Los Aday, familia de pobladores (Retales de la Historia - 205)

 
Por Luis Cola Benítez  (Publicado en La Opinión el 29 de marzo de 2015).
 
 
           Entre los primeros pobladores de Santa Cruz se encuentran personajes bien curiosos, o al menos que así nos lo parece bajo la perspectiva actual, pues posiblemente nada tendrían de extraños ni extraordinarios en la sociedad de su tiempo. Así ocurre con la familia Aday, de inciertos orígenes que unos sitúan en Galicia y otros en Francia, e incluso en documentos del antiguo Cabildo de la isla se califica como morisco a alguno de ellos. Se conocen al menos cinco personas del mismo apellido, Pedro, Juan, Luis, María y Diego de Aday, que vivieron en Tenerife a principios del siglo XVI.
 
           Aunque su primera residencia parece ser Lanzarote, a Juan y Luis –según el investigador Cebrián Latasa– se les puede considerar conquistadores de la isla de Canaria, establecidos luego en Telde, que pasaron después a vivir en Tenerife como repobladores y recibieron alguna data en Santa Cruz y otras en La Laguna y por la zona de Tacoronte.
 
           En 1523 a Diego de Aday le nombra el Cabildo guarda de salud, en sustitución de Luis de Mayorga, pero transcurrido poco más de un mes en las actas se le cita como alcalde del puerto de Santa Cruz. No descuidaba por ello el cultivo de sus tierras de Tacoronte, como lo acreditan contratos con el procurador de causas Antonio Torres y el bachiller Alonso de las Casas, a los que toma a renta una pareja de bueyes, llamados "Cruzado" y "Clavellina", para hacer la sementera del año, hipotecando parte de la cosecha de trigo y cebada en pago del préstamo de los animales para la labranza. Se trataba de una práctica habitual, y así se evidencia, en este caso por parte de Luis de Aday, cuando el año siguiente reconoce que debe a Juan Gonzáles, herrero de profesión, 12 fanegas de trigo por un buey de color hosco, llamado "Lobato", recibido a renta para esta sementera. Y se añade la advertencia de que ha de devolver el buey sano.
 
          Una curiosa actividad comercial tanto de Diego como de su hermano Luis se deduce de los frecuentes documentos de deuda formalizados ante escribano público a lo largo de los años, por compra de grandes partidas de ropa cuyo montante total alcanza varios miles de maravedíes. Queda claro que la subsistencia, en aquellos primeros tiempos no debía ser fácil y era necesario recurrir a diversas fuentes que propiciaran los medios indispensables. Hay datos que indican que la dedicación a esta actividad comercial que podría ser complementaria parece provenir de su antecesor Juan de Aday, abuelo o padre de los citados, del que también hay constancia de compra de importantes lotes de ropa.
 
           Ambos hermanos fueron también asiduos visitantes de la costa de Berbería a lo largo de la década de los veinte de este siglo XVI, no sólo para realizar las que se conocían como cabalgadas, incursiones armadas o razias en busca de botín, ganados o esclavos, sino también en alguna ocasión para llevar suministros al asentamiento, que en algunas actas del Cabildo se denomina torre, e incluso villa, de Santa Cruz de Mar Pequeña. Es curiosa la modalidad de fletamento del bajel, navío o carabela necesarios para efectuar la travesía. Por ejemplo, en agosto de 1522 se encuentra surto en la bahía de Santa Cruz un navío cuyo maestre y propietario es Juan de Colunga, que Luis de Aday y otro fletan por 35 doblas mensuales para ir de armada a Berbería, debiendo suministrar también comida y bebida a la marinería, añadiendo que si llevan vino estarán obligados a darles.
 
          Producto de estas cabalgadas era el comercio de esclavos habitual en aquella época, que los Aday practicaban como un renglón más de su actividad. En 1523 Luis vende a Fernán Castellano de Salas una esclava de 13 años, llamada Fatimilla, blanca, aunque hija de una mora, por el precio de 22 doblas de oro. Este mismo año, ambos hermanos, Luis y Diego, solicitan del juez de residencia y justicia mayor de la isla que publique licencia para organizar armadas contra moros. Todavía veinte años después Diego de Aday, es contratado ante el escribano Bernardino Justiniano por Bartolomé Joven y Luis de Sanmartín como armadores, para que sirviera como adalid en la armada que estaban organizando a Berbería.
 
         Diego de Aday murió en 1554 por heridas que le hizo un tal Sebastián González, pero reconoció por su testamento que él le había provocado y le perdonaba su muerte. El Santo Oficio vendió en pública almoneda tres esclavos que poseía, probablemente producto de sus expediciones a Berbería.
 
         Todo indica que Diego de Aday fue el sexto alcalde conocido de Santa Cruz, lo que no puede asegurarse de forma definitiva. En los primeros tiempos del asentamiento castellano se confunden y a veces se superponen los cargos de alcalde, guarda de salud, de las cosas vedadas, alguacil o alcaide de las defensas del puerto.
 
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