Pregón de las Fiestas de Mayo de Santa Cruz de Tenerife (2015)

 
Por Rafael Zurita Molina  (Pregón de las Fiestas de Mayo de 2015. Pronunciado en el Salón de Plenos del Palacio Municipal de Santa Cruz de Tenerife el 22 de abril de 2015).
  
 
          Excmo. Sr Alcalde de la Muy Leal, Noble, Invicta y Muy Benéfica Ciudad, Puerto y Plaza de Santa Cruz de Santiago de Tenerife. Excelentísimas e  Ilustrísimas Autoridades. Señoras, Señores, Amigos.
 
          Hace unas semanas, el señor alcalde, José Manuel Bermúdez Esparza, me convocó para una entrevista. Sin preguntar el para qué, me personé en el lugar fecha y hora establecido. ¡¡Y que sorpresa!! Era para informarme que había sido propuesto para ser el Pregonero de las Fiestas de Mayo. No lo esperaba. La respuesta inmediata, afirmativamente emocionada, fue para decirle que para mí era un gran honor. En la cordial despedida, le pregunté si podía ya anunciarlo; y con el sí, lo hice con mi familia y amigos.
 
          Asumiendo el compromiso, me aplico en subrayar la definición de pregonar, que en su primera acepción académica, es “publicar, hacer notoria en voz alta una cosa para que llegue a conocimiento de todos”. Y esa “cosa” es la  que nos impone solemnizar la fecha del Tres de mayo de 1494, que se grabó para festejar los sucesivos aniversarios, efemérides histórica, la que marca la Fundación de la actual Ciudad de Santa Cruz de Tenerife. 
 
          Referente a sus orígenes, apoyándonos en fuentes fidedignas, se afirma que el lugar que iba a denominarse Santa Cruz existía unos años antes de la conquista con el nombre de Añazo, significándose como puerto.  
 
          En 1464 se concertó un pacto entre don Diego García Herrera (marido de doña Inés Peraza, señora de las Islas) con el mencey Beneharo Mientras los guanches permitían la explotación de la masa forestal, la madera hacía falta en Lanzarote y Fuerteventura, la otra parte ofrecía protección contra los ataques piratas que los saqueaban y los hacían cautivos. 
El señor don Diego pudo construir una torre en Añazo por tenerlo como el mejor emplazamiento para los desembarcos. Bien puede deducirse que el propósito de tal obra era polivalente, porque aún siendo proyectada como fortificación para la defensa, también fue destinada como depósito o soporte de su comercio marítimo. Esa torre se significó como el primer eslabón del futuro puerto de Añazo, con cuyo nombre fue citado por los historiadores hasta la primera mitad del siglo XVI.  
 
          La primera referencia histórica que se publica en castellano la hace fray Alonso de Espinosa en 1594. Decía que al caballero Alonso de Lugo se le había encomendado la tenencia de la torre de Agaete, desde donde podía contemplar al atardecer la majestuosidad del Teide, concibiendo la idea de poseer la isla de Tinerfe el grande, derecho que le concedieron los Reyes Católicos que habían terminado de unificar España en 1492 y de continuar sus conquistas en el nuevo mundo.
 
          La conquista de Tenerife se inició el 3 de mayo de 1494,  coincidiendo con la festividad de la Invención de la Santa Cruz, en el campo del puerto de Añazo.
 
          Sobre el cuadro que ofrecía el desembarco de las tropas, refiere Viera y Clavijo que cualquiera que hubiese visto al general salir a tierra a la cabeza de sus tropas, con una gran cruz de madera entre los brazos, y que a pocos pasos la fijaba en la arena, adorándola con la mayor humildad  y reverente devoción, no pensaría sino que aquel era un ángel de paz que venía a la Isla únicamente a predicar el Evangelio y la mansedumbre cristiana, pero se engañaba: Alonso de Lugo era un conquistador. 
 
          La festividad de la Invención de la Cruz se celebró en el campo del puerto de Añazo con una simplicidad memorable. Bajo una gran tienda cubierta de ramos de laurel, construida en el mismo sitio donde estaba enarbolada la cruz que había traído a tierra el Adelantado, se erigió un altar adornado de flores y yerbas olorosas, sobre el cual se celebró la primera misa... Desde este día se intituló Puerto de Santa Cruz aquella ribera.
 
          Fracasado, como se sabe, el primer intento, Fernández de Lugo se retira a Gran Canaria. Y al volver en el segundo y definitivo desembarque, encontró la cruz de madera en el mismo lugar de la costa en que había sido hincada. Consta que la primitiva torre fue destruida, como también la que mandó a construir el Adelantado en 1494. Pero no la cruz, incólume, que se perpetuó dando nombre a la ciudad y a su puerto. 
 
          Para los más mayores puede parecernos pesado las anuales y variadas referencias a los hechos históricos relacionados con esta efemérides. Pero no. Bien lo expresa Luis Cola Benítez, actual cronista oficial de esta Ciudad, autor del precioso libro Fundación, raíces y símbolos de Santa Cruz de Santiago de Tenerife. En el capítulo que denomina “Así empezó la historia”, manifiesta que el origen de un pueblo, de una comunidad, es patrimonio de su memoria colectiva y constituye la más profunda raíz,  médula y sustancia de su acervo histórico y cultural.
 
        Así empezó la historia de una ciudad, de nuestra Ciudad, que celebra en esta ocasión su 521 aniversario. Como circunstancial pregonero, pasé a seleccionar cuanto ofrece su variado itinerario histórico y su proyección para el futuro. Así fue consumada la conquista de Tenerife, sus actores se aplicaron en ordenar el territorio.  
 
          Y una vez más optamos por Viera y Clavijo para situarnos en el tiempo que inicia el itinerario de nuestra actual posición en el mundo; entendemos que en su relato queda de manifiesto la disposición del Adelantado en aquellos decisivos momentos. Tras la exaltación de las mejores cualidades de la vega de Aguere, también incluye entre las ventajas del lugar la inmediación del puerto de Santa Cruz.  Así se manifiesta:
 
          “...tenía presente que debía ser fundador y gobernador de una nueva república -en su acepción de cuerpo político de una nación-,  en donde después de formarse varios cuerpos de sociedad, se había de promover la agricultura, introducirse la industria, establecerse la policía y animarse la población. Consecuentemente, salió de Los Realejos en abril de 1497 y se trasladó a la vega de  Aguere cuyo sitio siempre había parecido a los conquistadores el más propio de toda la Isla para fundar un pueblo que hiciera las veces de capital.
 
          Encontraban allí una bella llanura y en su centro una laguna de media milla de circunferencia, a donde acudían muchas aves y pastaban los mejores rebaños. Observaban que la frescura y suavidad de sus perennes brisas podría hacer aquella habitación muy a propósito para la vida humana...”
 
          Como leve reflexión, se patentiza que en todas partes del planeta tierra las casas y los pueblos fueron asentándose en aquellos lugares en donde la naturaleza se mostraba más pródiga en recursos; en los que fuera posible conseguir elementos básicos, indispensables para vivir. Y si tenía un entorno hermoso, todavía mejor. 
 
          Entre las acciones planeadas por el recién estrenado gobierno de Tenerife, gozaba de especial atención el ya puerto de Santa Cruz de Añazo. Sus historias convergentes se inician desde el preciso momento del acto fundacional en 1494. Primero su bahía fue escogida por Fernández de Lugo como base estratégica para adentrarse en la Isla; y tras la conquista fue fortificada para impedir que otros lo hicieran. Se amalgamaron la flor de la heráldica y la flor de mar, como las definiera Dulce María Loynaz en su lírico libro, Un verano en Tenerife.  No me resisto a rememorar su poética despedida:
 
          “Adiós, isla florida, donde fui tan feliz, tierra fragante que casi no eres tierra. Adiós, espuma de volcanes, rosal de aire, sueño de sirena. Que los dioses te guarden y te dejen recordar algún día a la viajera.” 
 
          Sobre la actividad del puerto, es fácil advertir la correlación en el tiempo que abarca la segunda mitad del siglo XVIII en cuanto a la prodigalidad de expediciones científicas gestadas desde la adelantada Europa. Era normal que en el lugar de Santa Cruz existiera una cierta connivencia entre los hechos belicosos -los derivados de la defensa de la Isla- con las acciones de gobierno, incluyendo el tráfico y las obras portuarias. 
 
          De tal forma lo expresa el periódico La Tarde en un editorial que, con el título “Meditación del Tres de Mayo”, se involucra en la festividad del año 1967. Como muestra, referimos algo de lo escrito: “Y todo empezó por la playa de Añazo, ese todo que se llama historia y españolización. Tenía que ser así porque a las tierras de ley se entra por la puerta grande y no otra cosa que el luminoso portalón de Tenerife es nuestro Santa Cruz.”
 
          Por entonces el mar era continua amenaza, se dibujaban en el horizonte con desgraciada frecuencia las velas enemigas. Los pueblos isleños se asentaron tierra adentro, y en la Vega de Aguere, entre mares de rubias espigas, La Laguna, ordenancista y clerical, se despliega sobre su clásico patrón urbanístico al tiempo que su Cabildo rige y gobierna con buen tino.
 
          Santa Cruz se quedó sólo con el mar y su riesgo, recibiendo a las naves amigas, gran posada atlántica para las carabelas de la ruta americana, ganando temple y heroísmo entre tufaradas de pólvora y flores de sangre.  Su incierto perímetro se ajusta a las necesidades bélicas, todo lo sacrifica a su condición de plaza artillada, trazado, porte, belleza… se siente martillo y cabeza, y los enemigos también lo saben …"
 
          Los más serios intentos de conquistar estas Islas no se fueron por las ramas, sino que apuntaron directamente a la cabeza: Santa Cruz de Tenerife. Ciudad militar y lindera con el mar fue cuna de una nueva clase dinámica  y emprendedora formada por capitanes de la Carrera de Indias, comerciantes y armadores. Ciudad residencia de los capitanes generales se gana por su espíritu liberal la simpatía del Ejercito, el motor progresista de los siglos XVIII y XIX, y en rápida ascensión gana tres cabezas de león para su escudo, trofeos de otras tantas resonantes victorias, el título de ciudad y el más alto de capital de Canarias. 
 
          En este contexto de barcos y puerto, tal aserto cobra vigencia cuando deja verse tan cerca, la efemérides que marca la gesta, por antonomasia, del 25 de julio de 1797. Toda la Isla festejó con inusitado júbilo la victoria sobre la escuadra inglesa, la más enaltecida por la celebridad del adversario, como fue Horacio Nelson. Se cantó en todos los pueblos el Te Deum, recibiendo el general Gutiérrez la felicitación de  todas las corporaciones. La Laguna, el día de su patrono San Cristóbal, festejó la venturosa hazaña.
 
          El puerto de Santa Cruz fue condecorado por el Rey Carlos IV con el título de Villa. Se le añadió, a petición del síndico personero, don José de Zarate, la denominación de Santiago, con el tratamiento de Muy Noble, Leal e Invicta Villa, dándole por Real Cédula de 28 de agosto de 1803 territorio con jurisdicción separada y exenta, concediéndole por armas la Cruz de Santiago con orla de castillos y leones y la facultad de ponerla en los edificios públicos, en sus banderas y pendones. Habían transcurrido 309 años desde que la Cruz fuera fijada en la playa de Añazo para apuntalar sus genuinas señas de identidad.
 
          Resulta ilustrativa la explicación heráldica de su divisa, en la que se compendian los más esenciales timbres que distinguen a la Villa: Memorias de la Cruz y de Santiago; recuerdos de las victorias sobre Blake (1657), Jennings (1706), y Nelson 1797); el Atlántico que la baña; la isla de Tenerife, simbolizada por el Teide; los castillos que resaltan su condición de plaza amurallada, invicta. Y, por último, con motivo del valeroso y ejemplar comportamiento de la población en la epidemia de cólera del año 1893, pende otra cruz que le agrega el título de Muy Benéfica, otorgado por la Reina Regente María Cristina.
  
          Situándonos en la modernidad, Alejandro Cioranescu, que fue cronista oficial y máximo historiador de esta Ciudad razona la progresiva importancia que iba adquiriendo Santa Cruz al compás de su puerto: Casi podría decirse, que existió desde antes de existir, a pesar de todas las dificultades y de las oposiciones de dentro y de fuera, de la tierra y el mar, de los hombres y de los elementos.
 
          Su desarrollo se conjugaba con las especiales circunstancia que le confería la cualidad de ser el único lugar amurallado del Archipiélago; honroso compromiso en pretéritos tiempos que se caracterizaban por episodios de conquista y colonización. El cumplimiento de su destino la enalteció con los honores que le otorgan su condición de Invicta Ciudad, Puerto y Plaza.
 
          Sobre la capitalidad de Canarias, en palabras del recordado don Marcos Guimerá Peraza, la organización de las Islas Canarias, antes y después de la Conquista, a finales del siglo XV, fue por Islas, regidas por sus antiguos Ayuntamientos o Cabildos. No hubo nunca una capitalidad provincial o regional, que extendiera su jurisdicción a todo el territorio. 
 
          Había en la Isla de Gran Canaria una Audiencia y un Obispado; como en la de Tenerife una Comandancia o Capitanía General desde finales del siglo XVII. Pero no existió una capital administrativa, política ni económica hasta bien entrado el siglo XIX. Precisamente, en 1723 el comandante general, marqués de Valhermoso, decidió fijar su residencia en el puerto de Santa Cruz, instalando despacho y vivienda en el castillo de San Cristóbal,  cumpliéndose su deseo de sentirse próximo a las fortificaciones de la Plaza. 
 
          Dicho lo cual, procede decir que, al principio, la capital de la Isla de Tenerife se estableció en La Laguna y, con el paso del tiempo, el poblado que se había formado en la costa al amparo del movimiento de los barcos que portaban mercancías y personas, fue conocido como Lugar y Puerto de la Santa Cruz de Añazo. Continuó siendo barrio portuario de La Laguna hasta comienzos del siglo XIX, en que le fue concedido de forma oficial el título de Villa exenta con jurisdicción propia. 
 
          El Archipiélago es, por definición, un conjunto de islas, y en las Canarias presentan caracteres bien distintos entre sí, y no sólo geográficos. Al nacer la provincia de Canarias con la Constitución de 1812, se plantea en las Cortes de Cádiz la cuestión de la elección del pueblo donde fijar la residencia de la nueva Diputación Provincial. Surgió de inmediato el pleito por la capitalidad, en cuyo proceso, entenderán, no vamos a entrar. 
 
          El 22 de octubre del año 1821 el síndico personero del Ayuntamiento, José Murphy Meade, es comisionado por la corporación para representarla en Madrid. Por Real Decreto de 5 de enero de 1822 se declaró a Santa Cruz de Tenerife Puerto de Depósito de Primera Clase. Y unos días después, justamente el día 27 de enero, se produce un hecho relevante en su historia, y, por ende, a la de su puerto: por otro Real Decreto, la entonces Villa, Puerto y Plaza es elevada al rango de Capital de la Provincia de Canarias. 
 
          Llegó a feliz término, dice don Marcos Guimerá, la gestión encomendada a Murphy; éxito que acredita, además de su talento, su habilidad para la maniobra y su tenacidad para no desesperar ante los inconvenientes. 
 
          Prosiguiendo la historia, en torno a estos años // se van desarrollando una serie de acontecimientos de alcance nacional y provincial. Muerto Fernando VII en septiembre de 1833, se proclama Isabel II Reina de España. Se crean los gobiernos civiles cuya residencia se establece en las capitales de provincia. El nombrado para Canarias llega a Santa Cruz en mayo de 1834. Desempeñó el cargo sólo un mes, porque en junio se presenta el nuevo comandante general de las Islas, mariscal de campo José Marrón, quien, por encargo del Gobierno, además del militar, asume el mando civil.
 
          Al instalarse el Consulado Marítimo en Santa Cruz pronto se transformó en Junta de Comercio.  Asumiendo la problemática del puerto, entre sus primeras providencias decide comisionar al ingeniero civil Pedro Maffiote para que estudiara las nuevas técnicas para la construcción de muelles.
   
        Asimismo, hizo saber a la Junta de Comercio la obligación que tenía de crear la Escuela de Náutica. Por Real Orden de 18 de octubre de 1835 fue aprobada la demanda, comenzando su labor docente el primero de enero de 1837. En el año 1851 el centro adquirió la categoría de oficial, pasando a depender del Ayuntamiento y de la Diputación Provincial. 
 
          Siguiendo un elemental orden cronológico, en julio de 1852 fue promulgada por el ministro Juan Bravo Murillo la Ley de Puertos Francos de Canarias, que supuso la liberalización de la entrada y salida de mercancías. Y otro hecho relevante, cuya efemérides perdura, siendo alcalde de Santa Cruz José Luis Miranda Hernández, por Real Decreto de 29 de mayo de 1859, “teniendo en consideración las especiales circunstancias de la Villa de Santa Cruz de Santiago de Tenerife, capital de la provincia de las Islas Canarias, se le otorga el título de Ciudad”. Presidía el Consejo de Ministro el general Leopoldo O'Donnell y Joris, duque de Tetuán, nacido en esta Capital.
 
          Avanzando en el tiempo, fue en 1892 cuando se celebran con carácter oficial las fiestas de mayo organizadas por el Ayuntamiento. En esa fecha la Cruz de la Conquista estrena el valioso relicario de madera y níquel, que por iniciativa del alcalde de la Ciudad construyó don Rafael Fernández Trujillo y Toste. Las del año 1894 fueron excepcionales porque se conmemoraba el cuarto centenario de la conquista y fundación de esta Ciudad. 
 
          En otro orden, en los postreros años del siglo XIX, el día 7 de noviembre de 1897 se inaugura el alumbrado público, por electricidad, en Santa Cruz  Un acontecimiento de vital importancia para esta Ciudad.  Antonio Salgado, en el interesante libro (1997) Luz en la ciudad-Cien años de electricidad en Santa Cruz de Tenerife, nos ilustra sobre su proceso.
 
          Como anécdota, en la víspera de su inauguración, el sábado día 6, se podía leer este bando municipal: “Con motivo de inaugurarse mañana, el servicio de alumbrado eléctrico, el señor alcalde de esta capital nos ruega hagamos saber al público que, en dicha noche, desde las oraciones, hasta la una de la madrugada, se permitirán las parrandas por las calles y plazas de la población, siempre que se guarden el orden y la compostura debidos”. La inauguración del alumbrado en aquel día 7 fue de imperecedera memoria. 
 
          Situándonos en el año 1994, con motivo de celebrarse el quinto centenario de nuestra Ciudad, el entonces alcalde, José Emilio García Gómez, dice que esta era una buena oportunidad para reconocer en nuestro pasado las bases sobre las que edificar un futuro de esperanza. Afirmaba que Santa Cruz había dado un salto histórico en los últimos años, como demuestra la expansión urbana de Cabo Llanos. En las mismas playas donde comenzó su historia, hace cinco siglos. Vuelve a nacer una ciudad nueva que se abre camino hacía el sur en busca de la modernidad y el progreso. 
 
          También, Francisco Aguilar y Paz, Hijo Predilecto de esta Capital y Medalla de Oro de Canarias, se adhiere a esta efemérides con un amplio artículo que titula “¡Salve Santa Cruz!.” Falleció tres años después, en 1997, en esta querida ciudad natal, Santa Cruz de Tenerife.
 
          Seleccionando entre tanto bueno, dice que cuando nos enfrentamos con este Quinto Centenario, debemos considerar sus hechos. El religioso, en el mismo nombre que bautiza nuestra capital, Santa Cruz de Santiago de Tenerife; y la Cruz que preside sus fiestas conmemorativas. Sobre el hecho político lo muestran nuestros cronistas en el devenir de Santa Cruz, que luce su titulación de Villa, en 1803; Capital de Canarias, en 1822; y su título de Ciudad, en el año1859. Sobre el hecho económico es otra nota que configura la capitalidad comercial de esta Ciudad en toda la Isla, merced a su Cámara de Comercio y a su  puerto. Nuestra generación, más portuaria que playera, paseábamos por el muelle Sur para saludar la Farola del Mar; y contemplar a los barcos que nos traen mercancías y turismo; barcos que salen después con  los productos de nuestra agricultura. Sin olvidar a la industria como fuente de riqueza.
 
          Avanzando más en el tiempo, el  24 de noviembre de 2011, en este singular Salón del Ayuntamiento se celebró la solemne Sesión de Honores para hacer entrega del título de cronista oficial de Santa Cruz de Tenerife a Luis Cola Benítez. Celebramos que la Corporación municipal de la Capital le haya otorgado la debida solemnidad. 
 
          Tras la lectura del decreto de concesión del título  el alcalde, José Manuel Bermúdez, reafirmó las múltiples cualidades, tanto personales como las que muestran sus vastos conocimientos históricos de esta Capital desde sus orígenes; sin merma alguna de sus afectivas ilusiones y desvelos. En principio, afirmándose en el indudable acierto que tuvo para proponer su nombramiento, tuvo palabras de agradecimiento y recuerdo a los inmediatos cronistas que le precedieron: Alejandro Cioranesco y Gilberto Alemán.
 
          Por su parte, la disertación del flamante cronista santacrucero lleva por  título “El alma de la ciudad”. Luis Cola describe el espíritu solidario de sus gentes, y la tolerancia. Y las referidas al Gabinete Instructivo, extrayendo conceptos inamovibles de su libro sobre esta gloriosa institución chicharrera a  lo largo de su azarosa y fructífera vida, de casi un tercio de siglo. Logró aglutinar en su seno a toda una generación de patriotas de las más diversas ideologías que trataron por todos los medios enaltecer, instruir y motivar a la sociedad en que vivían.
 
          En esta sucinta descripción de la Solemne Sesión, cabe una oportuna cita, por aquello del alma de la ciudad que inspiró a nuestro dilecto amigo. Se trata de las palabras finales del Pregón de las Fiestas de Mayo de 1988 pronunciadas por la ilustre profesora María Rosa Alonso...: “En esta Ciudad que va siempre tras su deseo de futuro, quienes la timonean, para iluminar su destino, la han de hacer, y eso es mi más ferviente deseo, además de Muy Leal, Noble, Invicta y Benéfica: limpia, culta y con alma.”
 
          ¡No sólo palabras!. Dos años después, nuestro alcalde presenta el libro  Itinerario histórico de Santa Cruz de Santiago de Tenerife, cuyo autor es Luis Cola. Dice que “el conocimiento y la sensibilidad son dos cualidades que coinciden en el perfil del autor, quien recoge en sus páginas un ameno e interesante recorrido por nuestra capital, teniendo como eje su pasado y su riqueza patrimonial. Con la dedicación y el rigor que caracteriza su labor, el cronista oficial nos brinda una obra eminentemente útil para el paseo por calles y plazas del municipio, por cuanto atesora en detalles que ayudan en la identificación de lugares y hechos.” 
 
           Por su parte, el autor manifiesta que las páginas de su libro son, de alguna manera, la respuesta a los comentarios de las numerosas personas que le han expresado sus deseos de contar con un texto sencillo y de cómoda  consulta. Un texto que ilustre a los que sienten curiosidad por nuestra historia, por nuestro patrimonio histórico urbano y por todo aquello que ayude a comprender mejor el pasado, es decir el origen, las raíces de la realidad de hoy.
 
          Ciertamente, la intención de ese “Itinerario” es que sirva no sólo a los vecinos de Santa Cruz, sino que también sea de utilidad para los visitantes. “No se trata, dice, de una guía de la ciudad, ni de un catálogo de su patrimonio arquitectónico, ni de un fichero artístico-documental, ni de un callejero urbano, ni un compendio de su historia. Es simplemente un Itinerario que intenta aproximar a la gente, de aquí o de fuera, a lugares que puedan tener alguna significación histórica, bien por su origen y características o por constituir hitos en la vida cotidiana de los que nos precedieron. O de nosotros mismos tratando de aproximarnos más a los sentimientos que la ciudad puede transmitirnos.” 
 
          En lo que a mí respecta, creo que merece la pena hacer un recorrido turístico por nuestro Santa Cruz, como si fuéramos visitantes. No sólo conocer el pasado, sino gozar y valorar el presente, como un turista más. Disfrutar de lo tanto bueno que tiene.... “Alegre y confiada”, como decía en otra ocasión el actual cronista de la Ciudad  La historia nos dice que cuanto ha logrado, sea ello poco o mucho, lo ha sido con su propio esfuerzo, paso a paso, y su generosidad para con los demás...
 
          Es el momento propicio para significar unas obras que durante estos últimos años se han venido realizando con rigor y con solemnidad. La Autoridad Portuaria de Santa Cruz de Tenerife, a propuesta del Ayuntamiento de esta Capital, alentado por la Tertulia Amigos del 25 de Julio, ha levantado unos monolitos de piedra basáltica en recuerdo de la Gesta de 1797.
 
          Estos hitos se alzan en los lugares donde estaban situados los Castillos, Fuertes y Baterías de la Plaza, que extienden desde el Castillo de San Juan, que se mantiene en buen estado, hasta la torre de San Andrés. El conjunto constituye una ruta histórica, pedagógica y turística a lo largo de las avenidas de la Constitución, Marítima, Francisco La Roche y Anaga.
 
          No quiero acabar sin hacer una breve referencia a las Fiestas de Mayo del pasado año, cuya lectura del Pregón estuvo a cargo del arquitecto Juan Julio Fernández Rodríguez, que lo hizo con el didáctico tema “Santa Cruz, espacio y tiempo”. Dije entonces didáctico y lo reafirmo ahora. El predecesor del ahora pregonero recorrió sucintamente el devenir histórico de esta Ciudad desde sus orígenes, glosando la progresiva ordenación urbana del territorio en el transcurso de los años.
 
          Decía Cioranescu, pregonero en 1986, que las fiestas de mayo tienen una profunda significación histórica. Tal como lo entendía Alfonso García Ramos en uno de sus “Picos de Águila” del  periódico La Tarde: “Estas fiestas deben servirnos para una meditación necesaria, para ponernos más cerca del talante y de la historia de nuestra Capital... El pendón ganado a pulso, trabajo bajo trabajo, batalla de armas, de libros, de amores y de malquerencias.” 
 
          Hace un par de años en mi semanal columna del Diario de Avisos, me referí al Área Metropolitana de Tenerife. Declaraba la natural simbiosis de Santa Cruz con su puerto, sin soslayar su originaria unión con La Laguna. Su natural nexo, decía, proclama la preponderancia de una interesada empresa que se alarga al conjunto insular. No es la fusión municipal, no, sino la proximidad, esencialmente práctica por necesidad, y afectiva en los sentimientos.
 
          Como cierre, unos pocos versos de nuestro poeta por antonomasia, Pedro García Cabrera, entrelazando los de San Cristóbal de La Laguna con los de Santa Cruz de Santiago de Tenerife.  Lírica expresión de la capitalina área metropolitana: 
 
          “Yo me he subido hasta aquí, // yo, verode, a los tejados, // para poner a la altura // de la ciudad todo el campo //  (…) Y me siento muy feliz // presidiendo los tejados // de mi Laguna del alma // -nidal, simiente, cenáculo- // belén de sabiduría // que da nacimiento al campo //  Ay Santa Cruz de mi vida, // que bien enciendes el alma; (…) // La mar, sin llaves ni rejas, // la mar, soledad que canta, // acunando libertades // en medio de las borrascas. //...Ciudad de pájaro en vuelo, // domingo de la mirada // arrodíllese mi voz // y cúmplete en mis palabras: // Algún día tus mercados // tendrán de la mar naranjas.  
 
                            MUCHAS GRACIAS     ¡¡ FELICES FIESTAS !! 
 
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