez más, del puente con más historia de la ciudad y, también, del más maltratado. En este caso estaremos ante un Retal Histórico de actualidad.
 
          La actuación a que se está sometiendo el puente pretende evitar el desbordamiento de las aguas del barranco de Santos en futuros aluviones, intentando que con el aumento de su altura sobre el cauce se facilite el paso de las aguas en las crecidas que, más o menos periódicamente, se suelen dar cada cierto número de años. Pero lo que se está haciendo, con todas las bendiciones de los técnicos y con la mejor voluntad del Consejo Insular de Aguas, siendo la solución más a mano y el remedio más inmediato, no deja de ser un “parche” que dudamos que pueda evitar futuras inundaciones de la iglesia matriz de la Concepción y de la plaza de Europa y sus aledaños. Incluso reconociendo que puede mejorar la situación no deja de ser  una solución ciertamente antiestética dentro del conjunto del que forma parte y del entorno urbano en que se encuentra, del que es elemento fundamental.
 
          Da la sensación de que se quiere dar por sentado que la culpa de los desbordamientos únicamente la tiene el viejo puente, tratando de soslayar las graves actuaciones que se han realizado en aquel sector. Dejando al margen el hormigonado del lecho del barranco, sobre lo que presumimos que mucho habría que debatir -empezando por el coste de la obra-, nadie cita, nadie nombra, nadie saca a relucir el mayúsculo disparate que se realizó al estrechar el cauce casi en una tercera parte de su anchura, no vamos a decir original, sino de la que tenía antes de iniciarse las obras en la margen izquierda -antiguamente conocida como “Vera del Barranco”-, que era algo más que una vereda o senda, como mucho un estrecho camino.
 
         Aguas abajo, desde el puente Serrador hasta el de la Avenida Bravo Murillo, lo que era un angosto paso dispone hoy de una acera junto a las casas y la iglesia, una calzada para el tráfico rodado, un espacio para aparcamiento en fila de automóviles, una hilera de amplios alcorques para un espléndido arbolado y una acera peatonal junto al barranco. La verdad es que todo ello sería un gran acierto si no se hubiera realizado a expensas de la anchura del cauce, con las repetidas y nefastas consecuencias ya conocidas. No es necesario ser técnico, ingeniero hidráulico, ni de ninguna otra titulación. Aplicando sólo el sentido común, se cae en la cuenta de que nuestro más característico y emblemático accidente hidrográfico debe ser el único cauce hidráulico natural del planeta cuya desembocadura es más estrecha en su llegada al mar que en su curso aguas arriba. Otra cosa sería si más arriba se hubiesen realizado desvíos buscando otras vías de evacuación de las aguas.
 
          De la situación actual, del problema que conlleva y de la difícil solución que actualmente sería necesaria, se lamenta ahora, y con razón, la actual área municipal de Urbanismo, cuyo responsable pide un estudio para eliminar el riesgo de inundación y desbordamiento. Cabría preguntarse dónde estaba el control de los responsables de entonces de dicha área cuando se hicieron las obras de estrechamiento.
 
          Pero hay algo más. Según aseguran vecinos de aquella zona, especialmente de la calle de La Noria, lo que corrobora el testimonio del párroco de la iglesia matriz, la inundación del templo se favorece también por las aguas que discurren por las calles que en él confluyen. Téngase en cuenta que el agua de la lluvia que puede caer en la confluencia de la Rambla de las Asuncionistas con el inicio de la calle Ramón y Cajal, siguiendo su camino natural llegará a la iglesia por la calle de La Noria. Se está trabajando y se sigue en ello en hacer desvío de las aguas hacia el barranco, antes de que puedan llegar a la iglesia. Entonces, si así se hace, estaremos aumentando el caudal hacia el barranco, cuyo cauce y capacidad de desagüe una y otra vez se ha mostrado insuficiente.
 
          Ya contamos, al menos, con dos espléndidas y magistrales chapuzas en nuestro municipio: la presa de Los Campitos y la dársena de Los Llanos, por no nombrar otras. ¿Estaremos tratando de lograr la tercera?
 
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