Espacio patrimonial (Puerto y puerta - 116)

 Por Rafael Zurita Molina  (Publicado en el Diario de Avisos el 30 de junio de 2013).

  

          La creciente buena salud del puerto tinerfeño es manifiesta. Hace un par de semanas acogimos la buena noticia de la inauguración de la nueva terminal de contenedores, adjudicada al consorcio OHL Concesiones Marítimas Dávila. “Un antes y un después -decía la ministra de Fomento- en las actividades de importación y exportación en el tránsito de contenedores, culminando un proceso de especialización y modernización de la instalación portuaria, convierte a este puerto en uno de los más modernos del mundo”.

          Como complemento, la Autoridad Portuaria defiende el patrimonio histórico, verificando la natural simbiosis de la Ciudad y su puerto. Se ratifica en la obra que se está ejecutando en el espacio patrimonial del muelle de Enlace, para ubicar los restos del antiguo muelle construido con sillares de piedra basáltica; “muestran un aspecto aceptable en toda su extensión, presentando en algunas zonas las marcas dejadas por los impactos de bala de cañón durante el ataque de la armada inglesa”.

          La oportunidad nos impone retroceder al tiempo en que se construyó el antiguo muelle que, de forma testimonial, se está rehaciendo. Concisos apuntes. El muelle construido entre 1750 y 1757 se desmoronó en 1758 como consecuencia de “una embestida furiosa del mar”; y vuelta a empezar. Reparado entre 1771 y 1773, un año después un nuevo golpe de mar volvió a arruinarlo. Parecía entreverse cierta analogía entre el tejer y destejer del legendario velo de Penélope, con las obras que jamás se terminan.

          El cuadro cambia cuando en el año 1784 llega a Santa Cruz el comandante general, Miguel de la Grúa y Talamanca, marqués de Branciforte, y la residencia del ingeniero del ejército Andrés Amat de Tortosa. Sin tardanza, reúne en su domicilio a comerciantes y personalidades de toda la isla para hacerles ver lo indispensable que era recomponer el muelle. Los gravámenes sobre la entrada y salida de navíos, como las contribuciones voluntarias -el propio general dio el primer ejemplo-, propiciaron la luz verde para emprender las obras. Fue el citado Amat de Tortosa quien redactó el proyecto y la dirección de los trabajos, que concluyeron en marzo de 1787.

          Y ahí estaban los sillares de piedra basáltica, del que fue el primer muelle de piedra fabricado en el Archipiélago, que ahora va a compartir el espacio patrimonial con la popular “farola del mar”, que comenzó a mostrarse el 31 de diciembre de 1863, y con la singular “marquesina”, construida en 1913. Por cierto, el naturalista alemán Humboldt, durante su estancia en Tenerife, en junio de 1799, admira el hermoso muelle de cantería. ¡Un antes y un después!

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