Los otros puentes (Retales de la Historia - 187)

 
Por Luis Cola Benítez  (Publicado en La Opinión el 23 de noviembre de 2013).
 
 
 
          Siempre que se habla de los puentes de Santa Cruz se suele aludir casi exclusivamente a los que cruzan sobre el barranco de Santos, especialmente los que pueden considerarse históricos, tales como el más antiguo, que es el del Cabo, al que le sigue en edad el puente Zurita, o el del camino de la Costa que hoy se corresponde con la Avenida de las Asuncionistas, o los más modernos Galcerán, Serrador o Loño, o el de más reciente construcción que prolonga hacia el Sur la calle Salamanca.
 
          La historia y gestación de alguno de estos puentes es curiosa y a veces sus proyectos se demoraron lustros por falta de medios para su materialización. En otro lugar ya se ha señalado que la idea de construir el puente Galcerán se expuso por primera vez cerca de setenta años antes de que se pudiera realizar. En cuanto al de las Asuncionistas, conocido al principio como el "puente nuevo", tuvo su origen en la necesidad que los propietarios de fincas en la zona de La Costa tenían de facilitar el acceso a sus propiedades, así como en la mejora que representaba para conectar con los pueblos del Sur evitando la áspera subida hasta La Cuesta. Hacia 1867, con aportaciones vecinales y de los técnicos que elaboraron el proyecto el puente fue abierto al tránsito, pero se tardó más de una década en poder dotarlo de parapetos que evitaran el peligro que su falta representaba para los transeúntes.
 
          Antes, desde mucho antes, para obviar las dificultades que se presentaban para poder cruzar los barranquillos que transcurrían por lo que entonces era el centro, el núcleo de la población, se montaron una serie de pequeños puentes o pasarelas de madera que permitían comunicar las márgenes sin necesidad de vadearlos, pues aunque la mayor parte del año sus cauces estaban secos, cuando llovía con alguna intensidad se volvían intransitables. Así, en el plano de Santa Cruz de 1780, sólo en el barranquillo del Aceite o Cagaceite, que desde la zona de Las Colinas hoy transcurre abovedado bajo las calles Robayna e Imeldo Serís, se pueden contar hasta siete pequeños puentes a la altura de las calles de La Caleta –hoy General Gutiérrez-, Candelaria, Cruz Verde, Botón de Rosa –actual Nicolás Estévanez–, Norte –Valentín Sanz–, Corazón de Jesús –hoy Teobaldo Power– y San Roque –actual Suárez Guerra–. Había otro en la calle San Francisco que facilitaba el paso sobre el barranquillo de Guaite o de los Frailes –hoy bajo la calle Ruiz de Padrón–. Sin embargo no se aprecia ninguno en la calle San Antonio, construida sobre el barranquillo toscalero del mismo nombre, tal vez porque hay constancia de que hasta 1853 allí se criaban los cerdos propiedad de los vecinos colindantes.
 
          Como puede observarse, y es lógico, estos pequeños puentes proliferaban en las rutas urbanas de mayor tránsito y que precisaban de una mayor y más fluida comunicación entre las personas, como ocurría entre el primigenio barrio de la Iglesia, que limitado por el Sur por el profundo tajo del barranco de Santos, tuvo que buscar su inicial expansión hacia el Norte, obligado por el movimiento del desembarcadero de La Caleta, al amparo del castillo de San Cristóbal y de lo que sería la plaza principal, zona en la que pronto comenzaron a establecerse los principales comerciantes del puerto.
 
         Hacia 1854 el general Ortega arregló la carretera de San Andrés hasta Paso Alto, pero al arruinarse a los veintiocho años el paso del barranco de Tahodio, es el mariscal de campo Pascual del Real y Reyna quien reclama al ayuntamiento el arreglo por no poder llevar la guardia al castillo de Paso Alto.
 
       Hasta 1886 no llegó la carretera a Valleseco, vía considerada entonces en extremo peligrosa, como quedó patente el año siguiente cuando un desprendimiento de rocas destrozó un carro y mató una mula. Siguiendo hacia la zona de Anaga, es en 1896 cuando se empieza a estudiar la construcción de un puente en el Valle de Igueste para el servicio de aquel vecindario, y también para Taganana, pero no fue hasta 1901 cuando se celebró la subasta que se adjudicó al contratista Gaspar E. Fernández, por 4.914 pesetas el primero y 4.919 el segundo. La recepción definitiva de estos dos puentes tuvo lugar en 1903 y 1904, respectivamente.
 
          En 1930 se abrió al tráfico el puente de la nueva Avenida Marítima y comienza a hablarse de la conveniencia de otro que prolongara la calle Valentín Sanz hacia el barrio del Cabo, actual puente Serrador. Algunos, como el periódico La Prensa, se oponían a esta propuesta diciéndole al alcalde García Sanabria que ya está bien de puentes y que ya se terminó la era de los sueños. Otros, como el periódico El Progreso, opinaban que el puente que de verdad sería necesario era uno que abarcara desde la Avenida Marítima hasta el Manicomio, lo que sería la solución para los seculares problemas que el barranco de Santos seguía planteando al desarrollo urbano de San Cruz.
 
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