Andando el tiempo (Puerto y puerta - 141)

 
Por Rafael Zurita Molina  (Publicado en el Diario de Avisos el 23 de febrero de 2014).
 
 
 
          El pasado día 9, situado en la semana que concluía, apreciaba los inmediatos cuadros del puerto que mostraba la policroma estampa de los grandes cruceros de turismo abarloados a los muelles. Y, además, accediendo por curiosidad histórica a las crónicas del pasado, ilustradas con fotografías en blanco y negro, hallé la que hace referencia al trasatlántico americano Constitution, que arribó el 9 de febrero de 1956.
 
          En la Introducción del libro Crónicas del puerto de Santa Cruz de Tenerife expreso la importancia que tiene componer historias con medios tan cercanos a la sociedad como la prensa escrita. Sus hojas adquieren el valor de guardar acontecimientos y pareceres pasados que nos permiten, andando el tiempo, contrastar y evaluar aquellas páginas retenidas en las hemerotecas. 
 
          Aplicándome en esta práctica, el hoy se manifiesta en los 10 grandes buques, cruceros de turismo, portadores de más de 23.000 visitantes, que durante los precedentes seis días han arribado al puerto tinerfeño. Espléndida puerta de la Isla. 
 
          Y el ayer, en la sonada visita del trasatlántico Cap Polonio, el día 24 de febrero de 1922; hace 92 años. Una celebrada escala que se sustancia en las primeras líneas del diario La Prensa cuando dice que constituyó un verdadero acontecimiento y una efeméride honrosa para la historia de nuestro puerto la visita del soberbio trasatlántico alemán. 
 
          El periódico de don Leoncio Rodríguez (1881-1955), ampliando la información sobre la estadía del Cap Polonio, destaca la sabida noticia de que a bordo del buque, además del director de la compañía armadora, “ha hecho viaje a esta capital el diputado a Cortes don Andrés de Arroyo, a cuyas gestiones se debe en gran parte la visita del barco a Tenerife y la decisión de que fuese atracado en el muelle”.
 
          En otro orden, otra mirada al pasado la encuentro en las memorias (Un hombre que se va, 1964) del renombrado novelista Eduardo Zamacois (1876-1971); una reflexión que hizo, casual coincidencia, hace 92 años. Dice así: “En febrero de 1922, Bianca y yo visitamos Canarias. Desembarcamos en Santa Cruz de Tenerife, el único lugar del planeta donde nunca sabré por qué he descansado de mí. Apenas llegamos comenzó a invadirme un dulce anhelo desconocido de quietud, y me di a pensar: Yo me quedaría aquí... Era el embrujo sedante de aquella ciudad, blanca y callada, vestida de sol y de azul, lo que me cautivaba; y tanto o más que el ambiente, los amigos que, a competencia, me rodeaban: Ramón Gil Roldán, Diego Crosa, Luis Rodríguez Figueroa, Manuel Verdugo... hombres de prominente jerarquía mental, ocurrentes, oportunos, cordiales, que, puestos a improvisar, hablaban en verso durante horas. Todos viven en mi corazón”. ¡Andando el tiempo!
 
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