Un alcalde comprometido: Juan de Arauz y Lordelo (Retales de la Historia - 186)

 
Por Luis Cola Benítez (Publicado en La Opinión el día 16 de noviembre de 2014).
 
 
 
          Se trata del alcalde que hace el número 68 del Puerto y Plaza Fuerte de Santa Cruz de Tenerife. Lo fue por primera vez de 1740 a 1745 y años más tarde se refiere a esta etapa como su primer quinquenio como alcalde, ya que volvió a serlo a partir de 1750. Nacido en La Laguna en 1699, hijo de Juan de Arauz Salazar y Bravo de Laguna y de Lorenza de Lordelo y Molina, casó con María Josefa Machado y Molina, sin hijos. Capitán de infantería, fue también varias veces síndico personero general de la isla y alcaide del castillo de San Juan en 1729 y 1755, y del de San Cristóbal en 1730. En 1742 solicitó un solar para construir su “casa en sitio que mire al mar”, que el Cabildo le concedió junto al barranco de Santos, con la doble condición de “encajonar el barranco para que no siga rompiendo la tierra y de quitar el muladar por donde pasan las procesiones, dejando paso para las carretas por debajo el puente.”
 
          Este año tuvo problemas con el comandante general Bonito Pignatelli, que le acusó de falta de diligencia por haber escapado de Santa Cruz un irlandés que falsificaba moneda. El irlandés había huido a Candelaria acogiéndose a sagrado en el convento dominico, que el general mandó sitiar al regimiento de Güimar, proclamando que derruiría el convento si no se le entregaba el falsificador. El vicario se opuso a las pretensiones del general, quien llegó a acudir al obispo, que tampoco le atendió en sus pretensiones. El caso es que, antes de que el convento fuera sitiado, el irlandés había huido con hábitos franciscanos y el alboroto levantado quedó en nada.
 
         Por estos años se estaba levantando la Casa de la Aduana, junto a la Caleta, que según Anchieta y Alarcón se comenzó por la parte del mar. Hasta diciembre de 1743 no se hizo la fachada con su puerta de mármol, material traído en bruto “de las islas, qe alli avia dexado un navio y alli mismo dentro de la obra se labró”. Por entonces se estableció en el puerto el comandante militar de Ingenieros, se empezó a disponer de un lazareto para las cuarentenas en la zona de Regla y se aprobó el proyecto del ingeniero militar Antonio Riviere para un muelle de sillería que arrancaba a los pies del castillo de San Cristóbal sobre la laja de su nombre, y que tardaría años en realizarse.
                                                                                          
         Pero no faltaban motivos de más serias preocupaciones. En junio llegó aviso de que la escuadra de Charles Windham cañoneaba San Sebastián de la Gomera, y se dictó la alarma general poniendo en pie de guerra a todos los regimientos de la Isla. Poco después, Santa Cruz se vio invadida por otro enemigo no menos peligroso, las viruelas, con funestas consecuencias para la población. Como si se quisiera compensar estos malos sucesos, el 19 de julio de 1744 la comunidad agustina celebró la fundación de su hospicio en la zona del Toscal con misas y fiestas. Antes habían fundado a la entrada del pueblo, según se llegaba desde La Laguna, más arriba del convento de la Consolación –por donde hoy transcurre la calle San Francisco de Paula-, y ahora se habían mudado a una zona de expansión, hacia la Marina alta y al inicio de la calle San Martín. La zona fue conocida desde entonces como barrio de San Agustín y allí cerca se conserva aún la cruz de su nombre, como único vestigio de aquella fundación.
 
          Arauz y Lordelo, se identificó con Santa Cruz como no lo habían hecho muchos de sus antecesores. Tuvo la suficiente sensibilidad como para que le preocupara el estado en que se encontraba la Cruz Fundacional, situada en un espacio cerca de la muralla -conocida como Placeta de la Cruz- en un estado lamentable de abandono. Al haberse construido en 1736 en aquel lugar la carnicería pública, no presagiaba nada bueno para la conservación de la reliquia, por lo que en 1743 construyó a sus expensas y con limosnas del vecindario una capilla que le sirviera de amparo bajo la advocación del Santo Sudario y solicitó del obispo autorización para que en ella se celebrara misa. En 1745 insistió diciendo que  en que en  aquel lugar “se cantó la missa quando se ganó” la isla, logrando que la capilla fuera bendecida el 2 de mayo de aquel año.
 
          Varias veces protestó al Cabildo porque los regidores bajaban de La Laguna  y hacían visitas de salud en su ausencia, declarando que en más de siete años que tenía de alcalde se había hallado siempre en “la inconcusa posesión, práctica y estilo inmemorial de que dichas visitas de salud las hagan los alcaldes reales que han sido hasta el presente deste dicho puerto”. En otras ocasiones, como en 1750, al cambiar los diputados del Cabildo los precios y posturas que él como alcalde había establecido no dudó en representar ante la Real Audiencia que con su conducta los regidores diputados “dieron a entender” -decía- “lo que no es practicable: que desde la ciudad quisieren los enunsiados diputados gobernar.”
 
          Aunque poco tuvo que ver con su establecimiento, señalemos que en su época comenzó a funcionar en Santa Cruz la primera imprenta de Canarias.
 
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