¿Un busto para Nelson?

Por Miguel Hernández de L. Muñoz  (Publicado en el Diario de Avisos el 7 de febrero de 1997).

 

          Siempre sentí una preocupante curiosidad por conocer los motivos quijotescos que impulsaron, años ha, a nuestros gobernantes provinciales de entonces, a dedicar una calle de Santa Cruz al pirata inglés que un día atacó aviesamente la ciudad, causándonos muchos muertos y heridos. Y hemos dicho pirata sin ánimo de ofender, pues todo el mundo sabe que este tipo de acciones fue conducta habitual de la pérfida Albión, que aprovechaba la superioridad de sus naves para atacar en alta mar a barcos indefensos a los que desvalijaba sus cargamentos o a costas desarmadas en las que desembarcaban sembrando el terror y la muerte entre sus pacíficos pobladores. Hasta la Real Armada de Su Graciosa Majestad disfrutaba de esa patente de corso, que aportó, de manera “tan ética”, innumerables colonias al vasto imperio, algunas de las cuales han llegado hasta nuestros días.

          Pero si hasta ahora no acertaba a comprender el dislate de dedicar una calle al invasor, mi estupor no tiene ya límites cuando leo que se proyecta añadir un busto que lo inmortalice. Es decir, que primero quisimos eliminarlo a cañonazos, como se hace con todos los invasores, y ahora pretendemos glorificarlo erigiéndole un busto.

          Más seriedad, señores, Las calles, los bustos o las estatuas siempre se habían dedicado a perpetuar la memoria de quienes hicieron algo positivo o ayudaron de alguna forma al pueblo que agradecido los enaltece.

          Ya no nos limitamos al consejo bíblico de poner la otra mejilla, sino que además ensalzamos y damos coba al que nos abofetea, que eso ya no lo dice ni la Biblia. Queremos ser como el sándalo, que perfuma al hacha que lo hiere.

          Seamos más sensatos y prudentes y reservemos los honores y la gloria en este caso para el general Gutiérrez y los heroicos defensores isleños. Jamás para el invasor, con el que ya se fue generoso y noble respetándole la vida  que él no respetó a los chicharreros.

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