El Semáforo de Igueste

 
Por Alastair F. Robertson  (Publicado en Tenerife News en su número 486, de 18 a 31 de octubre de 2013). Traducción de Emilio Abad.
 
 
 
          Si alguna vez estás en la Plaza de España de Santa Cruz, mira hacia el norte, siguiendo la costa, y encontrarás la rugosa silueta de los montes de Anaga recortándose contra el cielo. Aunque la visión puede ser un poco borrosa, localizarás una pequeña concha de tierra destacándose del acantilado conforme vayas mirando de arriba hacia abajo. En ese saliente podrás distinguir a simple vista, pero mejor con unos prismáticos, algo blanco. Se trata del Semáforo de Igueste.
 
          La razón de ser del Semáforo era la de comunicar a la Autoridad Portuaria de Santa Cruz la actividad de barcos en la zona. Mediante un sistema de banderas que se izaban en una mástil de 16 metros de altura, las autoridades recibían información de la nacionalidad del navío, así como si se trataba de una fragata, un bergantín, una goleta, un buque de guerra o un barco correo. También se comunicaba la ruta que seguía el buque y si tenía necesidad de auxilio, si tenía fuego a bordo, etc. etc. Para las noches existía un sistema de luces. Además de informar de los movimientos de los barcos, los señaleros hacían observaciones meteorológicas, tomaban nota de las condiciones del mar y estaban atentos a la presencia de contrabandistas procedentes de África (no hay nada nuevo bajo el sol). El empleo de señales desapareció con el sistema Morse, alimentado por dieciocho baterías eléctricas, que dejaría paso en la década de los 50 del pasado siglo al teléfono.
 
          La construcción del Semáforo, también conocido como “La Luz de Tráfico”, fue sufragada por la más importante firma de Tenerife, la Casa Hamilton, una compañía de buques carboneros. La estación entró en servicio el 20 de noviembre de 1886, y el gobierno español la tomó a su cargo en diciembre de 1895. El Semáforo operó hasta su cierre en 1971, siendo totalmente abandonado en 1979.
 
          La hexagonal sala de observación, con sus vistas panorámicas en los 360º, era ocupada en turnos por los tres señaleros que vivían con sus familias en la estación; cada una de ellas contaba con un alojamiento moderno y confortable que constaba de cocina, cuarto de baño y otras cuatro habitaciones. La vida diaria de aquellas familias tenía que ser muy monótona; hay una larga caminata para ir de compras y al colegio hasta el pueblo de Igueste, que, naturalmente es mucho más dura, al regreso. El agua también tendría que suponer un problema. Existían dos aljibes subterráneos del tamaño de las habitaciones, pero ¿se podría recoger agua de lluvia o de los barranquillos para mantenerlos llenos?
 
          Visité el Semáforo en febrero de este año, tomando la guagua 945 para realizar un viaje de los de morderse las uñas y apretar las posaderas contra el asiento, como son para nosotros, los novatos, los recorridos en autobús por el nordeste y el noroeste de Tenerife. Una vez en Igueste, una serpenteante carretera  a través de la localidad nos lleva al camino del cementerio. Desde aquí, hasta llegar al desvío que conduce al Semáforo todo es cuesta arriba. En verdad es un agotador paseo que dura alrededor de una hora, con muchas paradas para respirar y admirar las magníficas vistas, seguido por un corto descenso y llegar al Semáforo. 
 
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Fachada del Semáforo
 
          Teniendo en cuenta su ubicación, desde el punto de vista arquitectónico el edificio constituye una verdadera sorpresa. La seriedad, la simetría y el típico estilo civil urbano están totalmente fuera de contexto en aquel paisaje. Y si encima consideras el esfuerzo invertido, te das cuenta de que su construcción fue un verdadero trabajo de Hércules. Todo, quizás hasta el agua para mezclar el cemento y el yeso, tuvo que ser transportado por aquel empinado y estrecho sendero a caballo o en burro.
 
          En mi visita, después de que hubiese observado el escenario y explorado completamente sus alrededores, hice una detenida inspección del edificio y tomé algunas notas sobre su estado, que lamento decir que es ruinoso e incluso peligroso en algunas partes. En 1985 se convirtió en una estructura protegida, pero su status no cubre los gastos de mantenimiento. El edificio está completamente abierto, no existen puertas ni ventanas y todo lo que sea de madera hace mucho que desapareció. La prueba de su ruina la encontré en un video colgado en Youtube en enero de 2012 que mostraba el tejado intacto. Entre aquella fecha y febrero de este año, el techo se ha derrumbado en una de las cocinas. Y aún antes, unas fotos colgadas y fechadas en mayo de 2011 apenas muestran restos de escombros en los suelos. Ahora, dos años después, la mayor parte del suelo está cubierto de pequeños trozos de cemento caídos del techo.
 
          El motivo se hace patente de inmediato. Muchas de las barras de hierro de refuerzo del cemento utilizado en la cubierta del tejado se han corroído y dilatado, obligando al cemento que las rodeaba a rajarse y romperse. En algunas partes las barras han cedido totalmente y no tienen ninguna función estructural. En estas zonas únicamente la fuerza del cemento sostiene el techo. Y en la sala de observación aparecen rajas verticales en las columnas de fábrica entre las ventanas. No es segura cual será la causa de ello, la corrosión en las barras de refuerzo o en los puntales de hierro.
 
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Las espectaculares vistas desde la sala de observación
 
          De vez en cuando, la situación del Semáforo aparece en la prensa y los propios habitantes de Igueste están preocupados acerca de su futuro. Desde luego, las condiciones de deterioro del Semáforo necesitan de un seguimiento. Una forma muy simple de hacerlo consistiría en barrer el piso, eliminando de él todos los residuos e inspeccionar el edificio periódicamente, con lo que de inmediato se detectarían nuevos desprendimientos. Pero es vital un informe pericial sobre su estructura.
 
          Sería una tragedia que se perdiese este encantador edificio, con su asombrosa, remota e inaccesible ubicación, pero las realidades económicas y prácticas deben tenerse en cuenta antes que los sentimientos. Si se decidiese repararlo, ¿cuál sería su costo?, ¿quién sufragaría su continuo mantenimiento? y, además, ¿qué utilidad se le daría al Semáforo? Han surgido ideas para utilizarlo como un lugar de descanso o un parador para caminantes, o un hotel, o un restaurante –lo que sería buena idea si se contase con un helicóptero para aterrizar allí. Mientras tanto, visite este espectacular lugar, pero hágalo bajo su responsabilidad.
 
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