Visitas reales al Casino de Tenerife

 
A cargo de José Manuel Ledesma Alonso (Real Casino de Tenerife, 30 de abril de 2015)
 
 
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          En 1840, 54 comerciantes y terratenientes fundaron la primera sociedad recreativa y cultural de Santa Cruz de Tenerife, con el fin de tener un lugar donde reunirse para leer la prensa, obras literarias, o entretenerse en cualquiera de los juegos no prohibidos por las leyes. La denominaron: Gabinete de Lectura y Recreo.
 
          Esta feliz iniciativa, llevada a cabo en una ciudad de 8.227 habitantes, donde el 80% era analfabeto, era un síntoma del crecimiento económico y social que comenzaba a tener Santa Cruz, lugar donde se encontraba el Puerto más importante del Archipiélago, la Capitanía General y era la Capital de la Provincia única de Canarias.
 
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           Lo que llegaría a ser el embrión de esta Sociedad comenzó su trayectoria en la casa terrera que pueden contemplar en el óleo que glosa el histórico desfile de las tropas inglesas el 25 de julio de 1797, pintado por Nicolás Alfaro en 1848, la nº 4 de la plaza de La Constitución.
 
          En 1850, adquieren la vivienda adjunta, la que hace esquina, ya que disponía de amplios salones para tertulias y bailes, salas de lectura y juego de cartas y billar, pasando a llamarse  Casino de Santa Cruz de Tenerife.
 
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          En 1860, a los veinte años de su fundación, se trasladan  a la Casa Villalba. Santa Cruz ya contaba con 14.000 habitantes y el Casino sobrepasaba los 200 socios.
 
          Al principio se instalan en el entresuelo, con entrada por la calle de La Marina, compartiendo edificio con el Hotel Internacional, pero en 1904, adquieren todo el inmueble.
 
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          El emplazamiento fue sumamente estratégico, al estar situado en la puerta de entrada a la ciudad, por el muelle, en la Plaza donde se celebraban todos los acontecimientos civiles, militares, religiosos y lúdicos, y donde tenían sus viviendas los grandes comerciantes y navieros: La Casa de Foronda, en la que en 1809 nació el General Leopoldo O´Donnell, presidente del Consejo de Ministros, y en 1813 se estableció el primer Ayuntamiento. El Palacio de Carta, sede de la Capitanía General (1853-1881) y luego del Gobierno Civil (1890-1942). Y el edificio de Lugo-Viña, donde en 1848 nació Teobaldo Power.
 
          Se colocaron los primeros elementos de ornato público: Cruz de Mármol, símbolo epónimo (1759 - 1929) y el Monumento a La Virgen de Candelaria, en 1778; ambos sufragados por el capitán Bartolomé Méndez Montañés, sindico personero del puerto de Santa Cruz. Si bien el primero fue la Fuente de La Pila, en 1706, dándole nombre a la Plaza hasta 1813.
 
          Allí estaban ubicados los principales hoteles: El hotel Victoria, donde hoy está la tienda de Zara y el hotel Orotava, donde se levanta el Edificio Olimpo. En las cercanías se hallaba el Castillo de San Cristóbal (1579-1928), sede del Gobierno Militar (1859-1926). Y en la Plaza los mejores cafés: La Peña, Suizo, Belga, British, Cuatro Naciones...
 
          Ahora vamos a pasar al interior de esta ilustre Sociedad. En las siguientes fotografías de principio del siglo XX, podrán apreciar la elegancia y distinción de los Salones donde tenían lugar las recepciones, bailes, etc. de los que hablaremos más adelante.
 
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          El Gran Salón de baile, decorado con lujosos sillones y espejos, tenía preciosas lámparas colgando del techo, donde había pinturas de Francisco Bonnin. Las paredes empapeladas con diseño floral, siguiendo la moda inglesa, las cortinas de tela de Damasco, y el suelo de madera de tea, pulida con cera.
 
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          En el Antesalón, de proporciones parecidas al Gran Salón, las pinturas del techo son de Diego Crosa. Las tres consolas que ven debajo de los espejos, dos tienen candelabros de plata, y la del centro, dos jarrones de cerámica de la Cartuja de Sevilla, jarrones que todavía se conservan y los pueden ver a mi derecha y a mi izquierda.
 
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          Este es el aspecto en 1929. Parada de carros, taxis, guaguas Jardinera. El emblemático edificio en que nos encontramos comenzó a construirse en 1930. Al inaugurarse, el 4 de mayo de 1935, la entidad cambiaría su razón social por la de Casino de Tenerife. El próximo lunes cumplirá 80 años.
 
          En los últimos 175 años, el Casino ha sido el epicentro de la vida cultural y recreativa de Santa Cruz; por ello, cada vez que un miembro de la Casa Real, española o europea, llegaba a la Isla, bien de visita oficial o en su escala al continente americano o africano, se le recibía en esta Casa con los honores y distinciones que su rango merecía.
 
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          El Infante don Enrique María Fernando de Borbón y Borbón-Dos Sicilias, duque de Sevilla y Grande de España, hermano del Rey consorte don Francisco de Asís, llegó al puerto de Santa Cruz de Tenerife, el día 21 de noviembre de 1864, deportado por sus ideas progresistas y revolucionarias contra su prima y cuñada la reina Isabel II.
 
          En el corto trayecto que hizo a pie desde el muelle hasta su residencia en la calle de San Francisco nº 17, donde se había congregado gran cantidad de público, todo  estaba engalanado con arcos y banderas. Le acompañaban el capitán general, el gobernador militar, el comandante de marina, el gobernador civil y el alcalde, don Patricio Madan y Cambrelemg, que también era presidente del Casino.
 
          Durante los dos meses que vivió en esta capital, se ganó las simpatías del vecindario. Era un asiduo del Casino, sobre todo de su gabinete de lectura, donde se entretenía leyendo revistas ilustradas de Madrid, Inglaterra y Francia, los cuatro periódicos de tirada nacional y los extranjeros.
 
          Veinte días antes de su marcha, la noche del 9 de enero de 1865, el Casino celebró un brillantísimo baile de despedida en su honor, con los salones magníficamente decorados e iluminados. El Infante apareció vestido con uniforme de general de la Armada. La recepción fue tan apoteósica que los periódicos del día siguiente publicaron: “Seguramente nuestra generación no volverá a contemplar un acontecimiento de tal magnitud como la fiesta celebrada anoche en el Casino de Tenerife en honor del Infante don Enrique de Borbón”Remarcando, “ni tampoco la habían presenciado las generaciones anteriores”.
 
          Esa noche, el Infante escribió en el Libro de Oro del Casino: “Reinaba la bondadosa Isabel y su augusto esposo don Francisco de Asís, cuando un Infante de España, primo y hermano suyo, fue el primer Príncipe Nacional que saludó a esta Isla”.  
 
          58 años más tarde, su hijo, el Infante D. Alberto de Borbón y Castellví, duque de Santa Elena, fue nombrado Capitán General de Canarias. El Casino de Tenerife, al igual que le hacía a todos los Capitanes Generales, le ofreció una  recepción en su honor el 27 de julio de 1923. Al firmar en el Libro de Oro de esta Sociedad, dedicó los mayores elogios al Casino y a los habitantes de Santa Cruz, en gratitud a las atenciones que su padre había recibido durante su destierro en esta Ciudad.
 
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           Del 3 al 6 de diciembre de 1879, hizo escala en el puerto de Santa Cruz la fragata de guerra Bacchante, para avituallarse de agua, vino, carbón, animales vivos y frutas, y luego continuar viaje a las Bermudas. A bordo viajaba Eduardo, Príncipe de Gales, de 38 años, acompañado de sus dos hijos: Jorge V, su sucesor (1910-1936), y el Príncipe Alberto Víctor. 
 
          Durante su estancia visitaron la iglesia de la Concepción, donde se custodiaban las banderas capturadas en 1797 a la escuadra inglesa, mandada por Nelson, recorrieron el Valle de La Orotava y subieron a las cañadas del Teide.
 
        La noche anterior a su marcha, la familia Hamilton les ofreció un banquete en su magnifica casa de la calle de La Marina, a la que asistieron 24 comensales; fue preparado y servido por el personal del Casino de Santa Cruz. Al terminar de cenar se trasladaron a las instalaciones del Casino, donde tuvo lugar un baile de etiqueta, al que acudieron 250 invitados, lo más granado de la alta sociedad de La Orotava, La Laguna y Santa Cruz.
 
          La prensa del día siguiente decía: “El lujo de los salones del Casino acogió anoche a una numerosa y escogida concurrencia vestida con elegantes y variados trajes, estrenados para la ocasión. Esta recepción ha sido lo más distinguido que por aquí se había visto hasta ahora”.
 
          Veintidós años más tarde, cuando el Príncipe de Gales, Duque de Windsor, ya había cumplido los 60, heredó de su madre, la Reina Victoria I, el Trono del Reino Unido y del Imperio de la India, gobernando con el  nombre de Eduardo VII, desde 1901 a 1910.
 
          El Príncipe de Gales también pasó a la historia por su elegancia en el vestir y por haber impulsado el traje estampado multicuadro.  
 
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          El Príncipe Alberto, duque de York llegó al puerto de Santa Cruz de Tenerife el 24 de enero de 1913, cuando tenía 19 años. Venía como guardiamarina del crucero acorazado Cumberland, de la Royal Navy, en su escala de tres días para avituallarse de agua, carbón y víveres, y luego continuar viaje hacia Trinidad, Barbados, Martinica, Puerto Rico, Jamaica, La Habana, etc.
 
          El día de su llegada, el príncipe desembarcó y realizó en solitario un recorrido por toda la ciudad. Al día siguiente, 25 de enero de 1913, el Casino Principal celebró un concurrido y brillante baile en su honor, al que asistieron S.A.R. y los jefes y oficiales del buque, así como las primeras autoridades provinciales y una nutrida representación de la numerosa colonia inglesa residente en la Isla, presidida por el Cónsul de Gran Bretaña.
 
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          En 1936, 23 años después de haber estado en Tenerife, el Príncipe Alberto ocuparía el trono de Inglaterra con el nombre de Jorge VI, debido a que su hermano, el polémico rey Eduardo VIII, renunció al mismo para casarse con una americana divorciada; pareja que también vendría a Tenerife en su luna de miel, alojándose en el Puerto de la Cruz. 
 
          La figura del rey Jorge VI, el  padre de la actual reina Isabel II, nos resulta familiar porque la película “El discurso del Rey”, premiada con 4 Oscar, trataba del miedo que tenía de hablar en público, a causa de su tartamudez.
 
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          S.M. el Rey Alfonso XIII llegó al puerto de Santa Cruz de Tenerife, el 26 de marzo de 1906.Era la primera vez que un rey español visitaba el Archipiélago, 410 años después de la incorporación de las Islas Canarias a la Corona de Castilla. 
 
          La llegada del joven Rey -tenía 20 años- fue acogida con adhesión y simpatía por todos los sectores sociales, culturales y políticos de las Islas, y su presencia marcó un hito en la historia de Canarias, pues a partir de esta fecha se inició una etapa de regeneración y desarrollo. 
 
          A don Alfonso le acompañaba su hermana, la infanta María Teresa, recién casada con el Infante Fernando de Baviera, los ministros de Marina, de la Guerra, y de la Gobernación; así como el alto personal palatino, el cuarto militar del Rey y del Infante, y los directores de los principales periódicos, revistas y agencias de noticias.
 
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          Para darle la bienvenida, se engalanaron la plaza de La Candelaria y las calles por donde iba a pasar la comitiva. En el desembarcadero del Muelle se levantó un templete de tela de lona, según diseño del arquitecto Mariano Estanga, que en su cúpula tenía los escudos de Santa Cruz y de España, y coronas reales en sus cuatro esquinas. Su interior estaba adornado con ricas alfombras, sillones y butacas, muebles que los amigos de lo ajeno se repartieron como recuerdo de la visita. 
 
          En el momento del desembarco, las bandas de música de Santa Cruz, Arafo, Güimar y San Juan de la Rambla interpretaron la Marcha Real. 
 
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         El cortejo lo abría una compañía de batidores a caballo y, a continuación, siete carruajes transportaban a la familia Real, a los Ministros, a las autoridades locales, y a los presidentes del Casino, Club Náutico y Club Inglés. 
 
          La primera parada fue en la iglesia Matriz de La Concepción. Desde allí se dirigieron a Capitanía General, donde las tropas le rindieron honores. A las cinco de la tarde, se dirigió a la plaza  de Toros para presenciar un espectáculo costumbrista. 
 
          A las diez en punto de la noche, la comitiva real llegó al Casino Principal, donde la Junta Directiva, presidida por don Blas Cabrera Tophan, le había organizado una recepción y baile de gala. El Casino lucía deslumbrante, pues se había creado una  comisión encargada de su ornato, formada por Mariano Estanga y Francisco Bonnin, ambos miembros de la Junta Directiva, los cuales fueron felicitados por el Rey.
 
          Don Alfonso vestía uniforme de gala de Almirante y el Toisón de Oro al cuello. Su hermana, lucía un traje claro, enguirnaldado de rosas, un penacho de plumas en la cabeza y fastuosa gargantilla de perlas y brillantes; su cuñado, uniforme de oficial de Húsares con el Toisón de Oro, banda y condecoraciones. Los socios e invitados vestían de smoking y los militares sus vistosos uniformes de gala. Las señoras con su radiante belleza, iban envueltas en elegantes trajes de noche y lucían deslumbrantes joyas y pieles. 
 
          Durante la velada, el Monarca y los Infantes tuvieron que asomarse a los balcones del Casino para saludar y corresponder a las aclamaciones del pueblo que llenaba la plaza de La Candelaria y las calles adyacentes.
 
          El segundo día, a las 7:30 horas, el Rey y su séquito se subían al tranvía (el número 15) que les llevaría a La Laguna. 
 
          El tercer día, a la misma hora, 7:30 horas de la mañana,  volvía a  coger el tranvía que le llevaría hasta Tacoronte y desde aquí, en coche de caballos, al Valle de La Orotava.
 
          El cuarto y último día de estancia en nuestra Isla, la Familia Real ofreció una recepción y almuerzo a bordo del trasatlántico, al que asistieron todas las autoridades y personas relevantes de la vida intelectual y social de la provincia tinerfeña.
 
          Al finalizar la comida, tras los brindis de rigor, el alcalde de Santa Cruz, Pedro Schwartz y Matos expuso al Soberano las necesidades de la población; Don Alfonso, tal y como había hecho en todos los municipios que había visitado, entregó 9.000 pesetas para los más necesitados.
 
          En ese acto, el Rey donó al municipio capitalino el Castillo de San Cristóbal, cuyo derribo 22 años más tarde, en 1928, dejaba despejada la vista al mar al nuevo edificio del Casino que comenzaría a construirse tres años más tarde. 
 
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          La Infanta de España, Isabel de Borbón, llegó al puerto de Santa Cruz de Tenerife, el 18 de junio de 1910, procedente de Buenos Aires, después de asistir a los actos del Centenario de la Independencia de Argentina, en representación de su sobrino, el rey Alfonso XIII.
 
          La Infanta, junto con la Delegación Diplomática que le acompañaba, formada por un  centenar de personas, había permanecido 48 días fuera de España; por ello,  a su llegada al muelle de Santa Cruz, recibió el siguiente telegrama del Rey: “Al pisar el territorio español, recibe nuestra felicitación cariñosa por tu feliz regreso y mi agradecimiento por lo bien que has cumplido lo que te confié. Te abraza tu sobrino. Alfonso”
 
          La serenísima señora Isabel de Borbón y Borbón, hija primogénita de Isabel II y de don Francisco de Asís, se había casado a los 16 años, con el príncipe Cayetano de Borbón Dos Sicilias, quedándose viuda tres años más tarde, pues su esposo se suicidó pegándose un tiro en la cabeza. Era una persona muy querida en el Madrid castizo, donde la apodaban cariñosamente “La Chata”, pues así la identificaban desde niña. Era muy generosa y socorría a todo el que se lo pidiera. Cuando nos visitó tenía 59 años.
 
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          Para su recibimiento, la plaza de La Candelaria y la calle del Castillo se engalanaron e iluminaron con bombillas de colores, formando la bandera de España y la bandera de Tenerife. Tras pasar revista a las tropas que le rendían honores en el muelle, la comitiva se dirigió a la iglesia de la Concepción, y de allí al palacio de Capitanía, donde “recibió en corte” a los mandos militares, autoridades civiles, y personas distinguidas de la capital.
 
          Esa noche, Isabel de Borbón ofreció una cena de gala en el trasatlántico, a la que asistieron las primeras autoridades civiles y militares de la Isla. 
 
         La Infanta recibió a los invitados vestida con su traje de corte de colores intensos, suntuosas joyas, bandas, y grandes cruces mezcladas a voleo, que le daban una imagen barroca. La cena resultó magnifica, música incluida, y la anfitriona evidenció su gran estilo fascinando a los presentes.
 
          Al día siguiente, por la mañana, subió en tranvía hasta La Laguna, para visitar el Santuario del Cristo, continuando luego hasta Tacoronte y, desde allí, en coche de caballo a La Orotava.
 
         Por la noche, el Casino celebró en su honor una brillante recepción, seguida de un baile que resultó apoteósico, pues la orquesta interpretó selectas piezas musicales que fueron de su agrado. Centenares de invitados de distintas sociedades civiles y mercantiles de la provincia llenaban por completo los amplios salones del Casino y la espaciosa galería.  A su llegada fue recibida por su director, Arturo Ballester y Martínez Ocampo, acompañado de la Junta Directiva. Las dependencias estaban deslumbrantes, pues se había formado una comisión encargada de su ornato. A la entrada, habían puesto su nombre con lamparillas de colores. 
 
          La Infanta lucía un empaque majestuoso, aunque con adornos exagerados, pero con su bella sonrisa, abierta y franca, se ganó muy pronto las simpatías del selecto público que llenaba el Casino. También las damas  tinerfeñas, con su tradicional belleza y compostura, asistieron ataviadas con distinguidos vestidos de seda negra y cubiertas de pedrerías.  
 
          Los Reyes de España, don Juan Carlos de Borbón y doña Sofía de Grecia estuvieron por primera vez en el Casino cuando aún eran Príncipes, el 30 de junio de 1973, en su primera visita oficial a las Islas Canarias. A lo largo de su reinado visitaron la capital en varias ocasiones, con el fin de presidir actos de carácter político, social o militar.
 
          En la visita que realizaron el 3 de mayo de 1994, como invitados de honor de los actos del V Centenario de la Fundación de Santa Cruz de Santiago de Tenerife, después de asistir a la Función Religiosa, que tuvo lugar en la iglesia de San Francisco, y pasar revista a las tropas que le rindieron honores, almorzaron en el  Casino de Tenerife, junto con las principales autoridades provinciales y locales. 
 
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          Antes de abandonar las dependencias, los Reyes firmaron en el libro de Oro de la Sociedad. La Reina dedicó un saludo muy afectuoso al Casino en la celebración del 500 aniversario de la ciudad de Santa Cruz de Tenerife.
 
         Por todo lo expuesto, cuando hace 6 años, el Casino de Tenerife solicitó a Su Majestad el Rey que le fuera concedido el título de REAL, don Juan Carlos, conocedor de los estrechos vínculos afectivos que esta Sociedad ha tenido a lo largo de su historia con las Casas Reales: británica, belga, alemana, de Arabia Saudi, y con la Casa Real española, según hemos visto anteriormente; además del recibimiento cariñoso que se le hizo a sus padres, don Juan y doña María de las Mercedes, el 11 de enero de 1968, y a su hijo Felipe, el 6 de julio de 1993, cuando era Príncipe de Asturias, no dudó en acceder a la petición que le había sido formulada y, el 12 de noviembre de 2009, tuvo a bien conceder al CASINO DE TENERIFE, el Título de REAL, distinción que significa un signo de prestigio y elegancia para esta ilustre Sociedad.
 
          Muchas gracias por su asistencia y atención.
 
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