Santa Cruz en fiestas (Retales de la Historia - 185)

 
Por Luis Cola Benítez (Publicado en La Opinión el 9 de noviembre de 2014).
 
 
          Hay quien asegura que la primera fiesta celebrada en el lugar y puerto de Santa Cruz de Añazo fue la del Corpus Christi, y que consistió en una modestísima procesión salida desde la pequeña ermita de Nuestra Señora de la Consolación, situada en la laja volcánica sobre la que más tarde se emplazó el castillo de San Cristóbal. Y, efectivamente, esta festividad era muy celebrada desde los primeros tiempos, pero en nuestro caso debe tenerse en cuenta la presencia, desde el primer día de la llegada de los castellanos en 1494, de la Cruz Fundacional que presidió la primera misa celebrada en Añazo. Es muy probable que fuera esta la primera festividad que se celebrara en el pequeño poblado que desde el principio se conoció como "villa" de Santa Cruz, título este de villa que sin que sepamos la razón se perdió con el tiempo y que no se recuperaría hasta el inicio del siglo XIX.
 
          Puede asegurarse, sin duda alguna, que la festividad de la Invención de la Santa Cruz se celebraba en el puerto el día 3 de mayo desde los primeros momentos de la existencia del poblado. La primera constancia documental sobre esta celebración nos llega algo más tarde, el 23 de abril de 1513, cuando nombra el Cabildo guardas para el puerto de Santa Cruz que deben incorporarse el día 3 de mayo y se dice explícitamente donde se celebra la fiesta, y se reconoce que es la fiesta del pueblo. Es difícil saber en qué consistía entonces la celebración, pero puede aceptarse que tal vez se enramaba la tosca cruz de la playa, como sin duda se haría también con otras existentes en el pueblo, aunque lo más probable es que la celebración se limitara a la función religiosa en el interior del templo. Este templo estuvo bajo la advocación de la Santa Cruz, hasta que hacia 1632 se comenzó a llamar de Nuestra Señora de la Concepción.
 
          La celebración sufría frecuentes altibajos por falta de recursos y en ocasiones casi pasaba desapercibida o, si se hacía, era gracias a la generosidad de algunos vecinos. Se pedía ayuda al Cabildo, al que tampoco sobraban los medios, que por fin logró licencia para señalar trescientos reales de sus propios al año para dedicarlos a la conmemoración de la Invención de la Santa Cruz. En la real cédula, firmada por el rey en Madrid el 11 de enero de 1717, se hacía constar expresamente que la licencia respondía a la estrechez de medios de los ciudadanos, hasta el punto de si no se concedía la autorización no sería posible la celebración. Este recurso que autorizaba la real cédula, lógicamente se circunscribía a La Laguna.
 
          En Santa Cruz los gastos de las fiestas de mayo se pagaban de algunas tasas que se habían impuesto al comercio, cuando existían fondos, lo que solía ser excepcional. Lo normal era que algún vecino adelantara el dinero con la esperanza de resarcirse algún día o bien que directamente se hicieran cargo de los gastos algunos de los comerciantes más importantes del puerto, como los Casalon, Calzadilla y otros. Durante años y años, no estuvo prevista cuantía alguna para cubrir los gastos de estas celebraciones, que de alguna forma se entendía que corrían a cargo del vecindario, y que generalmente recaían en los mismos individuos, es decir, en los pocos vecinos que tenían posibilidad de asumirlos. Tiene que llegarse a 1848 para que, por primera vez, siendo alcalde José Librero, en el presupuesto o previsión de gastos municipales figure una partida de 1.000 reales para las fiestas de la Santa Cruz y de Santiago.
 
          Aunque estas eran las festividades que podríamos considerar oficiales, desde los primeros tiempos se celebraba con gran aparato el Corpus Christi. También, al menos desde 1635, se celebraba en Santa Cruz el 28 de febrero la fiesta de la Candelaria con procesión que costeaban los soldados de la guarnición. Más tarde llegó a alcanzar arraigo la fiesta del Santísimo Cristo de Paso Alto que se celebraba el 14 de septiembre, día de la Exaltación de la Cruz.
 
          Lo relativo a estas conmemoraciones acompañadas de sus correspondientes procesiones, estaba sujeto a unas normas de protocolo que no siempre se cumplían, por lo que las autoridades afectadas se sentían ignoradas o marginadas. Así, en 1790, el alcalde Nicolás González Sopranis protestó ante la Real Audiencia porque el prior del convento de Santo Domingo no había enviado “el recado Político según costumbre pª la asistencia á la Procesión del Corpus”, por lo que el alto tribunal ordenó al alcalde real “que haga saber al Ve. Pe. Prior Dominico, demas Prelads de Comunidades Religiosas y Eclesiásticas de aquel Pueblo, no saquen á la calle Procesión alguna, sin que preceda la solicitud y consentimiento de la Justª. Rl. Ordinª.”
 
          En otras ocasiones sí que se pedía autorización y se comunicaba la celebración de procesiones, especialmente para que el ayuntamiento se ocupara de la limpieza de las calles por las que había de pasar el cortejo, labor que teóricamente estaba a cargo de los vecinos, pero que era raro que se cumpliera.
 
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