La victoria del 25 de Julio. El frustrado ataque de Nelson a Tenerife

Por Fran Domínguez y Miguel Gómez  (Publicado en La Gaceta de Canarias el 25 de julio de 1997).

 

          La Gesta del 25 de julio se enmarca dentro de la política internacional española de la época, caracterizada por los continuos cambios de alianzas entre las principales potencias europeas. En enero de 1793, el monarca francés, Luis XVI, es guillotinado. España y Gran Bretaña, dos países monárquicos, se alían y declaran la guerra al gobierno revolucionario galo. La contienda, tras desarrollarse de forma desfavorable a los intereses españoles, concluye con la firma de la Paz de Basilea.

          El 18 de agosto de 1796, españoles y franceses se comprometen a luchar juntos mediante el Tratado de San Ildefonso. Un mes después, Gran Bretaña declara la guerra a España. El conflicto comienza de forma desastrosa para los intereses hispanos, con la derrota naval del Cabo de San Vicente, al suroeste de Portugal, a la que sigue el bloqueo de la bahía de Cádiz por la flota inglesa al mando del almirante Jervis.

          Canarias constituía, por su situación estratégica, un enclave fundamental en la esfera político-económica internacional. Santa Cruz de Tenerife, donde se ubicaba la Comandancia General de Canarias, era un puerto obligado en el comercio entre América y Europa y llave para la conquista de las Islas.

          Al conocerse el inicio de las hostilidades, el Comandante General, Antonio Gutiérrez, que cuenta con escasos efectivos, la mayoría procedentes de las milicias populares, ordena intensificar las medidas defensivas ante un posible ataque. Pero antes de que éste se produzca tienen lugar dos hechos relevantes: la captura, por parte de los ingleses, de la fragata San Fernando y de la corbeta francesa La Mutine, fondeados en la bahía de Santa Cruz de Tenerife.

Rumbo a Tenerife

          El contralmirante Horacio Nelson, que se encontraba a las órdenes de Jervis en el bloqueo de Cádiz, propone a su superior el asalto de Santa Cruz de Tenerife y lo presenta como una empresa fácil y provechosa. Los motivos que conducen a esta decisión no están muy claros y han sido objeto de debate entre los historiadores.

          Nelson reúne una escuadra compuesta por los navíos Theseus, Culloden, Zealous y Leander, las fragatas Seahorse, Emerald y Terpsícore, además del cúter Fox y la bombarda Rayo, capturada a los españoles, y se dirige a Tenerife. El 20 de julio envía un ultimátum al general Gutiérrez instándole a deponer la plaza. Ante su negativa, Nelson se dispone a efectuar el desembarco. En la mañana del 22, un grupo de ingleses pone pie en tierra en las proximidades de Valleseco y sube la montaña de La Jurada, pero se encuentra con las tropas españolas, que habían ocupado las alturas de Paso Alto para impedir el probable asalto de la fortaleza del  mismo nombre. Los ingleses se ven obligados a retroceder y volver a sus buques.

          El fracaso inicial no desalentó a los ingleses. El día 23 reina una tensa calma. Nelson prepara un nuevo plan. Al día siguiente, comienza el bombardeo del castillo de Paso Alto, en una maniobra de distracción de sus verdaderas intenciones, que son atacar por el centro aprovechando la playa y el desembarcadero cercanos al castillo de San Cristóbal.

          Pero Gutiérrez no se deja engañar por la treta ideada por el contralmirante y se prepara para recibirlo.

          La noche del 24 se presenta oscura y ventosa. Los isleños presienten que algo está a punto de ocurrir. Nelson prepara el ataque definitivo y escribe a su Comandante en Jefe: “Esta noche, yo, humilde como soy, tomaré el mando de todas las fuerzas destinadas a desembarcar, bajo el fuego de las baterías de la ciudad, y mañana probablemente será coronada mi cabeza o con laureles o con cipreses”. Es la última vez que el contralmirante británico utilizará su brazo derecho para escribir.

El ataque

          Hacia las once de la noche, las embarcaciones inglesas, con unos mil hombres, se acercan sigilosamente al muelle. Pero son descubiertas. Todos los castillos y baterías abren fuego. El fuerte viento rompe la formación y hace que el grueso de las lanchas derive hacia el sur. Sólo unos pocos consiguen desembarcar en el muelle, entre ellos los capitanes Thompson, Freemantle y Bowen. Cuando Nelson se dispone a poner el pie en tierra, su codo derecho es destrozado por un disparo. Al regresar al Theseus, un cirujano francés le amputa el brazo.

          Continúan los desastres para las fuerzas inglesas. Los que logran desembarcar se abren paso luchando cuerpo a cuerpo, pero son cogidos entre dos fuegos. Casi simultáneamente, el Fox es hundido por un cañonazo. El intento de adueñarse del castillo de San Cristóbal fracasa. Las restantes lanchas, dispersadas por las corrientes, desembarcan hacia el sur, un grupo en las playas de La Caleta y La Aduana y otro en el barranco de Santos o de Las Carnicerías. Ambos, a las órdenes de los capitanes Troubridge y Hood, se reúnen en la plaza del convento de Santo Domingo, y ante el acoso de los milicianos tinerfeños, ocupan el monasterio. Previamente, se había enviado un mensaje a Gutiérrez exigiendo la rendición, a lo que el general se negó.

La capitulación

          Los ingleses esperaban la llegada de tropas de refuerzo. Al no llegar éstas, y ante la escasez de municiones y víveres, deciden parlamentar. Por tres veces, intentan forzar la rendición de Gutiérrez, sin conseguirlo. Finalmente, los británicos, por medio de Hood, aceptan su condición de vencidos. Se inician los trámites de la capitulación, en la que Gutiérrez se muestra tal vez excesivamente generoso. La ceremonia tiene lugar a las nueve de la mañana en la plaza de la Pila. Las tropas inglesas desfilan derrotadas hacia el muelle, entre el júbilo de los tinerfeños.

          Nelson sufría su primera y única derrota y Santa Cruz de Tenerife obtenía su tercera victoria sobre los ingleses, hecho que sería plasmado con tres cabezas de león en su escudo.

El artífice de la victoria

          Antonio Gutiérrez nació el 8 de mayo de 1729 en la villa burgalesa de Aranda de Duero, en el seno de una familia de militares procedentes de la pequeña nobleza. Desde su niñez vive inmerso en el clásico espíritu religioso y militar, destacándose finalmente por el camino castrense. A los catorce años embarca hacia la guerra de Italia. En 1761 es destinado al Regimiento de Infantería de Mallorca al que estuvo unido gran parte de su vida. Obtiene la graduación de Teniente Coronel en 1769. Al año siguiente participa brillantemente en el desalojo de los ingleses en la Gran Malvina. El año 1775 combate en la desgraciada operación de Argel. Ya como brigadier, en 1781, toma parte en la reconquista de Menorca. Entre 1787 y 1790 ejerce el mando de las Baleares.

          A finales de este último año, Gutiérrez es nombrado Comandante General de Canarias. Recibe así la responsabilidad de defender una región estratégicamente muy importante para el todavía inmenso imperio colonial español.

          El vencedor de Nelson muere dos años después del ataque británico. Está enterrado en Santa Cruz de Tenerife.

Nelson, la leyenda inglesa

          Horacio Nelson nació el 29 de septiembre de 1758 en Bumham-Thorpe (Norfolk). Desde muy pequeño se interesó por los asuntos del mar de la mano de su tío materno. Fue un hombre de salud frágil pero de espíritu combativo. Tras servir en las Indias y participar en la guerra de Independencia norteamericana perdió su ojo derecho en una acción frente al puerto de Calvi, en Córcega (1794).

          Un año antes había conocido en Nápoles a Lady Hamilton, mujer bella y encantadora, de la que se enamora perdidamente y con la que vive una turbulenta relación sentimental. En 1797 se pone a las órdenes del almirante John Jervis en la flota británica del Mediterráneo. Allí juega un papel destacado en la batalla naval del cabo de San Vicente. Tras su fracaso en el ataque a Santa Cruz de Tenerife, donde perdió el brazo derecho, destruyó la flota francesa en Abukir (Egipto) en el año 1798. Tres años más tarde, aniquiló la flota danesa delante del puerto de Copenhague, reduciendo a la nada la esperanza de Napoleón Bonaparte de constituir una poderosa coalición de las naciones escandinavas contra Inglaterra.

          El 21 de octubre de 18015 al almirante Nelson fue herido mortalmente en la famosa batalla de Trafalgar, a bordo del Victory. Sus últimas palabras fueron: “Ahora estoy satisfecho. Gracias a Dios he cumplido mi deber”. Su vida estuvo consagrada por entero a su país, donde su muerte se consideró una pérdida irreparable.

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