La Laguna y Santa Cruz (1) (Retales de la Historia - 64)

Por Luis Cola Benítez  (Publicado en La Opinión el 8 de julio de 2012).

 

          Consciente de que se trata de un tema que espíritus acomplejados pueden considerar molesto y resbaladizo y prefieren sepultar en el silencio, no hay razón para no sacar a la luz, franca y limpiamente, algunos aspectos de las relaciones entre las dos principales ciudades de Tenerife, San Cristóbal de La Laguna, la primera capital, germen y matriz de todas los demás pueblos y ciudades de la Isla, y su aventajada hija, Santa Cruz de Santiago. Y lo haré, escueta y exactamente, en base de documentación, en parte inédita o poco divulgada, que nos aporta datos de autenticidad irrefutable. En todo caso, nos guste o no, son testimonios históricos de un  pasado común.

          Hace ya algún tiempo me sorprendió la opinión expuesta en la prensa local de algunos a los que se llamaba “expertos”, que decían que a pesar de “las malas relaciones históricas entre La Laguna y Santa Cruz,” según ellos, “ambas ciudades deben avanzar hacia una futura unión”. Fin de la cita.

          Pues bien, mucho antes de que estos “expertos”, y mucho antes también de que los más renombrados paladines del siglo XX de la por tanto tiempo cacareada fusión de Santa Cruz de Santiago y San Cristóbal de La Laguna, se atribuyeran los méritos de aquella idea, mucho antes, repito, un sector importante y representativo de ciudadanos de San Cristóbal de La Laguna ya había esgrimido el mismo argumento, como el más lógico y consecuente camino que debía seguir Tenerife en su trayectoria natural hacia el interés común, lo que nos viene a demostrar que no son tan ciertas las “malas relaciones históricas” a que aludían los citados expertos. A estos ciudadanos los acaudillaba, en primer lugar, nada más y nada menos, que el M. I. Ayuntamiento de San Cristóbal de La Laguna, erigiéndose así en auténtico pionero de una avanzada idea entonces, que en ocasiones ha sido más tarde denostada por la miopía intelectual de algunos.

          El 14 de octubre de 1822, en escrito dirigido al Ayuntamiento de la Villa de Santa Cruz, en cuyo archivo se halla, el de La Laguna expresaba sus deseos de unión y concordia, -decía- por “las importantes y trascendentales utilidades que de una unión sincera, franca  y fraternal se seguirán no solamente a los dos mismos pueblos que casi deben confundirse en uno solo y mirar como propios y comunes a ambos las ventajas y establecimientos de cada uno, sino también a toda la Provincia en general”. Y continuaban los representantes de La Laguna: “...de manera que en obsequio de tan interesantes objetos, aun cuando en los respectivos vecindarios o en algunas almas apocadas, se hubiesen anidado pasajeramente algunos de aquellos zelos, que son tan frecuentes entre los pueblos limítrofes, y que no tienen otro apoyo que la misma proximidad, estas frívolas preocupaciones que de ningún modo autoriza la razón, se deberían sacrificar ahora en las aras del Patriotismo…” imponiéndose  a  “las ruinas de las distinciones locales, del vil egoísmo y de los intereses exclusivos.

          Así decía el Ayuntamiento de La Laguna en 1822, por acuerdo plenario firmado nada menos que por su alcalde don Tomás de Nava Grimón, y por don Josef González de Mesa y don Diego Hernández Crespo, de lo que daba fe el secretario municipal don Josef Albertos. Vale la pena subrayar la frase en la que se dice que se deben “mirar como propios y comunes a ambos las ventajas y establecimientos de cada uno.” Es decir, se daba por hecho, con pragmática y generosa visión de futuro, que ambas partes se beneficiarían, recíprocamente, de “las ventajas y establecimientos” de la otra.

          Pero no es el único antecedente documentado. En 1856, un grupo de 634 de los más conspicuos vecinos -y la Historia vuelve otra vez a sorprendernos- también de la ciudad de San Cristóbal de La Laguna, en una exposición dirigida al rey en solicitud de que se conservara el Obispado de Tenerife, decían: “Separado de La Laguna por una calle rural de solo tres millas de distancia y constantemente frecuentada por empresas de ómnibus y carruajes particulares, se encuentra la Ciudad de Santa Cruz Capital de la provincia, que debe considerarse como un solo pueblo con el de La Laguna.”

          El texto tiene la suficiente enjundia para permitirnos una doble puntualización. Primera, el hecho de que en él se llame “ciudad” a Santa Cruz cuando todavía era villa, es indicativo de la relevancia que ya poseía, reconocida, como se ve, por La Laguna. En segundo lugar, piénsese lo que representaba entonces la frase “que debe considerarse como un solo pueblo”, esgrimida como esperanzador argumento revestido de deseada realidad por los propios laguneros.

          Con lo expuesto se hace evidente que la idea de la unión de los dos municipios no pertenece a Santa Cruz, cuyo ayuntamiento en aquel entonces se las veía y deseaba para simplemente sobrevivir dada su total carencia de recursos. La iniciativa, el lanzamiento por primera vez de la idea de una unión efectiva entre ambas ciudades, mientras no se demuestre lo contrario, pertenece a la Muy Noble, Leal, Fiel y de Ilustre Historia Ciudad de San Cristóbal de La Laguna.

          Continuará en el próximo Retal.

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