El Fortín de San Fernando (Fortificaciones de Tenerife - 4)

 
Por Alastair F. Robertson  (Publicado en inglés en Tenerife News en su número 481 – 9 a 22 de agosto de 2013). Traducción de Emilio Abad.
 
 
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          Hasta el momento, en nuestro viaje en el sentido de las agujas del reloj alrededor de la isla de Tenerife hemos visto el Museo Militar en Santa Cruz, la Casa Fuerte de Adeje y el Castillo de San Miguel en Garachico. Hoy, desde esta última localidad, nos dirigimos hacia el Este al Fortín de San Fernando, en la Rambla de Castro, cerca de San Vicente.
 
          Para llegar, tome la guagua 353, bien desde Garachico o desde el Puerto de la Cruz, y apéese en San Vicente (sería conveniente que llevase un mapa), o, si va a empezar en el Puerto de la Cruz, puede dar un  hermoso paseo costero hasta el mirador de San Pedro.
 
         El fortín de San Fernando se ubica en una propiedad conocida como la Rambla de Castro. El paseo comienza bajando un empinado camino empedrado y lleva a la casa del antiguo propietario. La casa merece la pena visitarse, porque está construida según el estilo tradicional de Tenerife y se conserva en su estado original sujeta a un programa de mantenimiento y conservación. Hay que pagar una entrada y -siempre es útil saberlo- existen cuartos de baño. A corta distancia, siguiendo el sendero de la costa, y una vez pasado un sombreado barranco con una fuente llamada la Madre del Agua, se encuentra el Fortín de San Fernando. La verdad es que, como fuerte, este pequeño fuertecito de juguete es bastante ridículo, algo así como tener un chihuahua como perro guardián, pero desde allí las vistas son maravillosas.
 
          La plataforma para los cañones, en forma de media luna, aparece muy elevada sobre el mar y tiene una cubierta hacia el lado de tierra. Se construyó, según reza en la cubierta, en 1808 (muy tarde en comparación con las demás fortificaciones de la isla) por Hernando de Castro para defender las ricas tierras agrícolas que lo rodean. Se encuentra en muy buen estado de conservación, aunque “se han pasado un poco” en la restauración; la empalizada de madera es un añadido moderno, instalado probablemente por razones de seguridad ante el acantilado existente al otro lado de la baja pared. La verdadera utilidad del fortín estribaría en su empleo como una estación de señales, sirviendo un disparo de cañón como advertencia a potenciales intrusos de que si desembarcaban no recibirían una amigable bienvenida, a la vez que de aviso para que la gente local se pusiese en alerta. Pero tendría que haber sido un pirata muy duro aquel que pudiese trepar desde el mar por el acantilado para atacar luego el pequeño fuerte. Hoy San Fernando alberga tres pequeños cañones, y si no fuese por este indicio no imaginaríamos siquiera que fue una fortificación.
 
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