Historia de La Casa Fuerte de Adeje

 
Por Alastair F. Robertson  (Publicado en Tenerife News en su número 514, de 28 de noviembre a 11 de diciembre de 2014). Traducción de Emilio Abad.
 
 
            Por lo que se refiere a Tenerife, la Casa Fuerte de Adeje es una verdadera joya.
 
          La historia cultural de la isla da un salto en el vacío desde la inmutable era neolítica de los guanches hasta la conquista española en 1496.  Esto quiere decir que no existen edificios de más de 500 años, por lo que con sus 450 años de existencia La Casa Fuerte de Adeje es una de las edificaciones más antiguas de Tenerife, permaneciendo además inalterada en su mayor parte.
 
           La Casa Fuerte, con su torre y su plataforma artillera, es el icono de Adeje. Se levanta sobre una colina en la parte más elevada de la ciudad antigua. Hoy se puede decir que la Casa Fuerte está apartada y apenas se distingue desde cierta distancia entre los modernos bloques de pisos, pero durante siglos fue un elemento distintivo de la zona, el edificio más alto en muchas millas a la redonda.  Así es como quedó recogido en varios grabados de Adeje.
 
          Merece la pena una visita y dar un  paso alrededor de las tres partes del complejo que son accesibles y donde las ruinas nos hablan del volumen general. Es muy fácil encontrar el camino, basta conducir hasta Adeje y subir hacia la colina; no tiene pérdida. O tomar el autobús 416 ó 417 y apearse en Los Olivos, en Adeje, y caminar hacia arriba.
 
La Casa Fuerte y los de Ponte
 
         A mediados del siglo XVI Adeje era frecuentemente saqueada por los piratas. Pedro de Ponte, el primer señor de Adeje y conde de La Gomera, solicitó repetidas veces del Príncipe Felipe autorización para construir una casa fortificada, hasta que finalmente, el 2 de mayo de 1555, la Princesa Juana firmó el certificado pertinente. En 1556 comenzaban las obras para levantar la casa, el centro agrícola y las oficinas de las posesiones y terrenos de la familia de Ponte. Dicho sea de paso, Pedro de Ponte era amigo de un héroe, navegante, corsario y traficante de esclavos inglés (un heterogéneo conjunto de actividades para los estándares de hoy en día), Sir John Hawkins, pariente de Francis Drake.
 
         El señorío de Adeje se mantuvo en la familia de Ponte a través de varias generaciones. Más tarde, Niculoso de Ponte-Ximénez y Castilla,  hijo de Ana María de Ponte y Diego de Herrera Xuarez de Castilla y Van dale, que había nacido en Garachico en 1650, renunció al título en favor de su hijo mayor, Gaspar Alonso, que moriría en 1719.
 
         El ultimo marqués de Adeje que vivió en la Casa Fuerte, don Domingo de Herrera y Rojas, que también era conde de La Gomera, redactó su testamento en 1766, y en él relacionaba los importantes gastos que había hecho gestionando La Casa Fuerte.
 
La Torre del Cañón
 
          La parte fortificada de La Casa Fuerte consiste básicamente en un torre con una plataforma para cañones, muy elevada sobre el terreno y situada en una esquina del gran conjunto de edificaciones. Es dudoso que alguna vez, por necesidad,  hicieran fuego los cañones o se dispararan los mosquetes de la Casa Fuerte, pero sin embargo, implicaban negocio. Un inventario del armamento fechado el 28 de agosto de 1651 incluía 56 mosquetes, 46 picas, 9 ó 10 cañones y 1 trompeta. A pesar de su poca apariencia militar, en 1655 había en la Casa Fuerte 17 cañones y 400 balas de cañón. Hacia 1737 el armamento descendió hasta 5 cañones, pero pudiera ser que los avances tecnológicos hicieran que uno sólo de los cañones modernos cumpliese el mismo cometido que varios de los más antiguos. Unos pocos años después, hacia 1750, cuando el marqués y su familia dejaron de vivir en La Casa Fuerte, la torre contenía aún una gran cantidad de armamento muy variado y estaba guarnecida por un sargento con 4 lugareños como milicianos. Existía también un calabozo donde podían encerrarse adversarios que se capturasen  o esclavos de mala conducta. En el censo de 1779 aparecen dos capitanes como residentes, pero ningún otro personal militar, y el último castellano murió en Madrid ya en 1842.
 
La Casa Fuerte
 
        Se conservan planos que muestran el conjunto de edificaciones que constituían La Casa Fuerte. Se incluía una mansión para los propietarios, representante, cuartos de invitados, alojamientos para los sirvientes, esclavos, almacenes, jardines y oficinas, todo ello rodeando un patio central.
 
        El edificio de techo plano que se levanta hoy en día junto a la carretera es un añadido bastante reciente, que se construyó, a base de bloques de cemento, como almacén para el empacado de frutas y preparación para la exportación. En tiempos antiguos era un patio abierto donde se comprimía y reducía a pulpa la caña de azúcar, y en otras ocasiones sirvió de establo o corral. A la izquierda del patio existió un calabozo.
 
        Al este, es decir, a mano derecha de la puerta de entrada, existía un cuarto ocupado por el responsable del agua; la propiedad y la gestión de las minas de agua eran de capital importancia. Sobre él se encontraban la cocina y los dormitorios en que se alojaban los esclavos. Allí se les preparaba la comida.
 
        Pasada la puerta había un pequeño patio delantero, con una alberca elevada o gran abrevadero para el ganado, cerca del cual existían un horno de pan, dos establos y el lugar de trabajo del herrero. Al otro lado de la puerta, hacia la izquierda, se encontraba el alojamiento del portero. Continuando en esa dirección, el piso inferior de la torre se utilizaba como almacén de armamento, mientras que la parte superior de la misma albergaba la cisterna de agua.
 
       En el lado sur, y hacia el oeste, estaban los graneros y almacenes, seguidos de  los alojamientos para los contables y los archivos de la propiedad. Más allá existía una capilla privada con una torre de observación adyacente. En el rincón occidental se encontraban las habitaciones privadas del marqués, que ofrecían las mejores vistas sobre los campos y, más allá del mar, hasta La Gomera. A continuación una galería se dirigía en sentido norte a más cuartos para el marqués y el gobernador, desde los cuales se podía observar el patio central con su jardín y la fuente en medio.
 
       En el lado oeste existía un grupo de edificaciones que albergaban las cocinas y almacenes. El gran bloque que es designado en el plano como “La Cocina” es en realidad el salón del propietario en el primer piso, que parece haber tenido una habitación privada en un extremo. La esquina nordeste del bloque era la oficina del administrador, mientras más al norte de esta sección occidental existía un pasillo que dirigía a las plantaciones de verduras y a los jardines. En esta zona se localizaban también las prensas para el vino.
 
Los últimos tiempos
 
          Durante unos 150 años, después de la época de Juan Bautista de Ponte, el primer marqués de Adeje a mediados del siglo XVII, La Casa Fuerte permaneció intacta; luego, desde el inicio de los 1800 los edificios se fueron progresivamente abandonando y el deterioro empezó a notarse. A finales del siglo XIX los edificios del sur y el oeste del complejo, con excepción de la cocina, fueron destruidos en un incendio. Luego, otra vez el fuego, en 1904, acabó con la parte norte, incluyendo la cocina.
 
         Las edificaciones nunca se repararon y el lugar comenzó a utilizarse, de manera oficial o no, como una cantera, en una forma muy parecida a la que se utilizaron las ruinas romanas en Inglaterra. Nuevas terrazas aparecieron en el lugar que ocupaban los antiguos edificios, pero el resto del complejo permaneció como una de las pocas grandes ruinas existentes en Tenerife -y eso ha sido lo peor, porque así tiene su propio atractivo, a la vez conmovedor, estético e incluso poético.
 
          Es bastante extraño que la historia reciente de La Casa Fuerte sea muy poco conocida. Sería un buen proyecto de investigación localizar gente de Adeje que hubiese trabajado allí, y preguntarle acerca de sus recuerdos. Hoy La Casa Fuerte es propiedad de la numerosa familia del señor Curbelo, el último que allí tuvo un negocio. No está abierta al público, pero, como se puede ver desde la calle,  existe un sendero campo a través que rodea dos lados de las altas y ruinosas paredes que podrían contar su propia historia. Cerca, en una isleta de control del tráfico rodado, hay un gran cañón y junto a él una placa informativa en español e inglés.
 
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