Por Jesús Villanueva Jiménez  (Publicado en La Opinión el 7 de diciembre de 2017).
 
 
 De los gloriosos Tercios Viejos españoles a nuestras ejemplares Fuerzas Armadas.
 
 
          Frío, cansancio, hambre, desánimo… Sin leña para hacer fuego, con las ropas mojadas y apenas alimentos, entre heridos y muertos, en la isla de Bommel, cercada por los ríos Mosa y Waal, se hallaban sitiados los cuatro mil hombres del Tercio Viejo de Zamora, al mando del maestre de campo don Francisco Arias de Bobadilla; atardecía el sábado 7 de diciembre de 1585. Diez navíos formaban la flota de guerra de los Estados Generales de los Países Bajos, comandada por el almirante Filips van Hohenlohe-Neuenstein, que había cañoneado incesantemente a los españoles, luego de que los diques de los ríos fuesen abiertos y el agua en tromba anegase la isla. El Tercio tuvo que dejar atrás todo aquello que un hombre no pudiese cargar, hasta tomar la posición más alta de la isla, el monte de Empel. Vencido creyó el almirante neerlandés al Tercio español, al que reconocía el haberse batido con sin igual gallardía en los días precedentes. Por tal motivo,  ofreció a don Francisco una rendición honrosa. No extrañó al almirante la contestación de Bobadilla: "Los infantes españoles prefieren la muerte a la deshonra. Ya hablaremos de capitulación después de muertos".  Aquella noche, los holandeses reanudaron el recio fuego de cañón y mosquetería, que fue repelido por los españoles, dispuestos, en efecto, a dejarse la vida en aquellas tierras anegadas antes que rendirse al enemigo.
 
          Resignado a la segura muerte, el Tercio, conjurado a vender cara la derrota, fortificaba la posición con los escasos medios disponibles. Fue entonces cuando un soldado, al cavar una fosa donde resguardarse del frío viento y del fuego enemigo, encontró enterrada una tabla con la nítida bella imagen de Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción. Aquel hallazgo sorprendente, que corrió de boca en boca, insufló un ánimo inusitado a los españoles, que arrodillados rezaron el Ave María, aferrándose a su fe católica, a la espera del amanecer.
 
          Al alba del domingo 8 de diciembre, aquellos españoles admiraron un acontecimiento extraordinario. El gélido viento que había soplado en la madrugada había helado el agua de los ríos -circunstancia que no se daba desde hacía decenios-, posibilitándoles el abandono de aquella isla cementerio. A las órdenes de Bobadilla, el Tercio Viejo de Zamora, cruzando el río helado, atacó las posiciones enemigas, con tal ímpetu, que provocó la espantada holandesa, trocándose la esperada derrota por la victoria sorprendente de la mejor infantería de la historia. "Tal parece que Dios es español al obrar tan grande milagro", clamó el holandés vencido. 
 
          Ese mismo día, los infantes, aclamando a Nuestra Señora, nombraron Patrona de los Tercios de Flandes e Italia a la Inmaculada Concepción, y a aquel hecho extraordinario lo consideraron el Milagro de Empel. Casi tres siglos más tarde, el 12 de noviembre de 1854, a petición del Inspector del Arma de Infantería del Ejército de Tierra, por Real Orden de la Reina Regente doña María Cristina de Habsburgo, se declaró Patrona del Arma de Infantería española a Nuestra Señora la Purísima e Inmaculada Concepción. 
 
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El milagro de Empel  (Cuadro de Ferrer Dalmau)
 
          De aquellos tiempos a los nuestros no ha cambiado tanto el mundo. Sigue siendo nuestro planeta un lugar convulso. Quizá más difícil de entender. No es idílica, ni mucho menos, la convivencia entre los seres humanos que poblamos este planeta azul, el más extraordinario que las avanzadas tecnologías nos permiten conocer. De ahí que pensar en la posibilidad razonable de naciones carentes de Fuerzas Armadas, tal como algunos ilusos imaginan, no es más que una quimera. Si son imprescindibles para nuestra nación adecuados presupuestos para la educación y la sanidad, no deja de ser fundamental que nuestras Fuerzas Armadas estén dotadas de los medios que hoy exigen los nuevos tiempos. España tiene enemigos dentro y fuera de nuestras fronteras. El pasado año, las Fuerzas Armadas españolas dispusieron de un presupuesto de 10.273 millones de euros (el 0,97% del PIB). A título de mera orientación para los lectores no muy duchos en estas lides, el Reino Unido dispuso en 2016 para sus FF.AA. de un presupuesto de 44.126 millones € (1,98% PIB); Francia, 39.674 millones € (1 ,89% PIB); Alemania, 32.176 millones € (1,09% PIB); Italia, 18.751 millones € (1,2% PIB). Ni en números absolutos ni en relativos, nuestro presupuesto para Defensa está a la altura de nuestros socios comunitarios. ¿Lo estamos a la altura de las circunstancias? 
 
          Lo que sí está muy en lo alto es la consideración que tiene la ciudadanía española sobre nuestras Fuerzas Armadas. Y eso es así porque no depende exclusivamente de presupuestos ni el talante ni el talento de nuestros militares. Talante intrínseco del espíritu de amor y servicio a la Patria que corre por las venas de nuestros soldados; y talento de unos mandos que exprimen con maestría (y máxima eficacia, por lo tanto) hasta el último “gramo” de los recursos disponibles. Ese talante y ese talento que hacen de los nuestros los soldados más apreciados por las poblaciones de aquellos lugares del mundo en los cuales nuestras Fuerzas Armadas han actuado, bien como parte de un contingente de la OTAN, bien como contingente bajo mandato de las Naciones Unidas, a lo largo de los últimos decenios, en Bosnia-Herzegoniva, Afganistán, Somalia, Mali, Gabón, Líbano… Precisamente del Líbano regresaron el pasado noviembre los militares componentes de la Brigada Canarias XVI (precioso y emotivo el recibimiento de los familiares en los aeropuertos de Gando y Los Rodeos), que de mayo a noviembre conformaron la Brigada Líbano XXVII, como parte de UNIFIL (Fuerza Provisional de las Naciones Unidas para el Líbano), responsable de la Operación Libre Hidalgo XXVII, a las órdenes del general Venancio Aguado de Diego, en la Base Miguel de Cervantes. Regresaron nuestros héroes luego de permanecer seis meses en aquel conflictivo lugar. Y escribo héroes suscribiendo el más épico sentido del término. Recordemos a nuestros caídos como consecuencia de un ataque premeditado al sur del Líbano, en junio de 2007, Jeyson Alejandro Castaño Abadía, Jonathan Galea García, Manuel David Portas Ruiz, Yhon Edisson Posada Valencia,  Jefferson Vargas Moya, Juan Carlos Víllora Díaz, jóvenes soldados entre 18 y 21 años. Y al cabo Francisco Javier Soria Toledo, de 36 años, muerto al ser alcanzado accidentalmente por una granada lanzada desde suelo israelí, en enero de 2015.
 
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Controlando la Blue Line
 
          Se preguntará el lector en qué ha consistido la Operación Libre Hidalgo XXVII. ¿De qué se han ocupan nuestros militares en Líbano? Sintetizando mucho, luego de un periodo de entrenamientos específicos en suelo español, para afrontar con la máxima eficacia la misión, los hombres de la Brigada Canarias XVI han vigilado durante las 24 horas de cada día la Blue Line,  así denominada la franja operacional que delimitó Naciones Unidas tras la marcha del sur de Líbano del ejército israelí, en 2006. Recordemos que, del 12 de julio al 14 de agosto de ese año, el Ejército de Israel y Hezbolá mantuvieron un enfrentamiento armado, como consecuencia del lanzamiento de cohetes efectuado por miembros de esta organización terrorista chií sobre poblaciones civiles israelíes fronterizas, además del ataque con proyectiles anti-carros a dos vehículos blindados ligeros que patrullaban la frontera, ocasionando la muerte de tres soldados judíos, más el secuestro de otros dos que fueron trasladados a Líbano. El 14 de agosto de 2006 se estableció el alto el fuego, por resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, hasta nuestros días. Israel y Líbano se comprometieron a respetar ese tramo, que en parte controla nuestro Ejército. Curiosamente, sólo señalan la línea dos bidones unidos por un mástil pintados de azul, con las siglas UN en negro, sobre una base de hormigón. 
 
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Un aspecto de la Base Miguel de Cervantes
 
         
          Además, nuestras Fuerzas Armadas, con las libanesas y con el contingente que integran otras naciones en el llamado Sector Este, han realizado labores operacionales y de entrenamiento permanentes. La Brigada ha colaborado en la mejora de la calidad de vida de la población civil de la zona de responsabilidad del contingente español, por ejemplo reparando instalaciones eléctricas averiadas, instalando alumbrado público nuevo y reparando carreteras, entre otras muchas cosas. Y ha llevado a aquella zona nuestro idioma y nuestra cultura, a través de clases de español que se han impartido a cientos de alumnos en las escuelas. Nuestras Fuerzas Armadas han contribuido a guardar la paz en un lugar conflictivo de alto riesgo, como es esa franja fronteriza libanesa-israelí. Circunstancia a la que debemos sumar este 2017, a punto de concluir, las actuaciones en una veintena de escenarios repartidos entre Europa, África, Asia y América, por tierra, mar y aire, con una eficacia sobresaliente, siempre dejando el grato recuerdo en los lugareños de ese talante amable, afectuoso y cercano del soldado español.
 
          Ese talante amable, afectuoso y cercano que el actual Jefe del Mando de Canarias, el teniente general don Pedro Galán García, nos ha brindado a lo largo de estos últimos cuatro años, desde su toma de posesión del cargo, en febrero de 2014. A primeros de 2018, el general Galán dejará el servicio activo, y nos dejará también un gratísimo recuerdo a todos los que, como yo, hemos tenido el honor y la satisfacción de tratar con él. 
 
          Talante y talento de nuestros soldados, que al paso del tiempo más estrechan los lazos del pueblo español y nuestras Fuerzas Armadas.
 
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